Grillo Villegas: “Sé que he tenido que hacer algunas concesiones”

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Por Nicolás Melendres

El guitarrista, compositor y productor musical, autor de canciones como Epílogo, Diamante y Sublime obsesión, dialogó con La Correo acerca de su trayectoria artística y el XX aniversario del álbum Almaqueloide.

“El Grillo” Villegas acaba de cumplir 50 años, de los cuales casi treinta los ha dedicado a componer canciones y con ello enriquecer el repertorio musical del rock boliviano.

Después de pasar una temporada cursando estudios musicales en Buenos Aires, retorna a la escena paceña y trabaja plenamente en nuevas composiciones.

Autor de casi una veintena de discos y admirador del virtuoso músico brasileño Hermeto Pascoal y del británico Paul McCartney, el Grillo se reencontrará con el público capitalino el próximo viernes 27 de julio en el Auditorio Illimani del Campo Ferial Chuquiago Marka, en un concierto titulado “Almaqueloide XX Aniversario”, en tributo al legendario disco de Llegas. Pero antes hace una pequeña pausa en los ensayos, nos abre las puertas de su casa y se sienta a charlar durante algunas horas con el equipo periodístico de La Correo.

Quisiéramos comenzar por pedirte que hagas un balance de tu carrera musical, ya que te subiste a los escenarios a los 15 años.

En realidad, profesionalmente es menos, ¿no? Cuento desde 1990, año que debuto con Loukass, por una definición muy simple: es en ese tiempo cuando empiezo a ganar plata tocando. Pues, aunque canto desde mis 15, lo hice como empiezan todos, con una banda en el barrio, con amigos, inclusive pagando cuando lo tenías que hacer.

A partir de Loukass es que entonces comienza mi carrera; por lo tanto, este año voy a cumplir 28 años de trayectoria, tiempo en el que vivo de la música, grabo y estoy metido en un estudio de grabación y sobre los escenarios.

¿Qué recuerdos tienes de Loukass?

Es una banda que ahora, a la distancia, veo que tuvo una muy corta existencia, vivió sólo tres años con su cuarteto original y otro más en que estuvimos medio “choreando” –como se dice– con Martín y Rodo, época en que todo era masivo. De hecho, hay un disco en vivo como trío, Akasa.

Pero, pese a su breve duración ha marcado a toda una generación.

Sí, nunca más ha existido una banda del tamaño de Loukass. Tocábamos en teatros y en estadios para diez mil o veinte mil personas. En Santa Cruz íbamos al Tahuichi y aquí en La Paz nos presentábamos en el Teatro al Aire Libre. Llegábamos a un aeropuerto y había 300 chicos y chicas con carteles y banderas; nunca más he vuelto a ver eso en mi vida. Claro, fue agotador, me cansé y seguro mis compañeros también. Había demasiados egos para que lo bajes. No sabes lo que eran mis otros tres compañeritos, sobre todo porque la leyenda y el mito repiten que El Grillo es el más complicado.

¿Musicalmente cómo valoras esa experiencia?

No debería entrar en esta parte porque ya he dicho mil veces que “musicalmente a mí no me interesa”. Creo que era música para radio, llena de hits. Música completamente diseñada para eso.

Continuemos con el balance de tu carrera.

Inmediatamente después de esa separación comiezo un proyecto personal llamado Llegas y que es el proyecto de mi vida, al que le he dado todo durante exactamente 20 años, desde julio de 1995 a julio de 2015.

De Llegas estoy muy orgulloso. Como todo, tiene discos mejores que otros, pero hay mucho trabajo ahí, 12 álbumes en dos décadas. Podrían haber sido más sino hubiese sido por una enfermedad o algunas lesiones que suceden, como en el fútbol.

En estos días se celebran precisamente los 20 años de Almaqueloide, de Llegas. ¿Cómo tomas estos festejos?

