Recuerdos de una noche en dictadura

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Por Jaume Domènech

«La noche del 27 de abril de 1974 asistía a un encuentro semiclandestino (la sombra de Franco seguía siendo alargada y aciaga y lo fue hasta casi dos años después en que se esfumó un 20 de noviembre de 1975, si bien, como el río Guadiana, de vez en cuando, fantasmal, reaparece). La reunión tenía por objeto homenajear al pensador y político italiano Antonio Gramsci, en el 37 aniversario de su muerte, en la clínica a Quisisana de Roma, sin haber abandonado del todo la cárcel, un 27 de abril de 1937.

No éramos muchos: algunos excompañeros de Universidad, algún militante del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), un par de intelectuales, una actriz. Esperábamos al profesor que había traducido y divulgado la obra de Gramsci al final de los años 60, cuya llegada a la cita requería de una complicada logística.

La charla –dada las condiciones no podía considerarse propiamente una conferencia– iba a tener lugar en la planta superior de un viejo café cuyo fuerte olor a vermut dejaba en videncia el verdadero sentido de la sala de billares adosada a las mesas y los futbolines en la planta baja. En la espera, y tras los saludos, se instaló, entre nosotros, una corriente alegre: dos días antes, en el vecino Portugal, había tenido lugar un acontecimiento casi milagroso. Había triunfado la Revolución de los claveles que puso fin a la dictadura salazarista (nosotros pensábamos en el fin de la nuestra). Tarareamos la canción de José «Zeca» Alfonso, Grandola vila Morena, que emitió Radio Renacensa, en la madrugada del 25, y que fue el detonante de los militares demócratas de Otero Sara vía de Carvalho. Uno de los militantes que asistía narró la anécdota de la muchacha que había colocado un clavel en la boca del fusil de un soldado, y ya todo fueron claveles en la aurora de ese día.

Alguien echó agua al vino un poco después: no recordábamos que el día antes del fallecimiento de Gramsci, el 26 de abril de 1937, de 16 a 19:30 de la tarde –la hora en que Antonio moriría al día siguiente– la Legión Cóndor hitleriana, junto a la Aviación Legionaria Italiana –de la Italia fascista mussoliniana, la que persiguió y encarceló a Gramsci de 1927 hasta su muerte– bombardearían la ciudad vasca y republicana, Gernika, asesinando a más de dos mil personas inocentes, en día de mercado. Unos días más tarde, Picasso comenzaría a pintar su Gernika.

El profesor se demoraba. Se hizo un silencio triste sobre el que martilló alguien: «Ya hará casi dos meses de la ejecución de Salvador. He hablado con sus hermanas y me han dado a leer su carta de despedida». –»Cómo están?». –» Podéis imaginar…» (Salvador Puig Antic, el joven militante anarquista y del Mil, el último ejecutado, mediante garrote vil, en Barcelona el 2 de marzo de ese 1974. Para cubrir ese asesinato, Franco hizo matar a un vagabundo polaco, Heinz Chez).

Llegó el profesor, por fin. Se amortiguaron las luces, callaron las voces y aquel hombre sabio comenzó a desgranar, para nosotros, la ejecutoria vital de Antonio Gramsci. Su nacimiento un 22 de enero de 1891, en Ales, Cagliari, Cerdeña, Italia. Sus lecturas, a edad temprana, de Benedetto Croce, Salvemini, con cuyo socialismo campesino simpatiza. Su ingreso en el PSI. De la publicación el 1 de mayo de 1919 del primer número de Ordine Nuovo, cuyo lema de cabecera es toda una consigna: «Instruiros porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia. Agitaros porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo. Organizaros porque tendremos necesidad de vuestra fuerza». La aparición en enero de 1921 de Ordine Nuovo, como diario, siendo Gramsci su director, y redactores como Togliatti, Montagnana, Pastore, figuras del comunismo italiano. De la Constitución y Primer Congreso del PC d’ Italia, el 21 de enero de 1921, en el Teatro San Marco de Livorno.

El conferenciante desgrana datos y fechas. Habla de la detención y condena de Antonio en 1927. Pasan ante nosotros los nombres ominosos de cárceles italianas. Luego nombres amados.. la familia Schucht, la esposa Julia, los hijos Delio y Giuliano, la cuñada Tatiana, su corresponsal más preclara, la guardiana fiel de la vida y la obra de Gramsci, y que, sin su aportación ni aquella habría sido tan conocida, ni su obra tan trascendente, los padres, hermanos, compañeros de partido.

Luego la enfermedad y la muerte que le alcanza, en situación semicarcelaria aún, en la Clínica Quisisana, de Roma, el 27 de abril de 1937.

El profesor termina con un guiño a nuestra Barcelona: al parecer Palmiro Togliatti, incorporado a la República española en guerra contra nazismo y fascismo, habría recibido, en julio de 1938, las primeras copias fotografiadas de los Cuadernos de Gramsci.

Se encendieron las luces y fuimos saliendo a la calle de dos en dos, máximo de tres en tres. Sonó lejana una sirena. De un portal asomaba la punta de un cigarrillo que fumaba un individuo enfundado en una gabardina gris, y que Lucía un bigotito recortado. Lo reconocí de una madrugada dura, de castigos, en una comisaría donde confinaban a los comunistas que osaban romper las reglas franquistas. Confortado por Gramsci no pude si no dirigirle una mirada de desprecio. Antonio Gramsci vivía, lo demás no importaba.

Años más tarde, escribo desde el confinamiento en Barcelona, una ciudad como todas en este momento, sometido a la fatalidad de la muerte provocada por el coronavirus que nos ha sumido a todos en una cuarentena que quien sabe si estamos listos para abandonar ahora que están empezando a salir los niños a las calles. En estos tiempos y a mas de ocho décadas de su partida, su presencia sigue latente, en su retrato que traza una pintora, en los jóvenes que estudian su legado, en el especial de Correo del Alba, hecha por gente joven desde la América del Sur, en un profesor que dicta una charla en una universidad cualquiera en otro idioma sobre la vida del genial sardo que nos cambió la forma de ver el mundo.

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Jaume Doménech Ambientalista

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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