Tuvimos el privilegio de conversar con el sociólogo puertorriqueño Ramón Grosfoguel, quien hace parte del Grupo Modernidad/Colonialidad (Grupo M/C) de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, sobre lo que ocurre actualmente en África. Mediante sus análisis, sustentados en la corriente decolonial –la cual se posiciona más allá de la corriente poscolonial, porque sostiene que los efectos del colonialismo europeo continúan influyendo en la cultura y el pensamiento actual–, podemos tener más elementos a la hora de reconocer un nuevo orden mundial que va extendiéndose a pasos agigantados en esta tercera década del siglo XXI.
Grosfoguel es un crítico contundente al racismo y la división que el pensamiento colonial establece entre lo humano y lo no humano, al tiempo que desarrolla el concepto de “imperialismo interseccional”, que nos explicó en esta entrevista exclusiva para Correo del Alba.
¿Cómo se manifiesta la búsqueda de la independencia económica para algunos países africanos con el surgimiento de este nuevo orden geopolítico multipolar? ¿De qué manera la redistribución del poder vislumbra un mundo más justo y armonioso?
Lo que estamos viendo en África, en el último año, son militares antiimperialistas que transforman los gobiernos que tenían, que estaban arrodillados sobre todo ante el imperialismo francés y norteamericano. Vemos un proceso de liberación de estos países que han estado bajo la bota francesa durante demasiado tiempo: algunos por más de 100 años.
Aquel es un proceso de ruptura con el imperialismo francés, que forma parte del bloque imperialista occidental, que es un sistema mundial bajo la hegemonía estadounidense. Es una especie de heterarquía del imperialismo con sus propias jerarquías. El mundo unipolar se impone por la fuerza, por las sanciones, por la violación de la soberanía de los pueblos, por las invasiones militares, por golpes de Estado, por el juego sucio de la geopolítica mundial.
En efecto, tenemos la emergencia de un bloque multipolar de países como China, Rusia, Irán, Sudáfrica, Brasil y otros, que son potencias emergentes que tienen una visión diferente a cómo organizar el mundo. No hay la hegemonía de un solo país, sino que se comparte entre diversas naciones con reglas del juego del orden internacional donde se respeta la soberanía de los pueblos. En gran medida, este bloque se ha organizado precisamente como una reacción al bloque imperialista occidental –que es el mundo unipolar–. Este otro bloque multipolar, que está en crecimiento, no es neoliberal, no es un mundo postcapitalista tampoco, pero opera con reglas de juego distintas, por ejemplo, no se meten a dictarle pautas a los países; tienen capacidad de dar préstamos sin los condicionamientos que impone el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM), que da préstamos atados a una serie de condiciones que violan la soberanía del país no solamente con intereses inflexibles, sino que se meten a dictar las políticas económicas a los Estados prestatarios.
En Occidente hay una especie de sistema económico donde todo el oro de los países de las excolonias francesas en África está en París. Entonces, cuando un país quiere acceder a ese oro, Francia se lo otorga con intereses. Es un mecanismo para tener el control de sus excolonias. Por ejemplo, el franco africano, que es una moneda emitida en París, está respaldado por el oro que tienen en Francia.
La caída de los regímenes neocoloniales y la emergencia de nuevos gobiernos antiimperialistas en África, en los últimos meses, con apoyo popular, es igual fruto de un mundo multipolar que le ha dado el respiro y soporte a estos países para poder romper con el imperialismo francés sin las consecuencias que tenían en el pasado, que eran prácticamente de aislamiento económico.
Sin la existencia de un mundo multipolar no estaríamos viendo estas transformaciones tan rápidas en África. Nos recuerda mucho a los momentos de liberación africanos de la historia de rupturas antiimperialistas, que se están dando de manera muy particular: son militares antiimperialistas que deciden romper con el Imperio, alinearse con el mundo multipolar y que tienen movilización de masas, ya que el pueblo les apoya en tanto la vida de estos países bajo el imperialismo francés ha sido insoportable. La gente no aguanta más.
“En África la gente está harta de los abusos, de la superexplotación, de las manipulaciones y del uso de mecanismos usureros de parte de los imperios occidentales”
¿Cuál es el rol del continente africano en este nuevo escenario geopolítico mundial?
Lo de África refleja que los imperios occidentales han perdido la guerra económica contra el mundo multipolar. África y América Latina y el Caribe son las regiones más ricas del mundo en términos de recursos naturales, minerales y otras cosas. Los imperios occidentales han estado intentando en los últimos años mantener fuera de la esfera de influencia a gobiernos que se acercaran a China, esto a través de golpes de Estado y poniendo mandatarios que respondan a sus intereses.