Recientemente he hecho un análisis sobre el porqué escribí un par de notas sobre esto en mis redes. Fíjate que me había perdido el vigésimo aniversario del primer álbum de Llegas, en el tiempo que estuve viviendo en Argentina en 2015 y 2016, o sea, me agarró afuera y no pude venir a tocar. Un día en internet toqué desde mi cuarto en Buenos Aires y resultó interesante, por eso al darme cuenta que este año era el vigésimo aniversario de Almaqueloide cambié planes y decidí que lo tengo que festejar. No es de mis discos favoritos, pero estoy consciente que es uno de los preferidos del público. Un par de veces hice unas encuestas en mis redes, en mis páginas y me sorprendí: Almaqueloide es un disco muy querido.

¿Qué te ocurrió con esos sondeos?

Lo empecé a mirar de nuevo, después de mucho tiempo. “No es un disco sólo para escuchar”, escribí hace unos días. Después de ese ejercicio siento que he vuelto a encontrarme con ese yo de hace 20 años, del cual me queda muy poco como persona; lo digo en cuanto textos, sonidos, en mi manera de tocar la guitarra en esas 11 canciones, que son una tras otra canciones que funcionan, sólidas, redondas y nítidas.

Por esa razón, Almaqueloide es uno de mis discos con el que puedo hacer esto de planificar una gira por 15 o 16 teatros, la que llevaremos a cabo este año, tocando el álbum íntegramente y en orden. Cuestión que es para mí, a esta altura de la vida, sólo alegría.

Me he dado cuenta que no estaba tan perdido hace 20 años ya que pude hacer un álbum completo, no uno con dos temas y relleno, sino un álbum completo, como yo me imagino la música, como escucho la música de cada gente que admiro, y saber eso está bueno.

¿Cómo ves esos conciertos?

Con la gente cantando las 11 canciones, ¿no?

Te llevo a tu última producción, específicamente a Sublime obsesión, canción que me resulta una pieza maestra. ¿Cómo fue su composición?

Nunca he sido mucho de explicar las canciones ni discos, por la sencilla razón de que no creo que sea mi trabajo. Me explico, ese proceso de codificar y que el público te codifique algún tipo de sensación o mensaje, justamente me parece lo más maravilloso de esto que es hacer música.

Sin embargo, te puedo comentar que Yo es Otro es mi primer disco de una tercera etapa, que viene a marcar un nuevo camino que deseo sea muy distinto a Llegas. Entonces sí, me he planteado hacer un cambio a nivel de arreglos, a nivel de armonía, de estructuras de las canciones. Por eso viajé a Buenos Aires, para pasar clases e inscribirme en el cuarto trimestre de una carrera de arreglos muy importante, con el Pollo Rafo de director, quien fue profesor de Carlos Fisher. Éste a su vez me dio una carta de recomendación y debes saber que fue muy lindo e interesante, a mi edad, dar un examen y en general toda esa experiencia.

Sublime obsesión es la única canción hecha como puente entre Llegas y el nuevo trabajo. Si son un poco cuidadosos notarán que tiene un estribillo, como suelen tenerlo las canciones de música pop.

¿Por qué generar ese puente?

Porque el resto del álbum es la nueva propuesta, más extrema, de esta nueva etapa donde, entre otras cosas, he roto con el estribillo, con la estructura de mis propias canciones, que eran tipo A, B, C y que ahora –al menos un par– son tipo suite, no se repiten en nada. Es algo extraño porque el tema de repetir un estribillo viene desde hace siglos y funciona, porque a una persona que le das repetidamente una buena melodía la aprende. Lo que actualmente propongo es algo un poquito más difícil, pero es una apuesta.

De Pesanervios a Yo es Otro hay un giro de 180 grados. Después de tu retorno, ¿podríamos decir que “El Grillo es otro”?

Obviamente elegí esas tres palabras en ese orden tan misterioso, que fueron elaboradas como oración en el siglo XIX por un gran poeta francés, porque encierran mucho. Lo que está ahí como discurso y lo que estaba en mi vida, que no puedo separar de mi trabajo, me representa, es decir, el entenderme diferente a mí mismo, a lo que nos hace avanzar y movernos de un lugar a otro como crecimiento, no como madurez ni ser adultos.

