Por Cris González
Desde George Washington hasta Donald Trump, los estadounidenses han sido gobernados por 45 presidentes, siendo asesinados en ejercicio Abraham Lincoln en 1864 (quien abolió la esclavitud), James A. Garfield en 1880, William McKinley en 1901 y John F. Kennedy en 1963 (quien se negó a autorizar el desembarco de marines en la invasión a Cuba por Playa Girón).
En la segunda mitad del siglo pasado, igual suerte corrieron notables luchadores por los derechos civiles y políticos como Malcolm X en 1965, abatido por un escopetazo en el pecho mientras el asesino le gritaba “negro, quita las manos de mi bolsillo”, y el pastor y Nobel de La Paz, Martin Luther King Jr., ultimado con una bala que le atravesó la cabeza, en 1968. Por motivaciones distintas fue también asesinado, en Nueva York, el músico británico y fundador de The Beatles, John Lennon, en 1980.
Sin retroceder tanto en el tiempo, el domingo 26 de agosto, David Katz, un joven de 24 años, a tiros cegó la vida de dos de sus rivales e hirió a otra docena, tras perder en un concurso de videojuegos en el estado de Florida. Basta ver el documental Bowling for Columbine (2002), del prestigioso realizador norteamericano Michael Moore, para estimar cuán interiorizada está la violencia, la discriminación y crímenes de odio en la cultura de aquella nación.
Las víctimas en América Latina y el Caribe, a mano de la superpotencia, son numerosas y ascienden a cientos de miles, quizás como emblemas pudiéramos citar a Augusto César Sandino, eliminado por órdenes de EE.UU. en 1934, Ernesto Che Guevara, aprisionado y asesinado ilegalmente con la venia de la CIA en 1967, Filiberto Ojeda Ríos, independentista puertorriqueño muerto por el FBI en 2005, Hugo Chávez Frías en 2013, nuestro presidente, posiblemente víctima de inoculación de células cancerígenas por parte de aparatos de inteligencia yanquis. La lista suma y sigue.
Entonces, ¿qué hay de extraño que la derecha venezolana, financiada y pertrechada por la CIA y el Pentágono, hubiera atentado, con drones que contenían carga explosiva, contra la vida del presidente Nicolás Maduro? Pasma la maldad del plan y la relativización con que fue tratado el fallido magnicidio por las cadenas noticiosas de Occidente. Quienes en cada uno de sus titulares entrecomillaron la palabra atentado, como si con ello pudieran entrecomillar siglos de crímenes del imperialismo norteamericano.
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Cris González Comunicadora y diplomática venezolana