Por Edwing Catacora D.
Se atribuye a Voltaire eso de que “la política es el arte de mentir a propósito”. A partir de este criterio, falsear o tergiversar los hechos se ha vuelto frecuente para desacreditar al adversario. La concepción de Maquiavelo sobre la forma de hacer política (“el fin justifica los medios”) es un pilar para quienes desean alcanzar el poder sin importar si lo realizado es ético o no. En otras palabras, separaron la ética de la política. Ponen en práctica de manera cotidiana la frase de Joseph Goebbels: “Miente, miente; que algo queda”.
A esa forma de hacer política se la conoce como “guerra sucia”. Una táctica negativa que es usada por sectores conservadores de la derecha que pretenden recuperar el poder perdido hace trece años. La guerra sucia en Bolivia y otras partes del mundo ha sido un instrumento del marketing político que se ha usado desde hace mucho tiempo. Mediante este recurso lograron obtener algunos éxitos. Por ejemplo, en 2016 la oposición denunció que Evo tenía un hijo con Gabriela Zapata y que ella hacía tráfico de influencias a nombre del Presidente. Esto repercutió en los medios y en las redes sociales e influyó en algunos sectores de la población y en la votación. Posteriormente, las investigaciones establecieron que todo era mentira. Los efectos de esta guerra fueron psicológicos, provocaron indignación, duda, miedo eiraen la población. Se apeló al instinto y a las emociones que tienen los seres humanos.
En el presente, los opositores pretenden reeditar la experiencia de 2016. Utilizan nuevamente este método con el fin de derrotar en la urnas el 20 de octubre al binomio del MAS, a pesar que en los últimos estudios publicados sobre intención del voto están lejos de esta posibilidad. Evo les lleva la delantera con un promedio del 35%, seguido por Mesa con 30% y Ortiz con 8%. Entonces, para revertir estos datos, necesitan intensificar su estrategia a sabiendas que ya solo faltan cuatro meses.
La mentira, el rumor y las medias verdades son los caballos de Troya usados para conseguir respaldo y ver si es posible estimular un escenario de conflictividad. Se conoce que los opositores están coordinando con sectores sociales resentidos con el Gobierno, con plataformas ciudadanas del 21-F y con todo el aparato mediático (prensa escrita, radios, tv y redes sociales). A través de medias verdades preparan las condiciones para salir a las calles, no solo en contra de Morales, sino también contra el Órgano Electoral, ya que lo desacreditan en base a un supuesto montaje de fraude electoral. La única finalidad del descrédito es desconocer los resultados en caso de ser ganador Morales. Además, prefieren abrir varios frentes para ganar mayor fuerza. Por ello atacan la gestión de Gobierno bajo el supuesto estancamiento del modelo económico, cuando organismos internacionales dicen lo contrario. Mienten al señalar que si gana Evo, Bolivia vivirá la misma crisis venezolana. Profetizan de un aislamiento internacional. Los últimos hechos de corrupción y narcotráfico son vinculados al Gobierno, cuando los delitos son intuito personae.
Para nadie es un secreto que la guerra sucia no es empleada por pura creatividad de la oposición, sino que responde al asesoramiento de la Embajada de EE.UU. en La Paz, servicios secretos, ONG, dueños de medios de comunicación, expertos en redes sociales e intelectuales orgánicos de la burguesía boliviana.
Esperemos que la guerra sucia y la manipulación a la hora de las elecciones no hayan sido determinantes, que se imponga la conciencia del pueblo y el criterio político. El reto del MAS será contrarrestar esta forma de hacer política, si no se habrá impuesto la lógica de Goebbels y eso es peligroso para el Proceso de Cambio.
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Edwing Catacora D. Cientista político