Álvarez: “El Estado palestino que se propone es a todas luces una ficción”

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Por Javier Larraín

El pasado 28 de enero el presidente estadounidense, Donald Trump, acompañado del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dieron a conocer públicamente el contenido del “Acuerdo del siglo”, controvertida propuesta encaminada supuestamente a resolver las diferencias entre israelíes y palestinos.

Para hablar de los pormenores de este unilateral plan y de las motivaciones del inmediato rechazo palestino, dialogamos con María Elena Álvarez, Doctora en Ciencias Históricas, Profesora Titular del Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García” de la Cancillería cubana, así como especialista en Medio Oriente y autora de decenas de artículos, ensayos y libros sobre la materia. 

Profesora, ¿cuáles son los principales puntos expuestos en el documento?

Entre los principales aspectos del denominado “Acuerdo del siglo”, sobresalen: 1) Un plazo corto para la creación de un Estado de Palestina (establece el requisito de que esté desmilitarizado); 2) Dos fracciones de territorios (mayormente despobladas y en una zona desértica del sur) serían cedidas al nuevo Estado palestino para la creación de una zona industrial y otra agrícola y residencial; 3) Se prevé la construcción de un túnel para conectar a Gaza con los territorios de Cisjordania, controlados por los palestinos; 4) La nueva capital palestina estaría en Abu Dis, en las afueras de Jerusalén; 5) La anexión por parte de Israel de los territorios de la Cisjordania en la frontera con Jordania y otra franja en el Oeste; 6) La formalización de los asentamientos judíos establecidos en Cisjordania y el establecimiento de una Jerusalén unificada como la  capital de Israel; 7) Una inversión de 50 mil millones de USD por parte de la comunidad internacional, a lo largo de 10 años, para desarrollar la economía palestina.

¿Por qué hay quienes rechazan emplear el calificativo de “acuerdo”?

Porque, en la práctica, para que exista un acuerdo debe haber dos partes y, en este caso, los palestinos fueron obviados, así como todos los precedentes de acuerdos de los años 90 y las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). O sea, hay un solo beneficiario: Israel.

¿Por qué se puede decir con justeza que el “Acuerdo del siglo” favorece abiertamente a los intereses sionistas?

Debido, sobre todo, a que los derechos soberanos básicos de los palestinos fueron quebrantados, suprimidos de un plumazo. Por ejemplo, no tendrían espacio aéreo propio, tampoco FF.AA. –sino solamente una pequeña fuerza policial–, los asentamientos en los Territorios Ocupados (TO) se mantendrían y no se subordinarían a la autoridad palestina, sino que continuarían bajo soberanía israelí (dichos asentamientos representan, aproximadamente,  una cuarta parte del supuesto Estado palestino). Además, Israel se quedaría con el 25% de las mejores tierras palestinas, y estos no podrían ejercer ningún derecho soberano sobre sus tierras, en tanto que la población palestina continuaría siendo la mano de obra barata y semiesclava que contratan los asentamientos para sus oficios menos calificados.  

«La partición de 1947 define claramente la fundación de los dos Estados en pie de igualdad, con idénticos derechos y territorios bien definidos»

La dinámica de los asentamientos después de la Guerra de Junio de 1967, constituyó un desafío perenne a todas las resoluciones de la ONU al respecto –y de la Liga Árabe y la Unión Europea (UE)–, en un proceso descrito por el mundo académico como «creeping annexation», es decir, una anexión reptante, tajada tras tajada, incluyendo el monopolio de las fuentes abastecedoras de agua, elemento vital en este conflicto. Se mantuvo la política del “hecho consumado”: poblar, controlar y expulsar a los palestinos de sus tierras.

En consecuencia, el Estado palestino que se propone es a todas luces una ficción, pues queda reducido territorial, constitucional y políticamente a ser apenas un barrio especial de Israel, un apéndice de este, y nada más.

¿Cuál es la posición de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) al respecto? Y, ¿cuál es su propuesta histórica para la superación del conflicto?

