Panóptico totalitario global

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Para María Alejandra Díaz

La tierra vive hoy un choque de dos paradigmas, una guerra total por la hegemonía geopolítica que  regirá los próximos siglos: el nuevo nomos de la tierra. El modelo unipolar (Imperium) que lo creíamos vencido por la multipolaridad, hoy se establece con nueva piel desde el poder suave pseudocientífico y ajurídico, desplazando incluso instancias no democráticas (Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, grupúsculo que decide la suerte del planeta), sustituyéndola por un panóptico totalitario global: maquinaria de vigilancia exterior e intervención interior vía programación, afectación endocrina y genética, ingeniería biológica inversa, exopolítica contra los Estados-nación soberanos, para el control y aniquilamiento humano, orquestada desde el «Estado profundo» denunciado por Eisenhower y J.F. Kennedy.

Panóptico no solo prisión, también principio general de construcción, dispositivo polivalente de vigilancia, máquina de control universal de las concentraciones humanas –como indca J.A. Miller–, modelo del mundo utilitarista de Bentham donde todo es pesado, calculado, controlado, evaluado, examinado, para establecer un espacio de control totalitario.

Sistema de dominio mediático y su doctrina de guerra informativa (infowar), quienes junto a la Organización Mundial de la Salud (OMS) –instancia supranacional financiada por intereses privados farmacéuticos– modifica a su antojo criterios, para preparar el sustrato pseudomoral e imponer protocolos, medidas de bioseguridad y enfilarnos hacia el Nuevo Orden Mundial (NOM) –nueva normalidad–. Tres momentos rituales anclados al número 11 anuncian ese NOM: 1) 11S de 1990, discurso de Bush padre; 2) 11S de 2001, implosión de las Torres Gemelas; y 3) 11 de marzo 2020, declaración de la OMS de la epidemia de Wuhan como pandemia.

Doctrina de guerra preventiva, recreada hoy no desde un Estado-nación, sino desde lo sanitario: enemigo espectral, invisible, no ubicable, deslocalizado, con el miedo y terror como fundamento, pánico global, prescribiendo protección y seguridad hobbesianas en función de entregar nuestras libertades y derechos humanos en nombre de la casa común, cambiando el contenido de nuestras propias Constituciones por normas tuteladas.

Es la misma lógica a diferente escala, esta vez ya no el recurso de exterminar el terrorismo como en 2001, sino perseguir eternamente al virus maléfico, cuyo rebrote, con inteligencia inasible, incluso extraterrestre, impone vacunas-chips y tatuajes electrónicos para movilizarnos. Cambiando la relación amigo-enemigo de Von Clausewitz desplazando al terrorista, enfrentándonos a un enemigo espectral, despolitizándonos nos pacifica, con argumentos moralistas  pseudosanitarios y médicos, sin real evidencia empírica ni epistemología científica rigurosa, exponencialmente transversalizados por la infowar.

Ya lo decía Kissinger en el NSSM-200 (National Security Study Memorandum. Implications of Worldwide Population Growth. For U.S. Security and Overseas Interests), publicado con fecha 10 de diciembre de 1974, donde preveía las implicaciones del crecimiento de la población mundial para la seguridad de Estados Unidos e intereses de ultramar, planteando un extenso control de la población pues se ponía en riesgo el acceso a minerales y otras materias primas.

«La única verdad es tierra, recursos, tecnología y ciencia  propia, agua, vida, patria y familia. No se equivoquen con nosotros y nosotras»

Es lo que históricamente han hecho a nuestros hermanos africanos: conejillos de indias de vacunas desarrolladas por las farmacéuticas, disminución de su población y enfermedades que antes no aparecían en su radar clínico. Malthus y Darwin repotenciados.

Es el giro de los capitalistas a señores feudales: pandemia creada por el poder político económico transnacional desde falsificaciones bioestadísticas como excusa: en 2017 la OMS publicaba que ese año hubo tres millones 910 mil casos de enfermedades respiratorias –650 mil eran muertos por gripes estacionales, que en 2018 no variaron– y resulta que ahora, sin el Covid-19 siquiera rozar esas cifras es declarado pandemia y  potenciado como tal por la Google, Amazon, Apple, Tuiter y Facebook (Gafat) reinventando su negocio y el de las farmacéuticas a punta de enfermedades provocadas, incrementando sus ganancias en mayo en más de 750 mil millones de dólares, asumiendo la máxima de cambiar la sociedad, quebrándola en sus fundamentos para remodelarla según sus visiones (Christofer Wyllie Camdridge Analytis).

Nos asustan con el número de “infectados” cuando la evidencia científica demuestra que la presencia de la inmunidad comunitaria humana es lo que prevalece frente a los virus bacterias y parásitos con los que convivimos hace millones de años, desconociendo el diseño natural con el que combatimos las enfermedades y hemos sobrevivido como especie. África se rebela ejerciendo su soberanía cuando declara salirse de la lógica de la OMS y sus nefastos protocolos y recomendaciones. Aprendamos de ese ejemplo.

Tenemos abundantes recursos propios, tierras y minerales raros, petróleo, oro, diamantes, agua, biodiversidad y para desarrollarlos necesitamos población, por eso no podemos aceptar agendas de despoblación, ni los eufemismos sobre control de la natalidad. ¡Es economía política estúpidos, soberanía!, pues el crecimiento económico real se mide en términos del aumento de la densidad relativa potencial de población de la sociedad, como demostró LaRouche.

Unidos a los países de la tierra que luchan contra el pantano neoliberal, hoy escondido detrás de los supuestos intereses altruistas de la OMS y negocios de farmacéuticas y tecnológicas, conformemos una asociación de países soberanos de recursos mineros y nuevas energías, donde el dominio sobre las tierras raras energéticas se oponga a la fantasía de este nuevo anidamiento capitalista.

Somos patriotas y debemos oponerles nuestros descubrimientos, nuestra propia ciencia: Sirio Quintero y su nanotecnología, la Fundación Keshe y su tecnología plasmática, Carlos Álvarez y su medicina regenerativa con alimentos y el Dr. Gracián con sus plantas medicinales y alimentación adecuada.

Desde la República Bolivariana de Venezuela, frente a las pretensiones de estos grupos élites psicópatas que desconocen los principios elementales de la democracia y ciencia, decimos: la única verdad es tierra, recursos, tecnología y ciencia  propia, agua, vida, patria y familia. No se equivoquen con nosotros y nosotras.

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María Aejandra Díaz Miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela (ANC)

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