China no actúa de la misma manera, preferían salirse del país, aunque luego volvían con ofertas económicas imposibles de rechazar por los gobernantes de aquellos países, porque China no interviene en la política ni en la vida de los pueblos, hay un respeto y soberanía a la cultura de los pueblos, no dictan pautas de cómo se debe vivir o cómo se debe actuar. En eso China es un respiro para los países del Tercer Mundo, porque entra en acuerdos comerciales y en la mayoría de los casos adelanta el dinero de lo que van a comprar –en los próximos 10 años– en el instante de la negociación, sin cobro de intereses, lo que da respiro a esos países porque pueden invertir en infraestructura, etcétera. Operan con lógicas y categorías muy distintas a las que estábamos acostumbrados hasta ahora para entender el mundo imperialista occidental.
Níger, rico en uranio, proporciona más del 35% del combustible para la industria nuclear francesa (que representa el 70% de la cesta energética de Francia); sin embargo, solo el 3% de los nigerinos tiene acceso a la electricidad. En la “antigua” colonia francesa de Chad la misma cifra llega al 9%, mientras que asciende al 20% en Burkina Faso.
En África la gente está harta de los abusos, de la superexplotación, de las manipulaciones y del uso de mecanismos usureros de parte de los imperios occidentales. El mundo multipolar ahora tiene un banco de los Brics, al que se puede acceder vía préstamos sin necesidad de estar en la situación que te pone la banca internacional, que traen veneno.
Hoy el imperialismo unipolar ya no controla la economía mundial, los Estados Unidos y el dólar están en decadencia, hay una emergencia de un comercio internacional fuera del campo del imperialismo occidental. Arabia Saudita, un país prácticamente arrodillado a la política de Washington, ha tomado distancia y se ha alineado con el mundo multipolar y está comerciando con China ya no en dólares, sino en yuanes. Es toda una ruptura, porque el dólar se montaba sobre ese acuerdo con Arabia Saudita de comerciar el petróleo en esta moneda, convenio realizado en 1971 por Nixon y Kissinger cuando se salieron del patrón oro y mantuvieron el dólar como la moneda principal del comercio mundial. Esta política acaba de terminar cuando Arabia Saudita aceptó comerciar en otras monedas con este mundo multipolar.
Vemos ante nuestros ojos la transición del capitalismo unipolar-occidental hacia un nuevo mundo que no deja de ser capitalista, pero que da a los movimientos socialistas y antiimperialistas el poder tener un espacio de maniobra y de respiro ante la agresión del imperialismo estadounidense y el mundo unipolar.
¿Cuál es el paradigma de seguridad que hay en Occidente por retener su influencia colonial en África y sus recursos naturales?
Creo que el hecho de que sean varios países los que se rebelan al mismo tiempo plantea una dificultad para los imperios de meterse militarmente a tratar de revertir los nuevos procesos de descolonización. Que haya cuatro o cinco países ahora mismo que hicieron una ruptura, y otros como Argelia que han dicho claramente que si Francia se mete en Níger apoyarán y defenderán al país africano contra la agresión francesa, dificulta acudir a la intervención militar para Francia –como lo ha hecho toda la vida–. Aunque en Gambia los franceses se adelantaron y dieron hace poco un golpe militar.
¿Cuál es la vía que elegirán para no perder su influencia en África?
Hay varios modelos: está el libio, por ejemplo. En Libia tumbaron el gobierno a través de una intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), dejaron un país devastado, que ya no existe. Lo que hay es una guerra civil interminable. Y lo que hicieron fue militarizar los pozos petroleros y poner oleoductos que van directamente al Mediterráneo, protegidos militarmente por Occidente, donde llegan los barcos petroleros a recoger el crudo; están llevándose el recurso mientras los libios están matándose entre ellos. Desde el punto de vista occidental qué importa lo último, si finalmente se están llevando el crudo.
Ese es el modelo de destruir un país: generando un caos organizado para militarizar de manera estratégica las zonas donde están los recursos naturales que desean. Es costoso, no es fácil, pero es un modelo.
El otro es el yihadista, que han usado con éxito en África. Organizan milicias yihadistas que no son otra cosa que mercenarios a sueldo disfrazados de musulmanes que se meten en un país y destruyen al gobierno de turno, que está, por ejemplo, negociando con China, como pasó en la República Centroafricana hace ocho o 10 años atrás. Los yihadistas destruyeron ese gobierno, lo hicieron caer y luego sacan a sus brigadas y ponen un nuevo gobierno interino arrodillado ante su par francés y quitan los acuerdos comerciales con China en petróleo y otros, y se los pasan nuevamente a Francia.
