Las mujeres de Bloomsburry

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Por Jaume Domènech

Quiero hablar de Virginia Woolf, de Vanessa Bell, de Lady Ottoline Morrell, y más tangencialmente, de Vita Sackville-West, aunque me gustaría referirme a ellas con sus apellidos propios: Stephen, para las hermanas Virginia y Vanessa, Cavendish-Bentick, para Lady Ottoline. Siempre me ha parecido arcaica, patriarcal e incluso machista la costumbre, elevada a rango de ley, en algunos países que se jactan de civilizados, de que la mujer al casarse pierde el apellido familiar con el que han nacido y crecido para adoptar un apellido ajeno y extraño. Asimismo, añadir la confusión que se genera cuando la mujer es «víctima» de matrimonios sucesivos. Hecho de menos, a veces, en las reivindicaciones feministas, la referente a la derogación de esta ley bárbara y misogina, pero no seré yo quien diga a las mujeres qué deben reivindicar y qué no, bastante dura es su lucha diaria.

Las cuatro féminas citadas desarrollan preferentemente su trabajo artístico e intelectual en el seno del llamado Grupo de Bloomsbury, en el figurarán también enormes pensadores y artistas tales como Bertrand Russell, John Maynard Keynes, Roger Fry, Lytton Strachey, o Duncan Grant, entre otros.

Ese Grupo de Bloomsbury se crea en el barrio londinense del mismo nombre, sede del Museo Británico y de la Universidad de Londres, barrio vecino del West End, lugar de cines y teatros, propicio pues al desarrollo de ambientes culturales y, en cierto sentido, bohemios y contestatarios, contestación que dirige el grupo a los elementos más decididamente reaccionarios de la época victoriana: el imperialismo en lo político y el puritanismo en lo concerniente al sexo.

El artífice del grupo es el hermano mayor de las Stephen, Thoby, que arrastra con él a sus hermanas y amigos, entre ellos Lytton Strachey, cuya obra Eminents Victorianas es considerada la»tumba del victorianismo». Son los primeros años del siglo XX y la Gran Guerra de 1914 a 1918 va a disolver, en parte el grupo, para reaparecer después de esa guerra, contra la que se declaran pacifistas activos, y pagarán un alto precio por ello. En ese primer periodo del grupo, alrededor de la casa de Virginia, se mueven figuras señeras de la intelectualidad inglesa: pienso en la pintora Dora Carrington, la escritora Vita Sackville-West, el poeta T. S. Eliot, o el filósofo Bertrand Russell. Aparecerán también, en un plano más personal el pintor Clive Bell, que se casará con Vanesa y Leonard Woolf, escritor y matemático, que lo hará con Virginia. No sé si Virginia pensaba acerca de los hombres de su grupo, tan brillantes en campos tan diversos del arte y de la ciencia, lo que escribió en su artículo «Hombres y Mujeres»: «El sexo charlatán, en contra de lo que dicta el sentido común, no es el femenino, sino el masculino. En todas las bibliotecas del mundo se oye al hombre hablar consigo mismo y, sobre todo, acerca de sí mismo…» y sigue: «Tengo los sentimientos de una mujer –dice Betsabe en Lejos del mundanal ruido, la novela de Hardy–, pero sólo tengo el lenguaje de los hombres». De este dilema brotan infinidad de confusiones y complicaciones. Se ha liberado la energía, sí, ¿pero en qué forma ha de fluir?… la mujer no fue creada en 1860. Gran parte de su energía tiene ya plena dedicación, y ha alcanzado un alto desarrollo. Verter el excedente de energía que pueda haber en nuevas formas, sin malgastar una gota, es el difícil problema que solo puede resolverse mediante la evolución y emancipación simultáneas del hombre».

Virginia junto a su hermana Vanessa.

Virginia tardará en ser reconocida como novelista, que era su ambición, y no publicaría su primera novela, comenzada en 1905, hasta 1915, y en los tiempos del primer Bloomsbury era una desconocida, excepto para un sector de la prensa escrita en la que colabora, y no es hasta la aparición de su cuarta novela en 1925, Mrs. Dalloway, que empieza a conocer el éxito.

En todo este periodo es Vanessa, su hermana, pintora poco conocida aún, la alma mater del grupo, aunque funda otro paralelo, el Friday Club, para artistas plásticos. Vanessa se casará con el también pintor Clive Bell, y será la más liberada desde el punto de vista sexual de todo el grupo, para escándalo de la sociedad “bien pensante” londinense, en especial por su relación adúltera con el también pintor y crítico de arte Roger Fry. Vanesa será el apoyo más firme de Virginia en los momentos de las frecuentes crisis depresivas de esta y de los intentos de suicidio que culminará un 28 de marzo de 1941, arrojándose al río en Lewes. La Virginia que al referirse a H.D. Thoreau, escribía: «Murió cuando estaba en la plenitud de la vida, y tuvo que sufrir una prolongada enfermedad en el interior de una casa. Pero de la naturaleza había aprendido el silencio y la resistencia de los estoicos.. y a contentarse, no con resignación sino con una saludable confianza en la sabiduría de la naturaleza, y en la naturaleza la tristeza no existe», esa Virginia escribirá a su hermana en su despedida de la vida: «Querida: No puedes imaginarte lo mucho que me ha gustado tu carta. Pero siento que he ido demasiado lejos en esta ocasión para que pueda volver. Es lo mismo que la primera vez, todo el tiempo oigo voces y sé que no puedo superar eso ahora… Apenas si puedo pensar con claridad ya. Si pudiera te diría cuanto habéis significado tú y los niños para mí. Creo que lo sabes. He luchado contra esto, pero ya no puedo más».  

Pienso, ahora en esta muerte que nos priva de la madurez creadora de Virginia, y en la soga que anilló el hermoso cuello de Marina Tsvetaieva, la gran poeta rusa, amiga de Anna Ajmatova, la autora del espléndido poemario Réquiem, de Rilke, el de las Elegías de Duino, de Pasternak, el de Mi hermana la vida, esa Marina que se suicida solo unos meses después, el 31 de agosto del mismo año, 1941, o pienso en el horno de gas en el que deposita, para morir, su cabeza rubia, la poeta anglo americana Sylvia Plath, unos años más tarde, un 11 de febrero de 1963, en Primrose Hill, Londres, no lejos de donde pintaron, escribieron, amaron, gozaron y sufrieron integrantes preclaras de su generación, defensores de los derechos de la mujer, en medio de un ambiente hostil, luchadores por la paz en mitad de la vorágine y la locura de las dos guerras mundiales, la Guerra Fría, Corea, los crímenes de guerra de los Estados Unidos en Vietnam, es decir, integrantes del Grupo de Bloomsbury, In Memoriam.

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Jaume Domènech Ambientalista

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