Venezuela fuera de cámaras: los tiempos del poder popular

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Por Marco Teruggi

¿Qué ocurre en el subsuelo venezolano mientras las cámaras internacionales son cuadriláteros donde se suceden amenazas diplomáticas y firmas que sellan un bloqueo económico? Preguntarse por el tiempo de abajo, muchas veces invisible, es adentrarse en una de las dimensiones que hacen al sentido del chavismo: el intento de construcción de una sociedad comunal, radicalmente democrática, participativa, con pasos en una transición al socialismo.

No se pueden pensar respuestas por fuera del escenario en el cual se desarrolla. Las posibilidades de avance de un poder desde abajo, popular, no se dan en el vacío sino frente a un asedio internacional, clasista, que se ha propuesto desencadenar un colapso en la economía que arrase desde las variables macroeconómicas hasta el tejido social. Y, a su vez, dentro del universo chavista, atravesado por heterogeneidades, tensiones, lucha de clases y preguntas abiertas acerca.

¿Dónde está el poder popular? Se lo puede buscar en diferentes experiencias concretas dentro de este escenario. Tres expresiones han sido dinámicas: la campesina, comunal, y los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Un análisis más a fondo debería adentrarse también, por ejemplo, en el desarrollo de experiencias en consejos de trabajadores, casos como el ejército productivo obrero impulsado por trabajadores de varias empresas bajo gestión obrera, o los intentos de fiscalización popular de los precios ocurridas con centralidad entre agosto y septiembre.

1. La cuestión campesina ha estado en el centro del debate de diferentes formas: resistencias a intentos de desalojos y detenciones, asesinato de dirigentes bajo método de sicariato, rescate de tierras, asambleas nacionales de dirigentes y movimientos campesinos, varias marchas, como la que recorrió desde los llanos hasta Caracas, y la que se realizó en San Cristóbal, frontera con Colombia.

Las demandas y propuestas se centraron en dos ejes, articulados entre sí: la democratización de las tierras y el apoyo para la producción. El planteo se vertebró alrededor de la necesidad de continuar con la política agraria de Hugo Chávez, tanto en rescatar tierras ociosas de los grandes terratenientes, como en impulsar la producción campesina –sea de pequeños y medianos productores o en formas de propiedad social– a través de una arquitectura estatal que contemple el acompañamiento en temas centrales como insumos, semillas y maquinarias.

Comuneros de El Maizal cosechan en tierras de la comuna.

Este regreso campesino al debate público se hizo en un cuadro marcado por la dificultad y la disputa económica con un argumento nodal: no ha faltado la comida producida por pequeños y medianos productores a lo largo de todos estos años de saboteo y desabastecimiento.

2. La cuestión comunera no adquirió fuerza pública salvo experiencias como la Comuna El Maizal o la Ciudad Comunal Socialista Campesina Simón Bolívar. Su lejanía de las cámaras no significó que su desarrollo se haya detenido, sino que, al igual que el tema campesino, no tuvo espacio en la agenda de los medios del Gobierno, y a diferencia del tema campesino, tuvo dificultades para encontrar ejes aglutinadores –y recursos económicos, algo central en esta situación– capaces de impulsar políticas comunes para desarrollarse como movimiento comunal.

«El presidente Nicolás Maduro afirmó que existen 47 mil 634 consejos comunales, de los cuales 23 mil 418 están agrupados en 2.800 comunas»

Una radiografía territorio por territorio, tanto urbano como rural, muestra la existencia de un desarrollo permanente de iniciativas comunales: empresas de propiedad social, bancos comunales, planes de siembras, mesas para solucionar problemas de transporte, basura o salud, batallones de milicias bolivarianas, ensayos de autogobierno, actualización de vocerías de consejos comunales –que son las bases vitales de las comunas–, conformación de nuevas ciudades comunales, campeonatos deportivos para la juventud, autoconstrucción de viviendas, desarrollo de instancias conjuntas como el Parlamento Nacional Comunal y movimientos sociales acompañando esas construcciones.

En términos numéricos, el presidente Nicolás Maduro –quien estuvo reunido con voceros y voceras de las comunas el 20 de octubre– afirmó que existen 47 mil 634 consejos comunales, de los cuales 23 mil 418 están agrupados en 2.800 comunas. En términos de poder, una pregunta podríamos hacernos: ¿logran las comunas conformarse como experiencias de ejercicio de poder comunal con capacidad propia, es decir, con menos dependencia del Estado?

En Asambleas Populares venezolanos planifican el desarrollo comunitario.

3. Así como el sujeto campesino y comunal suele ser similar en muchas oportunidades –experiencias de rescate de tierras pueden conformarse luego en comunas– también los CLAP se han desarrollado en ocasiones dentro de territorios comunales. Han logrado un crecimiento acelerado y potente: a inicios de 2018, es decir dos años después de su puesta en marcha, ya existían 32 mil 600 CLAP a nivel nacional, distribuyendo un total de 60 mil toneladas de alimentos subsidiados por el Estado.

Los CLAP se han multiplicado por ser la respuesta más concreta frente al cuadro económico: el Comité, organizado por diferentes integrantes de la comunidad, realiza un censo del territorio que le corresponde –cantidad de casas, familias por cada casa, necesidades– y efectúa la distribución. Se plantea así una respuesta colectiva ante las lógicas de especulación y fragmentación desatadas por la hiperinflación, el desabastecimiento, la economía bajo guerra.

Tanto el cursode la dinámica campesina, comunal, de los CLAP, así como del universo obrero, debe verse dentro del cuadro integral en el que se encuentra el enfrentamiento político-económico, de lo macro a lo micro, donde quienes encabezan estas experiencias deben hacer frente en su cotidiano a los golpes económicos. Esto no debe tampoco dejar de lado debates acerca de cuáles son las orientaciones por parte del Gobierno hacia las comunas, la política agraria, y cómo esa dimensión –a excepción de los CLAP– ha quedado en lugar menor de la agenda y muchas veces de las políticas económicas.

Resulta importante no perder de vista ese tiempo fuera de cámaras: es el que ha permitido –junto a la unidad del chavismo, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y la dirección política– enfrentar batallas que a veces parecían perdidas. Si Venezuela todavía está de pie, se debe en gran parte a la dimensión de ese chavismo organizado para lo inmediato y estratégico, con una gran fuerza identitaria, uno de los mayores legados de Hugo Chávez: el subsuelo emergido, el Lázaro colectivo.

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