Por Correo del Alba
¿Qué puede haber de bueno para un pueblo cuando se reúnen Donald Trump y Jair Bolsonaro en territorio estadounidense? El sábado 7 de marzo el presidente brasileño viajó hasta Palm Beach, Florida, para visitar en su residencia personal al magnate presidente, con quien sostuvo una cena privada de trabajo. ¿Qué hablaron realmente? No lo sabremos, a menos que alguien filtre parte de la información. Sin embargo, lo declarado públicamente mediante un documento manifiesta la voluntad por “profundizar” las relaciones bilaterales e incrementar la prosperidad económica, fortalecer la democracia, promover la paz y la seguridad; valores alterados por ellos mismos a la hora de ejercer la fuerza y despojar a los países menos poderosos.
Envalentonado tras de haber matado al iraní Qasem Soleimani, en un ataque relámpago en la capital iraquí, Trump se obsesiona por recuperar su patio trasero, misión para la que contempla al súbdito Bolsonaro y las FF.AA. brasileñas, que hasta ahora guardaban un carácter antiimperialista, aunque el escenario ha cambiado.
Al concluir la cita, solo el presidente estadounidense habló con la prensa, en tanto el visitante no dio ninguna declaración y como buen vasallo recibió elogios de su anfitrión: “Ha hecho un trabajo fantástico, Brasil lo ama y Estados Unidos lo ama”. ¿En qué consistirá su trabajo fantástico? ¿Y la reafirmación de la alianza estratégica firmada?

Evidentemente charlaron acerca de la renovación del compromiso por brindar apoyo al autoproclamado venezolano Juan Guaidó, a fin de conseguir, según ellos, “el restablecimiento del orden constitucional en Venezuela”.
Además adelantaron que estarán en Bolivia supervisando y apoyando los comicios presidenciales del 3 de mayo, para resguardar unas “elecciones libres y democráticas”.
Cuando dos villanos se reúnen la película se torna violenta. “¿Qué hacer?”, decía Lenin. Venezuela lo tiene muy claro y está preparada moral y militarmente para enfrentar al invasor, pero a Bolivia, recién entregada al Norte –por los también autoproclamados–, le espera un camino de rodillas, aun cuando deseamos que sepa ponerse de pie y recupere la dignidad arrebatada.