La postura de la ANP es no aceptar el acuerdo. Su propuesta histórica se apoya en las resoluciones de la ONU, el Acuerdo de Oslo de 1993 y otros posteriores. Incluye la creación de dos Estados, el retorno de los refugiados y la eliminación de los asentamientos, con capital en Jerusalén. Antes  de presentar el acuerdo, la ANP planteaba los aspectos que debían respetarse: el plan debería basarse en las fronteras previas a junio de 1967, con intercambios territoriales y dos capitales en Jerusalén.

Debemos recordar que las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos están estancadas desde 2014 y que Mahmud Abás se ha negado  a volver a la mesa de negociación mientras Israel no cumpla con varias condiciones, entre ellas, el fin del crecimiento de los asentamientos en los territorios palestinos ocupados. Asimismo, no se valida a EE.UU., como único mediador, después del reconocimiento de Jerusalén como capital israelí por parte del presidente Donald Trump.

La partición de 1947 define claramente la fundación de los dos Estados en pie de igualdad, con idénticos derechos y territorios bien definidos, muchos de los cuales sigue hoy usurpando Israel. El fundamento jurídico internacional más importante no es otro que la Resolución No. 242 de la ONU –aprobada por unanimidad, incluido los EE.UU.–, que obliga a restablecer las fronteras previas a la Guerra de Junio de 1967. Junto a esta, el gran número  de condenas y resoluciones que durante casi 50 años ha aprobado la ONU y su Consejo de Seguridad, en materia del carácter ilegal de los mencionados asentamientos, lo que deja claramente establecido su no reconocimiento por la comunidad internacional de naciones. Estos son los instrumentos esenciales para cualquier arreglo de paz.

Mapa propuesto para el llamado «Acuerdo del siglo», 2020

¿Cuál es la posición del mundo árabe acerca de la propuesta de Trump-Netanyahu? Y, particularmente, ¿facilita una eventual alianza palestino-iraní?

Antes de que hablara Abás ya toda la población palestina había salido a protestar en las calles. Era obvio que el “Acuerdo del siglo” era totalmente inaceptable. La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) lo rechazó de inmediato, seguido por la Liga Árabe (declaración oportuna), así como por países de la región. La jugada a Trump no le ha salido bien en lo absoluto y hasta sus más cercanos aliados árabes, como Arabia Saudita y Jordania, se vieron forzados a rechazar el plan.

La ANP ha tratado de apoyarse en toda alianza regional e internacional. El Gobierno iraní, una y otra vez, ha planteado su alianza y apoyo a los palestinos, mientras rechaza la postura de Israel. En el contexto actual, no debe descartarse un mayor acercamiento entre los palestinos e iraníes, pero, sobre todo, la defensa de los derechos de los primeros, en diversos escenarios, por parte de los segundos.

¿Cuál es la importancia que cobra Jerusalén en el conflicto?

Desde 1967, Israel ocupa la parte Este de Jerusalén –la ciudad fue internacionalizada por la Resolución No. 181 y en la Guerra de 1948 fue dividida en dos mitades: la occidental, israelí, y la oriental (esta última bajo control de Transjordania, hoy Jordania)–. En 1980 Israel se anexionó unilateralmente Jerusalén, a la que considera su capital «eterna e indivisible». Esto no fue reconocido por ningún país, hasta que Trump trasladó su embajada hasta allí.

Los  palestinos aspiran a declarar Jerusalén Este como capital de su futuro Estado (considerada una de las tres ciudades sagradas por el islam). El denominado “Acuerdo del siglo” no distingue la parte Oriental ni Occidental, habla sólo de «Jerusalén», lo que legitima la aspiración de Israel y frustra los deseos palestinos de establecer su soberanía en el Este. Pero, los palestinos son apoyados, entre otros, por los países que pertenecen a  la Organización para la Cooperación Islámica, quienes ya en diciembre de 2017 descartaron a EE.UU. como único mediador en el conflicto.