Lo cierto es que no ejerzo mucho el tema de ser adulto. Veo compañeros y compañeras que son más señores y adultos que yo, con todo, creo en el crecimiento. Entonces mi cambio de ser otro frente al que fui hace 20 o 30 años está ahí. También está el de enfrentarme desde otra dimensión al otro, aceptar al diferente sin fanatismos, sin querer que piense como yo. Entender la otredad, al otro individuo, la otra sociedad, todo está ahí en “mi yo es otro”.

En conclusión, todo lo que quería hablar queda expresado en aquella oración: el tema de las guerras, del racismo, los machismos; cosas que me quitan el sueño y que son substanciales. Ahora, en un acto de honestidad debo confesar que vengo de un proceso de aislamiento gradual –no sé si decir lamentablemente– que me está cambiando de rumbo y llevando al encierro.

No me gusta salir, excepto para viajar. La gente cada vez me gusta menos y asumo valientemente mi soledad. No tengo hijos, no tengo familia y hay que prepararse para eso, porque va a ser medio cruel el futuro; pero fue mi elección y por eso busqué entender mi vida en ese disco, dirección en que espero moverme en los próximos discos.

¿Cómo observas el actual escenario del rock en Bolivia? ¿Ves un ascenso o hay un estancamiento en términos de calidad, canciones y discos?

Hay que empezar por reconocer que tenemos un mercado pequeño, lo que dice mucho.

En un mercado pequeño, de un país chico, la torta se divide mayoritariamente entre música cumbia y reggaetón; por eso lo que se hace acá es entre música urbana, cumbia y un folklore-pop o neo-folklore, y lo que queda para las otras músicas populares como el rock-pop es un pedazo muy ínfimo de público.

Dicho esto, es bien difícil hacer. Por ejemplo, en mi caso, para proyectar una carrera y tomar una actitud radical del tipo “voy a vivir de la música” sé que he tenido que hacer algunas concesiones. Algunas, no muchas.

¿Como cuáles?

La única forma de que una banda exista es con un espejo al frente, con un público presente. Es imposible que creer que una banda existe si no ha generado, aparte de su sonido y álbumes, a su propio público, uno que lo siga y pague una entrada para verlo. Esto es un trabajo paralelo al de la composición, ya que empiezas por tus amigos, tus primos, los compañeros de curso; es necesario que te vayan a apoyar unos 20 tipos, que luego serán más, los del barrio o no sé, hasta crearte un público.

Por eso es fundamental comenzar muy joven, tocar en todos los lugares que puedas, hasta en festivales de colegio. Asimismo, tomar los espacios públicos para hacer música y no los bares. Y sobre este punto es que empecé a disociarme con el resto de mis colegas, que nunca quisieron entender que estábamos en una trampa que se llama “la música se hace en bares”, trampa que exigía que sólo puedes entrar a partir de cierta edad hasta cierta edad y en la que sólo te va a ver gente que tenga la plata para salir y una edad relativa para el trasnoche.

Lo descrito no puede ser una escena, no es un campo fértil para que se desarrolle una escena. Quiero ver chicos de 18, 20 o 22 años con sus discos, eso me va interesar más que lo que veo ahora.

Me parece que Cochabamba tiene la escena más rica actualmente, inclusive organizan sus propios festivales. La escena de Santa Cruz veo que se ha achicado, está todo totalmente encausado en tocar covers en boliches. ¿Y en La Paz? Me falta descubrir cosas.

Nada viene caído del cielo y de milagro, eso explica lo de Cochabamba, porque si tú agarras el lente y escudriñas un poco descubrirás que hay una camada de músicos que han salido a estudiar afuera y se gradúan antes de un colegio llamado Laredo que está enfocado a un campo artístico y tiene formación musical. O sea que los estudiantes del Laredo egresan con una ventaja frente al resto.

Finalmente, ¿algún artista o banda que te atraiga y quieras recomendar a los lectores?

Soy del palo de las bandas y no de los bonitos que salen en las revistas, sobre todo de esas que no han entendido el país y menos la actualidad y que todavía creen que el rock y el pop pasan por una élite inclusive económica y privilegiada de cada ciudad. En fin, soy del palo que prefiere lo de Atajo y La Chiva de Sucre. Aunque José Auza, “el Manson”, me parece el músico más inquieto e interesante ahora.

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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