Por Milthon J. Chávez
La «posverdad» es más que un concepto, es un descubrimiento del que se habla desde 1992, cuando el serbio-estadounidense David Roberts lo uso por primera vez en un ensayo sobre el escándalo de Watergate, el Irán-Contra y la Guerra del Golfo. Se define como la idea según la cual el que algo aparente ser verdad es más importante que la propia verdad. Se refiere a declaraciones emocionales donde las réplicas y los hechos son ignorados. Esas declaraciones son emitidas por interlocutores aceptados por una audiencia y que tienen acceso a los grandes medios y a la viralización de la «información» (posverdad) a través de las redes sociales. Esencialmente la mentira se impone a la verdad.
Muertos sin derechos
Podría pensarse que una vez fallecida, la persona no tiene derechos, pero se reconoce que, como extensión de la existencia, el difunto tiene derecho a la sepultura, a que sus restos no sean exhibidos sin su propio deseo en vida. Inclusive, el derecho a que se le reconozca como muerto y la razón o circunstancias del fin de su ciclo de vida física. Pero vivimos tiempos de posverdad en los cuales hasta esos derechos son negados.
Desde mediados de febrero del 2020 hasta hoy, se hizo evidente que gobiernos como el de Chile, Brasil, Ecuador, Perú y Colombia, por su desapego con los pueblos, por intereses de la economía depredadora, tenían cifras de fallecidos por Covid-19 desgarradoras. El testimonio de las fosas comunes en la Amazonía de Brasil y Perú, los cadáveres en las calles de Guayaquil son la más trágica negación de las cobarde declaraciones y cifras de sus gobiernos.
Son muertos sin derechos, la mayoría no recibió el adiós de los suyos, pero además no tienen derecho a que se diga de qué murieron, ni siquiera tienen derecho a que se diga que están muertos.
El manejo exitoso de la pandemia en Venezuela, que exhibe apenas 11 dolorosas pérdidas a la fecha, se ha convertido en una afrenta a los gobiernos que tienen la vida como un bien menor. Además de las cifras oficiales, los hospitales y las calles son el mejor testimonio de una nación que no solo atiende los efectos de la pandemia interna, que viene venciendo con menos de 20% de contagios internos (comunitarios), sino que también atiende la inmigración de más de 50 mil connacionales, entre los cuales se han detectado, aislados y atendidos más de mil contagiados que representan más del 80%. Ellos son los humildes que atendieron el llamado a emigrar a Chile, Perú, Ecuador y Colombia donde «serían recibidos como hermanos» y de donde regresan humillados, maltratados, explotados y desatendidos. Solo sirvieron a la matriz de posverdad del momento y hoy retornan a su patria. La posverdad logra que pueblos maltraten pueblos.
El testimonio incómodo
Las verdades de Venezuela son un testimonio inconveniente para muchos gobiernos. Todo esto en medio de un bloqueo económico, la depresión mundial, bloqueo marítimo, piratería de sus bienes en el exterior y ataques mercenarios.
Ante semejante testimonio de la patria de Bolívar y Chávez, la posverdad mundial desata un nuevo ataque. El 26 de mayo se reunió la Conferencia Internacional de Donantes con refugiados y migrantes venezolanos en países de la región, en medio de la Covid-19. El desfile de la Unión Europea (UE), gobierno de España, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) se dio por la red. Se acordaron fondos multimillonarios (muestra parcial de los saqueados a Venezuela) para la migración, de esos que nunca ven los migrantes, ni los que regresan, ni los que trabajan recogiendo cadáveres y llenando fosas comunes en Perú o Ecuador; los trabajos de mayor riesgo que los de allá no quieren realizar. Allí el banquete de posverdad fue el pseudoinforme presentado por Human Rights y de la Universidad Johns Hopkins (la credibilidad de aquellos no da para presentarse solo) donde se afirma que los mil 121 casos confirmados de contagio de Covid-19 de Venezuela y 10 fallecidos, no pueden ser. De nada sirven los reiterados reconocimientos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a la estrategia venezolana. La posverdad establece que en Venezuela debe haber decenas de miles de cadáveres virtuales, con deudos y amigos virtuales, escenas invisibles más dantescas que las que se dieron en España, Italia, Nueva York o Guayaquil. Los que quieren negar la verdad de Venezuela al fin tienen un informe que invocar, la verdad negada. No toleran el ejemplo heroico.
Horizonte
Mientras tanto, una unidad especial de 800 soldados del Comando Sur de Estados Unidos llega a Colombia para «operaciones contra el narcotráfico». Hecho de por sí innecesario en un país que en sí mismo es una base militar de aquel, instalada sobre la dignidad del pueblo colombiano y que lleva décadas fortaleciendo su rol como proveedor de cocaína al principal consumidor.
Ante el fracaso de la incursión mercenaria, conocida como Operación Gedeón, del 3 de mayo, el asedio contra Venezuela arma otro ataque criminal. Con posverdad se construye el escenario: con Universidad y Human Rights como celestinas, con el Comando Sur tratando de hacer lo que mercenarios no pudieron. Un imperio agonizante con satélites y lacayos se prepara de nuevo y Venezuela, telúrica, esperanza de pueblos, espera.
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Milthon J. Chávez Postdoctorado en Seguridad de la Nación