Dra. María Elena Álvarez Acosta

Según los Acuerdos de Paz de 1993, las partes: israelíes y palestinos, tendrían que discutir sobre el estatus final de Jerusalén en una fase ulterior del proceso. Pero esa negociación ha sido pospuesta y, tal como planteábamos, Israel ha continuado con su política del “hecho consumado” y ha plagado de asentamientos judíos la ciudad, al tiempo que ha limitado la residencia de palestinos de diversas formas, así como su movilidad. Desde 1967, Israel ha construido decenas de asentamientos para alojar a 200 mil judíos en la parte Este. Inclusive, la ciudad es gobernada como una sola entidad, bajo jurisdicción israelí. Una tercera parte de los jerusalemitas son palestinos, que no tienen ciudadanía, sino un estatus de «residente permanente». Y aunque pagan los mismos impuestos que los israelíes, los servicios básicos en los barrios palestinos son deficitarios.

Igualmente, ¿cuál es el valor del Valle del Jordán?

En cuanto al Valle del Jordán [1], es una posición estratégica: posee  una tierra fértil que limita con la frontera de Jordania. Allí viven unos 53 mil palestinos y 12 mil 800 colonos judíos [2]. La principal ciudad palestina en la región es Jericó. Pero también hay algo menos de 30 localidades más pequeñas y algunas comunidades de beduinos. Sin embargo, los palestinos tienen prohibido entrar o usar el 85% del territorio. Los palestinos-beduinos han habitado en gran número el Valle del Jordán, en el pasado siglo, bajo las leyes de británicos, palestinos y ahora los israelíes. Son un pueblo agrícola tradicional; la mayoría son pastores y agricultores que viven de la tierra.

Desde 1967 este valle permanece bajo control de tropas de Israel, que se niegan a abandonar el territorio alegando motivos de seguridad. “Controlar el Valle del Jordán siempre ha sido fundamental para Israel. La frontera entre Israel y Jordania es una especie de puerta al resto de países del Medio Oriente” [3], ha señalado James Sorene, quien igual ha precisado que “en las últimas negociaciones de paz, el valle fue un punto de desacuerdo ya que Israel pretendía permanecer allí durante al menos media década y los palestinos quería reducir ese tiempo. Mantener el control militar es un requerimiento mínimo de Israel en las conversaciones”.

Mapa del histórico despojo israelí del territorio palestino, 2020

Desde que los Acuerdos de Oslo dividieran la orilla Oeste en 1993, se designó al Valle del Jordán “Área C”, sometiendo a la población palestina a las leyes militares israelíes. Y aunque se estipuló que el poder se transferiría a las autoridades palestinas, no se ha producido transición alguna.

Las leyes que gobiernan las “Aéreas C”, niegan a los palestinos derechos básicos y libertades. Es ilegal construir para ellos, incluso en sus propios pueblos. Esto permite que se destruyan casas, colegios, pozos a criterio del Ejército israelí. Restricciones en el movimiento dentro de la orilla Oeste, tampoco el permitir a los granjeros poder comerciar. Los abundantes recursos del Valle del Jordán, que se ha ganado el nombre de “la cesta de pan” de palestina, han sido monopolizados y explotados por compañías y establecimientos israelíes.

Por ejemplo, la compañía de aguas israelita Merkorot controla el 98% del suministro de agua de la región, cobrando precios más altos a los palestinos que a los colonos. Este monopolio está apoyado/ayudado por órdenes militares que han destruido 162 pozos palestinos desde 1967. En algunos acasos, los pozos palestinos han sido cerrados y han sido obligados a traer agua desde un pueblo a 35 Km de distancia.

Desde 1967, una población de más de 300 mil palestinos en el Valle del Jordán se ha visto reducida a 52 mil. Muchos de ellos se han marchado a campos de refugiados, situados en la orilla Oeste o en Jordania. Enormes franjas de tierra son tomadas bajo leyes militares para convertirlas en campos de tiro, asentamientos agrícolas y reservas naturales.

La anexión del valle propuesta por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, cortaría el área de Jericó y dispersaría a otras aldeas palestinas del resto de Cisjordania.

En efecto, el Valle del Jordán representa casi el 30% de Cisjordania, menos para los palestinos, más para los israelíes.

¿Qué implica para Palestina el reconocer un Estado judío?

