Los Estados Unidos y su dictadura perfecta

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Por Virginia Montilla

La mayoría de las encuestas presentadas en el último mes reflejan que es bastante difícil que Donald Trump gane las elecciones de noviembre, sobre todo después de las masivas manifestaciones ocurridas recientemente, el avance de la pandemia del Covid-19 y la compleja situación económica nacional. Particularmente en Venezuela, se siente un ambiente de esperanza de que se efectúe un cambio de gobierno en los Estados Unidos, sintiendo que con ello va a generarse una modificación en la política exterior de ese país, y más hacia Venezuela.

Tuve el placer de participar como oyente en dos videoconferencias sobre el tema actual en Estados Unidos, las manifestaciones y el Covid-19, con dos analistas, una con el periodista Benjamin Northon, y otra con el sociólogo James Early, quienes, desde su visión y contexto, coincidieron en varios elementos importantes que quiero compartir:

1. En Estados Unidos realmente no existe una democracia, no solo por lo limitado del sistema electoral, de segundo grado, que reduce la verdadera participación de las personas (es de destacar que las elecciones se realizan un día laboral, martes, lo cual limita la participación de los trabajadores). Inclusive, en los últimos años se han cerrado centros electorales, sobre todo en zonas pobres y donde viven una mayoría de votantes afroamericanos o hispanos, este hecho fue denunciado por el expresidente Obama, el 30 de julio de 2020.

2. Cabe agregar que se podría afirmar que en Estados Unidos existe un solo gran partido político con dos fracciones. Recalca Northon que en general ambos partidos son de tendencia de derecha (con sus adjetivos), con pocas diferencias, que son financiados  más o menos por las mismas fuentes que apuestan al que obtenga mayor rédito. A manera de ejemplo, en el tema Venezuela, Demócratas y Republicanos están de acuerdo en mantener la política de bloqueo económico y conflicto contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro. Incluso vale recordar que fue con Obama, demócrata, que se definió a Venezuela como una «amenaza inusual y extraordinaria».

Pero, ¿por qué Joe Biden puede ser una esperanza de cambio? Este político fue el vicepresidente de Obama y durante su gestión se iniciaron dos guerras, en Siria y Libia, además de continuarse con la destrucción de Irak y Afganistán. Es un político definido de derecha, menos conservador que Trump, pero igual comprometido con las élites económicas y políticas estadounidenses. Sin menoscabo de que también tiene una que otra investigación de abuso sexual. Sin embargo, el partido Demócrata ha aglomerado diversas fuerzas sociales, como la que se conformó entorno a la candidatura de Bernie Sanders, quienes han construido una agenda progresista. De ganar, estas agendas podrían ser incluidas en las políticas ejecutadas por el Gobierno Federal.

Las manifestaciones sociales tienen gran importancia en lo mediático e histórico, pero no tienen posibilidad de tener alguna conclusión en el camino electoral. Principalmente porque carecen de un movimiento formal organizado, que sea parte del sistema político. Decía el sociólogo Early que «mantener las manifestaciones por largo tiempo es muy difícil porque no contamos con una organización ni logística, sin embargo, la lucha debe mantenerse hasta lograr algún cambio». El sistema electoral se basa en el bipartidismo, establecido así desde su creación como Estado.

Nada de lo expresado por los dos analistas, y mi persona, en algún momento quiere restar la importancia de las manifestaciones. Todo lo contrario. Es un proceso necesario y que podría desencadenar cambios positivos para parte de la sociedad. De hecho, en estos primeros meses ha logrado, al menos, llevar al debate público a nivel nacional el papel y el financiamiento de las policías. Desapegados a los resultados, era necesario que se evidenciaran los niveles de violencia y de segregación que siempre han existido en esa sociedad, de manera velada. En este contexto, la carrera electoral sigue su proceso y algunos efectos han generado en ella cuando las acciones del Gobierno se tornan en un arma electoral.

