No basta una rosa

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Por Tamara Núñez del Prado

El 11 de octubre, día de la mujer en Bolivia, lo siento como un día de reivindicación más que de festejo. Tengo que confesar que aunque nunca fui machista cuando era hombre, no le daba tanta importancia. Con regalar una rosa a las mujeres que amaba pensaba que era suficiente. Todo ha cambiado, y mucho, desde que Tamara salió por primera vez a las calles percibí que nuestra sociedad es muy machista y patriarcal. Que una simple rosa como reconocimiento a la mujer boliviana no significa nada.

Sólo siendo mujer se puede sentir y saber lo que es el machismo en la vida cotidiana; jamás percibí el acoso callejero hasta ser mujer. Que te digan frases sucias, con alto contenido sexual, o que te silben como si fueras una mascota. Muchas niñas crecen con este tipo de experiencias y lo ven como normal, otras mujeres incluso se extrañan al no llamar la atención y piensan que están desarregladas, es una triste realidad.

Recuerdo que en Tarija me siguió un conductor con su auto por más de tres cuadras, me decía lo bueno y rico que estaba mi trasero y lo que quería hacer con él. Por primera vez me sentí acosada, violada y me inundó el miedo.

En otra ocasión, nunca pensaría que un viejo ecologista (por no decir viejo verde), sin conocerme, encontrándonos al interior de un ascensor, me invitara a cenar. Hoy muchos hombres me mandan fotos de sus cuerpos desnudos, algunas mostrando sus miembros. ¿Por qué debemos soportar esto?

También he sufrido acoso laboral en los dos últimos trabajos, silencioso invisible y casi imposible de comprobar. Estas experiencias me hicieron entender que ser mujer en una sociedad machista y patriarcal es muy duro.

Algunas estadísticas: siete de cada 10 mujeres sufrimos violencia psicológica; ocho de cada 10 trabajadoras somos acosadas laboralmente; cada 3 minutos una mujer es violada. 

Y qué jodido es que algunos empleadores no que contraten mujeres porque resulta «más caro» en tanto corren el riesgo que ellas queden embarazadas y tengan que contratar a una suplente, lo cual sube los costos de producción. O que tampoco les contraten por no cumplir con ciertos “requisitos físicos” o paradigmas patriarcales de belleza.

Con el matrimonio religioso y estatal nos encerraron, perdimos hasta el apellido, bajo un contrato castraron nuestros placeres al ser señoras o la mujer de tal. No pudimos desarrollar nuestras capacidades de autodeterminación, pasamos a ser menores de edad hasta morir, no podíamos comprar, vender, si queríamos hacer cualquier transacción necesitábamos la autorización y firma del esposo, y si éste había muerto, entonces de nuestro hijo mayor; si queríamos recibir una herencia debíamos estar casadas y era entregada a nuestros esposos. ¿Votar? ni pensarlo, era un acto exclusivo de los hombres. Ni mujeres ni indios podían votar, incluso cuando se aprobó el voto universal muchas de nosotras no lo ejercíamos, sólo bastaron 200 años de era victoriana para quedar castradas.

No podíamos pensar en divorcio, si nos pegaban maltrataban o mataban no teníamos derecho de nada.

En México el divorcio se aprobó en 1917 y en Bolivia en 1937, aunque era un avance en políticas de género el separarte legalmente, no podías tener la patria potestad ni la custodia de tus hijos. Con la Revolución del 52 pudimos ejercer el voto universal; y hasta el 56 pudimos obtener nuestra mayoría de edad. Grandes avances, pero sometidas seguimos.

Hasta 1994 no hubo ningún desarrollo normativo en temas de género. En 1998 se hablaba de un cupo del 30% de participación en las elecciones, las cuales no aseguraban que hubieran diputadas o senadoras.

Recién en la era de Evo proliferan las políticas en género. Hoy se asegura la paridad en los cargos electos de concejales, diputadas, senadora en un 50%,  esto provocó acoso político y tuvo que aprobarse una ley contra esta práctica que para algunas compañeras fue mortal.

Sigo asegurando que los feminicidios no van en aumento, sino que ahora gracias a la Ley 348 son cada vez más visibles, por lo tanto se devela que la violencia y el machismo no cambiaron desde 1952, aunque hoy un hombre violento no puede ser contratado en el Estado ni en el servicio público. No podemos decir lo mismo de las parejas lesbianas, donde una mujer es violenta tal cual un macho.

Con más de 16 leyes con temas de género en estos años, queda de manifiesto que aún faltan derechos por adquirir, es por eso que no me gusta festejar o felicitar el Día de la Mujer, pues como Adela Zamudio soy irreverente ante el machismo y el patriarcado. Soy lesbiana como ella, así los historiadores/ras patriarcales quieran cubrirlo.

Y con Adela en la voz les digo, en este día, compañeras a seguir ¡¡¡luchando!!! Somos cientos de mujeres: Juana Azurduy, Adela Zamudio, Yolanda Bedregal, Bartolina Sisa, la mujeres de la Coronilla, las mujeres de la huelga que terminó con Banzer. Por Tania la guerrillera, por cada una de ellas y las miles de bolivianas que con su voz y su cuerpo pusieron el pecho a las balas para que hoy podamos tener días mejores.

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Tamara Núñez del Prado. Activista trans.

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