Por Yoselina Guevara López

La palabra «pasión» deriva del latín «Pasionis», que a su vez procede del griego «Pathos», concepto que alude a manifestaciones de la subjetividad y está vinculada al padecimiento. Cuando la asociamos al nombre del más trascendente líder del cristianismo, nos referimos a los últimos acontecimientos de su vida, que lo llevaron a su fallecimiento en la cruz del calvario. Una muerte, por lo demás, absurda y humillante en su tiempo, sobre todo para un mesías.
Aquella modalidad de ejecución de la pena de muerte se trataba de una verdadera tortura, que no podía ser aplicada a los ciudadanos romanos. Por esto, en los tres primeros siglos de la historia del cristianismo, la cruz no fue utilizada como símbolo, siendo sustituida por la ánfora, el pez, entre otros. A partir de bien entrado el arte paleocristiano, la imagen de un Jesús crucificado se convierte en el símbolo irrefutable de la máxima imagen del amor y redención. Prestigiosos artistas han representado las escenas de la pasión de Cristo, donando a la humanidad notables obras pictóricas, desde Giotto, Tintoretto, Miguelangel, Rafael Sanzio, Caravaggio, Rembrandt, Rubens, Bacon, Chagall, Picasso o Salvador Dalí.
En el arte musical la pasión hizo surgir, sobre todo con el compositor alemán Johan Sebastian Bach, una nueva forma musical del mismo nombre, «pasión». «La pasión según San Juan» de Bach, es una de sus más importantes composiciones, llena de intensidad. Concentra en la escritura coral el poder de la palabra. Dado que Bach era de fe luterana, protestante, por años la interpretación de su música estuvo vetada en las iglesias católicas.
En América Latina y el Caribe, un osado compositor argentino, Osvaldo Golijov, escribió «La pasión según San Marcos», maravillosa obra musical que refleja el encuentro y la fusión ecléctica de las culturas presentes en el continentes. A una conformación de instrumentos orquestales clásicos, Golijov incorporó un nutrido grupo de percusiones afrolatinas: tambores batá, chékeres, quitiplás, congas, cajón, bombo legüero, además de un acordeón, y guitarras.

Evidentemente en la obra del argentino tienen un protagonismo mayor los ritmos latinos: rumba, samba, música yoruba, flamenco, en una lógica escénica simbólica que mira directamente a la religiosidad sincrética afroamericana en la que percusión, baile y canto son una unidad histórica indivisible, como lo somos los habitantes de estas tierras.
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Yoselina Guevara López Corresponsal en Italia
VIDEO «La pasión según San Marcos», Directora María Guinand. Teatro Teresa Carreño, Caracas, 2008