«En la historia de Estados Unidos la reelección de un presidente ha sido casi siempre un hecho. Solo cuatro presidentes en ejercicio no han logrado permanecer en el cargo»

En cuanto a los dos partidos políticos, Demócrata y Republicano, al principio de las manifestaciones ambos candidatos tenían una misma postura sobre el uso de la fuerza para combatir las manifestaciones. En referencias a las manifestaciones en Portland, el tratamiento del excesivo uso de la fuerza de la “ley y el orden” se ha mantenido por parte del Gobierno republicano. El despliegue de agentes federales para contener las manifestaciones en Portland ha sido catalogado por El País de España como “parte de una estrategia electoral de Donald Trump, evidente en su actividad tuitera en las últimas semanas, que busca exhibir mano dura frente a unos demócratas cómplices con la violencia que hundirían al país en el caos”.

Las manifestaciones en general han beneficiado a Trump, ya que la polarización siempre ha sido parte de su política, tomando en cuenta que su electorado duro está racial y socialmente definido, y en su mayoría en contra de las manifestaciones y a favor del uso de la fuerza. Esta situación aflora lo más profundo de la sociedad. La división histórica entre los White Americans, los afroamericanos y los mal llamados “ciudadanos de tercera” (indígenas, latinos y otros) es parte misma de la sociedad estadounidense, reflejado en su sistema económico, legal y por supuesto político.

Por su parte, los demócratas dieron un paso al costado al entender la influencia y trascendencia de las manifestaciones en el contexto electoral y ofrecieron un tratamiento diferente cuando Biden manifestó el martes 28 de julio de 2020, de acuerdo a nota de prensa del diario El País, “que combatir el racismo sistémico es esencial para su proyecto económico”. Incluso presentaron una propuesta de plan para invertir hasta 30 mil millones de dólares, el 10% del total de la inversión que ha prometido para el conjunto de sus planes económicos, en ayudar a las personas de color a superar las injusticias que lastran sus posibilidades de prosperar económicamente.

Qué dicen las encuestas

Retomando el tema de la diversidad de opiniones sobre los posibles resultados, faltan menos de 100 días, y el proceso electoral aún no está definido. Más aún cuando la pandemia del coronavirus se encuentra en desarrollo en Estados Unidos, y el manejo por parte de la administración federal ha sido fuertemente cuestionado. El propio expresidente Obama dijo el pasado mayo que la política para el Covid-19 “es un desastre caótico total”. En reiteradas ocasiones, Trump se ha contradicho sobre el manejo de la pandemia, sobre el uso del tapaboca y el real alcance de los contagios. Lo cierto es que para el 27 de julio, es el país con mayor número de contagios, con 4.39 millones de personas contagiadas, muchos de los cuales no cuentan con seguro médico o planes de salud pública para cubrir los tratamientos.

La crisis económica experimentada en estos meses, la cual se vaticinó como un hundimiento total, ha llegado a estabilizarse, aunque está lejos de lograr los niveles saludables registrados para 2019. Según datos de la BBC de Londres: “Las cifras de desempleo de mayo, proyectadas a superar 20%, registraron un 13.3%. Luego, en junio, bajaron a 11.4%, indicación de que el desangre laboral se había contenido mucho antes de lo esperado.”

Para el mes de junio, encuestas hechas por CNN, Reuters/Ipsos, CBS e incluso FOX, entre otros, han mostrado que Biden ha registrado hasta 15% de diferencia con respecto a la intención de voto para Trump. Los porcentajes han variado, en distintos momentos del mes y dependiendo de la encuesta, pero en general la mayoría muestran una tendencia ganadora de los demócratas. Sin embargo, es necesario recordar que en 2016, en la anterior campaña electoral, las encuestas también confirmaban que estos ganarían abrumadoramente a Trump, y ya todos sabemos cuál fue el resultado. En este sentido, existen varios elementos a destacar sobre una previsión de posibles resultados:

1. En Estados Unidos las personas votan por uno de los dos partidos (candidato) y el partido que obtenga la mayoría de los votos nominales es el que se queda con la totalidad de los votos electorales del estado. Cada estado tiene una cantidad de votos electorales y el candidato que obtenga 270 votos electorales gana la elección. Existen tres estados con más cantidad de votos, como son Florida, Texas y California. Por ello, que no es extremadamente relevante cuantos votos nominales tenga cada candidato (de hecho Clinton sacó más votos que Trump en las elecciones de 2016), sino que lo importante es ganar en los estados que más votos electorales tengan.