“Sin la existencia de este mundo multipolar, no estaríamos viendo estas transformaciones tan rápidas en África”
Con los yihadista también justificaron una intervención militar, como hicieron en Malí hace unos años, donde había un movimiento de liberación nacional que se separó de Malí y tomó el territorio al norte, en el Sahara, en cuyo subsuelo está todo el uranio. Lo que hizo el gobierno de Hollande, en esa oportunidad, fue usar las milicias yihadistas para decirle al mundo: «si no intervenimos, los yihadistas se quedan con Malí». Destruyeron el movimiento de liberación y los franceses tomaron el gobierno, poniendo a otro de su conveniencia.
Otra forma es un golpe de Estado interno, como han hecho numerosas veces, que a través de comprar a militares de alto graduación saquen a militares nacionalistas como Thomas Sankara.
¿Cómo afecta lo que pasa en África y el nuevo orden mundial a América Latina y el Caribe?
El imperialismo yanqui, una vez que recolonice la economía europea, viene para América Latina y el Caribe. Hay un informe de la administración Biden, del otoño pasado, que anuncia que la prioridad es nuestra Región. La jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura J. Richardson, ha llamado la atención con sus comentarios sobre las riquezas de América Latina y el Caribe: “no podemos dejar que se nos vayan de las manos por los rusos y los chinos”, dijo descarada y abiertamente, como si fuésemos propiedad privada de ellos.
El escenario es catastrófico para América Latina y el Caribe y usarán todos los métodos, hasta los más perversos, para no perder su patio trasero. En África ellos han perdido la batalla y no tienen mucho que hacer, lo que les queda es nuestro continente.
Los nuevos miembros estratégicos que el Brics+ ha añadido recientemente han ampliado la organización, incluyendo a tres naciones africanas geoestratégicas y grandes potencias energéticas de Asia Occidental, ¿cuánto afecta a Occidente la incorporación de nuevas naciones a este ente?
Es un paso acelerado de ruptura con los imperialismos occidentales, porque el comercio con los países africanos que se integran a este organismo se va a reorientar de modo muy fuerte hacia China, la India, Rusia y demás miembros del Brics. Los países occidentales, que han estado boicoteando la emergencia de este mundo multipolar, lo van a pagar caro, porque todos los que se están integrando al bloque van reorientando su economía y disminuyendo rápidamente su dependencia de los imperialismos occidentales; eso les abre un espacio de maniobra a los países africanos, que pueden comerciar sin dependencia ni chantajes, sin sanciones y tampoco amenazas.
El mundo multipolar está cambiando el orden internacional muy rápidamente y vamos a ver en los próximos años un colapso del imperialismo yanqui y de los imperialismos occidentales. La deuda que tiene los Estados Unidos es trillonaria, y en la medida que la economía internacional se desdolarice la moneda perderá valor y en los Estados Unidos habrá una hiperinflación como la que viven muchos países del Tercer Mundo, lo que los norteamericanos no están acostumbrados a eso. Esto plantea el potencial de que pueda terminar en una guerra civil donde algunas regiones van a intentar independizarse.
Por último, ¿qué es el “imperialismo interseccional” que usted plantea?
El imperialismo interseccional es el mismo sistema imperialista que produce pobreza, explotación, patriarcado, dominación de mujeres y a los movimientos LGTB, pero al mismo tiempo financia la oposición a ese sistema porque necesitan una oposición domesticable, que no sea antiimperialista; una oposición a esas opresiones que se quede en luchas identitarias dentro del sistema y no en luchas por transformar las estructuras de dominación del sistema, es decir, no en luchas antisistémicas.
El imperialismo interseccional financia la oposición al sistema y esto produce una confusión enorme, porque tenemos que, a través de las embajadas con agendas supuestamente progresistas financian ONGs, movimientos sociales, etcétera, pero que son instrumentos del Imperio para dividir a los movimientos antisistémicos, para que no tomen un giro antiimperialista. En otras palabras, mientras la lucha feminista se quede como una lucha reivindicativa dentro del sistema o la lucha LGTB se quedé en una lucha por migajas dentro del sistema o la lucha antirracista se quedé así, perfecto, ellos la financian. Pero a la hora que esas luchas adquieran un carácter antiimperialista, entramos a otro terreno de juego que al Imperio no le interesa.
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Cris González Directora