Por Luis Barril
“No se lo regalamos, se lo devolvimos”. Con esta frase Marcelo Bielsa le contestó a su traductor ante el requerimiento de la prensa por la insólita jugada que se vio ese día en el Elland Road, el estadio donde hace de local el Leeds United.
El Leeds anotó un gol cuando un adversario estaba en el piso. Los rivales, defensores de la camiseta del mítico Aston Villa, aquel equipo que se consagró en la Copa de Campeones de Europa en 1982 ante al Bayern Munich, estallaron en ira y se produjo una batahola, muy a la inglesa, por cierto, donde no hubo más que forcejeos e insultos.
Lo que pasó después es de dominio público. Bielsa, por medio de su asistente, ordenó a su equipo que se dejaran hacer un gol y así pasó. No era cualquier partido para el Leeds, se estaba jugando su última chance de seguir en la pelea por ascender directamente en el interminable Championship, la segunda división inglesa, uno de los torneos más largos del mundo con 46 fechas.
Pero no todo es triunfo, no se puede ganar de cualquier forma. Si bien la ética de Bielsa se vio empañada con el episodio de espionaje al Derby Country de Frank Lampard, en algo había vuelto a su pedestal a través de un rápido juicio personal de culpabilidad, sin buscar excusa alguna cuando todos se deshacen en darlas.
La maravillosa filosofía del DT argentino se basa en recordarnos siempre que, a pesar de sus obstinadas sesiones de entrenamiento, donde sale a flote lo más pasional de él, más allá locos paseos al borde de la cancha en cada partido, el fútbol es un juego y siempre se debe ganar de la mejor forma posible, que no queden dudas de lo limpio de la victoria.
Bielsa es un hombre sincero. Es un hombre que pierde una final como le pasó al mando del Athletic Club de Bilbao ante el Atlético de Madrid en la Europa League, y en vez de resaltar la enorme campaña de su equipo, que brindó un maravilloso espectáculo eliminando –entre otros– al Manchester United, les dice a sus jugadores “de qué valió todo este esfuerzo si hoy decepcionamos a la gente que viajó miles de kilómetros”. En otra final perdida con la selección de Chile en el Torneo Esperanzas de Toulon el año 2008, encaró al técnico rival por su defensivo estilo de juego. Para Bielsa, la victoria debe ser limpia, de lo contrario, es solo una derrota a largo plazo.