«De ser las elecciones este mes, y siguiendo lo indicado por las encuestas, se podría prever que existe un empate técnico, dándole a los demócratas la primera opción de ganar»

Por tanto, hay que hacer un seguimiento a los estados de mayor peso electoral. Por ejemplo, Florida en las últimas semanas ha reflejado un cambio. El diario londinense BBC expresaba en su artículo “Donald Trump: la semana en que todo cambió para el presidente de Estados Unidos” que “un estado que Trump ganó cómodamente en 2016. Un estado que el mandatario pensó que tendría en la bolsa en noviembre. Pero la última encuesta de la Universidad de Quinnipiac tiene al candidato demócrata Joe Biden 13 puntos por delante. 13. Eso es enorme”.

Sin embargo, Florida, es el nuevo epicentro de la epidemia del Covid-19.

2. Falta por realizar los debates presidenciales. En el proceso de campaña, estos tienden a tener gran influencia sobre el electorado, sobre todo en aquellos estado llamados swing state (estados oscilantes), es decir, que no tienen una postura histórica por alguna de los partidos y su voto se decide más por el candidato. Estos 11 estados son: Ohio, Colorado, Iowa, Michigan, Nevada, Pensyilvania, New Hampshine, Carolina del Norte, Wisconsin, Florida, y Virginia. En total suman 150 votos electorales.

3. En la historia de Estados Unidos la reelección de un presidente ha sido casi siempre un hecho. Solo cuatro presidentes en ejercicio no han logrado permanecer en el cargo. Estos fueron: el republicano Herbert Hoover, en 1932; el republicano Richard Nixon, en 1974; el demócrata Jimmy Carter, en 1981; y el republicano George H.W. Bush, en 1992.

4. Las encuestas reflejan la intención al momento de realizar la consulta, es decir, es una fotografía. Como se expresó anteriormente, el contexto sobre el cual se está desarrollado la campaña electoral es extremadamente volátil, con diversidad de temas y conflictos, con una intensidad increíble, posiblemente nunca antes vista, con lo cual la sensación o intención del voto de las personas puede variar rápidamente. De ser las elecciones este mes, y siguiendo lo indicado por las encuestas, se podría prever que existe un empate técnico, dándole a los demócratas la primera opción de ganar. Pero aún faltan tres meses para el día de la elección.

Sin embargo, la reflexión que se busca resaltar es: ¿cuáles son las esperanzas reales que existen para América Latina, y especialmente para Venezuela, de una reestructuración de la política exterior estadounidense, con un posible cambio de Gobierno?. Y ¿quién nos puede garantizar que el cambio de gobierno será para mejor? Los mismos estadounidenses se sienten atrapados por un sistema impenetrable, estático, cuya única solución pareciera una implosión, política y económica, la cual pondría al país en un escenario de anarquía a lo interno, con perspectivas de un futuro distópico.

Las posturas erráticas y hasta contradictorias del presidente Trump, tanto a lo interno como en su política exterior, hacen más volátil e impredecible el relacionamiento entre su Gobierno y América Latina. Se cree que es necesario retomar una conducción federal más elocuente y tradicional a la política de Estado, la cual no siempre ha sido positiva para los países de la región, más, sin embargo, se frenaría el descontrol al que estamos sometidos actualmente. La autoexclusión de la Organización Mundial para la Salud (OMS) en medio de la pandemia, anunciando el recorte del apoyo económico, por razones políticas contra China, es justamente el contrasentido para un país que se hace llamar la “potencia mundial” y de quién quiere mantener su influencia y presencia a nivel internacional.

A pesar de la pequeña esperanza que significaría un gobierno del demócrata Joe Biden, este cambio podría ser el escenario que facilitaría un redimensionamiento de las relaciones de estados Unidos con algunos actores de América Latina y el Caribe, con el gigante asiático la República Popular China, con Rusia, siendo lo más idóneo para el sistema internacional en su conjunto, incluso más en tiempo de pandemia, donde la colaboración y la coexistencia de los Estados se ha vuelto fundamental y necesaria.

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Virginia Montilla Analista política

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