EE.UU. versus China: ¿qué papel le cabe jugar a América Latina?

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Por Manuel Azuaje Reverón

El 16 de mayo miles de personas cayeron en pánico al ver las imágenes que circularon por las redes sugiriendo que su móvil Huawei pronto sería un caro pisa papeles. Considerando que la empresa china fue la segunda vendedora de celulares en 2018, podemos imaginar que no fueron pocos los que corrieron a buscar qué estaba pasando. Si fuiste uno de ellos, seguro leíste varias noticias sobre una guerra comercial entre Estados Unidos y China, sin embargo, ¿se trata solo de eso? Vamos a ver.

De dónde viene y hacia dónde va China

Durante treinta años, el gigante asiático creció cerca de 10% al año, subiendo sus puestos en la economía mundial. En ese tiempo se convirtió en el principal productor de las manufacturas demandadas en el planeta y paralelamente pasó a ser un consumidor voraz de materias primas y medios de producción. Todo esto ocurrió a partir de la deslocalización de la producción acordada por los países del norte global, quienes establecieron una nueva división internacional del trabajo a través del desplazamiento a la periferia de las tareas de manufactura. En este proceso, clave en la expansión de la globalización neoliberal, los países centrales se reservaron para sí las tareas de mayor valorización (diseño, innovación y desarrollo) y mantuvieron la balanza a su favor.

Después del éxito en su crecimiento sostenido, China presentó sus dos grandes proyectos. El primero de ellos, conocido como la Nueva Ruta de la Seda, persigue reeditar la famosa ruta comercial que hizo de China el imperio que fue a partir del siglo II de la era común. La iniciativa One Belt, One Road es el proyecto de inversión más grande de la historia humana y pretende construir gran cantidad de infraestructura en los 65 países que se han sumado hasta ahora. El cinturón económico unirá a China, Asia Central, el sudeste asiático, el sur de Asia, Europa, Rusia, el Mediterráneo, el Golfo Pérsico y el Océano Índico, mientras que la ruta establecerá un recorrido marítimo entre las costas de China, Europa y África, pasando por el Mar de China Meridional y el Océano Índico. Otro trayecto incluye al Océano Pacífico Sur.

Ahora, la Nueva Ruta de la Seda no será un corredor para manufacturas baratas, el segundo gran proyecto es Made in China 2025. En 2015 fue presentado este ambicioso plan para convertir al país asiático en el centro tecnológico del mundo, pretensión que denunció alarmado el secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross. La transferencia tecnológica que ha ocurrido por años en el territorio asiático parece culminar una etapa y ahora comienza la creación. Llegó la hora de la producción aeroespacial, automotriz, robótica, nanotecnólogica y cibernética.

Si a todo lo dicho le sumamos que China posee el 55% de la reserva mundial de tierras raras, completamos un potencial único para concentrar y controlar todas las esferas del campo económico: distribución, circulación, producción y consumo. De manera que su fuerza no se concentra en el comercio, sino en la totalidad de la economía capitalista. Se trata de un ambicioso estratagema para escalar posiciones en la cadena del valor global hasta llegar a su punto más alto y que tiene como uno de sus ejes centrales la carrera tecnológica.

El conflicto con EE.UU.

En este punto sabemos, o al menos intuimos, que la cuestión no puede ser exclusivamente comercial, puesto que el proyecto de China es más ambicioso. En 2018, Donald Trump aplicó las primeras medidas arancelarias, enfocadas precisamente en los sectores relacionados con el Made in China 2025, aplicando el arancel de 15% que ahora fue elevado al 25%. Acompañado con el aumento de los aranceles, vino la medida directa contra Huawei, vetando la venta de tecnología estadounidense a esta empresa. ¿Qué representa Huawei? Un eslabón clave en la carrera por la tecnología 5G que a la vez es expresión orgánica del ascenso chino en la cadena del valor global y supone un conflicto neurálgico: el desplazamiento del centro del capitalismo mundial y el fin del equilibro global existente.

Huawei no es una empresa cualquiera, por eso las medidas en su contra no deben ser vistas al nivel de un aumento de aranceles a mercancías varias. Huawei encarna la lucha por quién encabeza la denominada cuarta revolución industrial, donde la hegemonía en la creación de tecnología determina el capitalismo venidero. Por tanto, la llamada guerra comercial es una expresión superficial de algo que ocurre subterráneamente: la disputa total por el control del capitalismo mundial.

Entonces, ¿América Latina?

Los analistas no se ponen de acuerdo respecto a la duración de este conflicto, pero si partimos de que se trata de una disputa profunda, podemos intuir que estamos ante un proceso de al menos un par de décadas. ¿Qué debe hacer América Latina?

Hasta ahora la relación con China ha estimulado la reprimarización de América Latina, condición estructural previa a esas relaciones y de la que no ha salido a pesar de las grandes inversiones de los últimos años. Todo parece indicar que en las próximas décadas se vivirán cambios profundos en la estructura del sistema capitalista mundial y hay que prepararse para afrontarlos. De ahí que sea necesario comprender las dimensiones globales y estructurales de lo que sucede a fin de definir los roles en el capitalismo futuro. El dilema se plantea en torno a si la región será la África del siglo XXI o podrá utilizar sus relaciones dentro de un mundo multipolar para apalancar otro modelo económico. La clave de su participación en la disputa se centra en la capacidad para actuar como bloque y no como un grupo de países aislados. El subcontinente, más allá de sus diferencias, debe mirarse como un conjunto para poder negociar desde posiciones que no sean asimétricas. Si China logra trasladar el centro de acumulación capitalista mundial hacia su zona de influencia, Sudamérica deberá pensar de qué manera y en qué condiciones se insertará en ese sistema. Mientras tanto, la izquierda deberá reflexionar y actuar en vista a las posibilidades postcapitalistas que se abren o cierran a la luz de las transformaciones actuales y futuras.

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Manuel Azuaje Cientista político

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