Si se reconoce el carácter exclusivo judío, se está negando –y excluyendo– el derecho no solo de los pobladores palestinos, sino de otros que no son judíos. Además, si se alega que fue por derecho histórico un Estado judío, se niega la historia de los pueblos que han poblado ese territorio, incluyendo a los palestinos.

¿Cuál es el costo que tiene, para la comunidad internacional y el orden global, el que flagrantemente esta propuesta descarte las resoluciones de la ONU y el Derecho Internacional referidas al respeto de las fronteras previas a 1967, el amparo a los refugiados palestinos, entre otros temas?

Por una parte,  demuestra el desprecio del Gobierno de EE.UU. por el Derecho Internacional y las organizaciones internacionales, en una actuación hacia el desorden internacional y el hacer lo que quiero de forma unilateral; por otra, la imposibilidad de los otros actores de convencer u obligar a Trump y su equipo de hacer lo que está establecido.

“Desde 1967, una población de más de 300 mil palestinos en el Valle del Jordán se ha visto reducida a 52 mil”

En otro sentido, muestra la “necesidad” de exhibir su poderío, de retar, de utilizar cualquier vía para aclarar que EE.UU. es el centro poderoso que puede hacer y deshacer. En la práctica esto proyecta síntomas de debilidad ante el consenso de la mayoría y el ascenso de otros poderes. Lo que también se refleja en la correlación de fuerzas en el Medio Oriente.

Algunas autoridades palestinas han expresado que el “Acuerdo del siglo” tiene por propósito final desestabilizar Medio Oriente y desatar nuevas guerras, ¿cuál es la importancia geopolítica de esta región?

En la actualidad el Medio Oriente se ha convertido en centro de “enfrentamientos” entre los poderes regionales y extrarregionales. El problema palestino, centro del conflicto de la región, había pasado a ocupar un papel menos visible ante  los acontecimientos en Irak y Siria, pero sobre todo en el segundo.

La presencia rusa en Siria, su alianza con Irán y China, así como su acercamiento a Turquía; el proyecto de la Franja y la Ruta de Beijing; el fortalecimiento del denominado Eje de la Resistencia; así como el empantanamiento de la Guerra en Yemen, por parte de la coalición que dirige Arabia Saudita; han sido factores de reacomodo al accionar de la administración Trump. La resistencia y el empantanamiento, entre otros aspectos, han debilitado la postura de Washington en un área clave para cualquier protagonismo a nivel mundial.

¿A qué se debe la decisión unilateral de la administración Trump por dedicarse a legitimar cada plan de Israel para con su política hacia Palestina –por ejemplo, traslado de su embajada a Jerusalén, reconocimiento de territorios ocupados por los israelíes, entre otros–?

Más allá de los factores regionales, están, especialmente, la alianza histórica entre ambos, la importancia que reviste para cualquier elección en EE.UU. un apoyo del lobby proisraelí, a lo que se podrían sumar, más allá de lo expuesto, los lazos –y concepciones– coincidentes de Netanyahu –lo más reaccionario– y Donald Trump y otros personeros de la Casa Blanca, como su yerno.

Por último, ¿cuál estima debiera ser la posición de la Asamblea General de la ONU en la materia? ¿Es cierto que Palestina no cuenta con los votos necesarios que le respalden en el Consejo de Seguridad?

La Asamblea General debe seguir su postura, donde ha prevalecido el cumplimiento de anteriores resoluciones, en base a la conformación de dos Estados, entre otros aspectos. En el Consejo de Seguridad será muy difícil aprobar cualquier resolución que respete los derechos palestinos, pues EE.UU. tiene el derecho al veto.


[1] Abarca desde la ciudad israelí de Beit Shean (a 90 km al norte de Jerusalén) hasta el extremo norte del Mar Muerto, con una superficie de 2.400 km²; casi un tercio de Cisjordania.

[2] Según la ONG israelí antiocupación Paz Ahora.

[3] James Sorene, analista de Israel y Medio Oriente y consejero delegado del Centro de Comunicaciones e Investigaciones de Israel en Reino Unido.

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Javier Larraín Editor

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