Por Edwing Catacora
A tres meses del golpe de Estado en Bolivia en contra del líder indígena Evo Morales, el gobierno de facto de Jeanine Áñez está obligado a garantizar la realización de nuevas elecciones. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) definió que la fiesta democrática se realizará el 3 de mayo, para ello se habilitaron a ocho frentes políticos para la elección de presidente, vicepresidente, 36 senadores y 130 diputados. La decisión soberana del pueblo precisará si se recupera el Proceso de Cambio o se consolida el retorno del neoliberalismo. Las primeras encuestas dieron la delantera al Movimiento Al Socialismo (MAS), lo que puso en alerta a los partidos de derecha.
Este proceso electoral posee características singulares. El MAS tiene el reto de desmotar el mito del supuesto fraude de octubre de 2019 y apuesta a ganar en primera vuelta. Asimismo, es la única vez, en dos décadas, que Evo Morales no figura en las listas de candidatos. Los vocales del TSE, afines al Gobierno, decidieron inhabilitarlo por no radicar en territorio boliviano. Aunque el trasfondo no es otro que impedir que el líder indígena recobre protagonismo político como Senador y desde este foro obstaculice los intereses de EE.UU., que ambiciona controlar la producción del litio boliviano, mineral fundamental para el desarrollo de las sociedades modernas.
La proscripción de Morales ha sido celebrada por la oposición cívica, clerical, empresarial, policial y militar. Se evidencia un alto temor a su sola presencia en el país, por ello trabajan para incriminarlo por supuestos actos de terrorismo y sedición. Las principales fuerzas de oposición creen que se les abrió una buena oportunidad para alcanzar el poder de manera democrática y para garantizar este objetivo, Áñez y compañía, desplegaron un proceso de descabezamiento del MAS, persiguiendo y encarcelando a dirigentes políticos, sociales y exministros. En tal contexto, sin duda habrá una campaña sin igualdad de condiciones. Los medios de comunicación, cómplices del golpismo, ahora se empeñan en desvirtuar los logros políticos, económicos y sociales de 14 años de Proceso de Cambio.
Fórmulas presidenciales
Por un lado, la derecha va dividida en cuatro alianzas y tres partidos, por el otro, el MAS se disciplina con el binomio Luis Arce – David Choquehuanca. En total son ocho frentes políticos, los que se pueden subdividir en dos bloques: los de primera línea y los testimoniales. En primera línea están los frentes con buen porcentaje de apoyo (según las encuestas): Luis Arce del MAS; Carlos Mesa de Comunidad Ciudadana (CC); Jeanine Áñez de Juntos Avancemos y Luis Fernando Camacho de Creemos. En los testimoniales están las alianzas con baja aceptación: Jorge “Tuto” Quiroga de Libres 21; Chi Hyun Chung del Frente para la Victoria (FPV); Feliciano Mamani del Partido de Acción Nacional Boliviano (PAN-BOL) y Fernando Caínza de Acción Democrática Nacionalista (ADN).
Encuestas
Entre enero y febrero de 2020 en los medios de comunicación se publicaron cuatro encuestas, donde el MAS lidera la intención de voto. Los estudios evidencian que un buen porcentaje de la población apuesta por la recuperación del Proceso de Cambio; sin embargo, proyectan una segunda vuelta. Se debe recordar que para acceder a la silla presidencial el candidato ganador debe obtener 50+1% o el 40% de los votos con una diferencia de 10 puntos sobre su inmediato seguidor.
Los datos que proporcionan las encuestadoras muestran una tendencia ascendente de preferencia electoral del MAS. Estos resultados son similares a los estudios elaborados para las elecciones de octubre de 2019, cuyos datos promediaban entre un 36% y 38% para esta tolda. Lo concreto fue que en dichas votaciones el MAS obtuvo el 47% de los votos, consiguiendo ganar en primera vuelta; resultados que fueron anulados debido al hallazgo de supuestas irregularidades en el proceso de cómputo de los votos. Pese a que la Organización de Estados Americanos (OEA) nunca pudo probar el “monumental fraude” que es cantado por la oposición.
Con este mapa de candidatos las perspectivas para la derecha se vuelven cuesta arriba. La candidatura de Áñez aumenta la fragmentación del polo al competir y disputar el electorado oriental con Camacho y divide el voto occidental, disputándole a Carlos Mesa. Mientras tanto, los recientes hechos de corrupción en varios ministerios le restarán apoyo a la autoproclamada presidenta.
En consecuencia, la pregunta que públicamente se hace la derecha es: ¿Cómo ganarle al MAS con el voto fragmentado? Es de conocimiento que se encuentran haciendo gestiones para crear un bloque de unidad, similar a las megacoaliciones del pasado neoliberal, donde se cuoteaban los espacios de poder del Estado.
La ventaja del MAS se centra en la composición del binomio Arce – Choquehuanca, caracterizada por el etno-clasismo. Arce (clase media emergente) y Choquehuanca (indígena). Esla síntesis de obreros y campesinos indígenas originarios. Y aún goza con el apoyo de un voto duro del área rural y de los barrios populares, lo que permitiría triunfar en primera vuelta. De lo contrario, en caso de un balotaje, la derecha se unificará cueste lo que cueste.
Las elecciones del 3 de mayo demostrarán que la idea de fraude solo fue parte de un plan siniestro montado por el imperialismo norteamericano y sus correligionarios, que dio lugar al golpe de Estado. En esta coyuntura las desventajas para el MAS son dos: primero, la ausencia física en territorio boliviano de su líder histórico, Evo Morales; y segundo, un TSE que responde sin ambages los designios del Ejecutivo.
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Edwing Catacora Periodista
