VIDEO │ Jorge Viaña: «la situación exige reconstruir desde abajo, volver a tener organizaciones y organismos con legitimidad en sus propuestas y capacidad de acción efectiva»

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A continuación presentamos una versión editada de la entrevista realizada en El Taller al economista Jorge Viaña, quien además es docente y escritor, reconocido por su conocimiento de los procesos políticos y económicos de Bolivia.

Las Elecciones Generales del pasado domingo 17 de agosto dieron como resultado un ganador inesperado: Rodrigo Paz Pereira, acompañado por su compañero de fórmula Edman Lara, conocido como capitán Lara; secundado por su contrincante Jorge Tuto Quiroga, del Partido Libre, con quien se medirá en la segunda vuelta.

El avance opositor en sus distintas expresiones marca el fin del Proceso de Cambio gestado desde principios del siglo.

¿Cuál es el diagnóstico actual tras las presidenciales del 17A?

Creo que se trata de una larga cadena de errores que se han ido cometiendo y que analizaremos con más calma posteriormente. Lamentablemente, los dos frentes progresistas no tuvieron ninguna posibilidad.

En términos prácticos, gane quien gane gobernará de forma muy similar. Su misión será determinar si el ajuste económico será de golpe o gradual, con medidas como la eliminación de la subvención a los hidrocarburos.

La división de los sectores progresistas permitió que irrumpieran dos candidatos de derecha con porcentajes de alrededor del 20% y un voto oculto que finalmente se volcó hacia Rodrigo Paz. Esto genera un escenario complicado, con la Asamblea Legislativa controlada casi en su totalidad por partidos de derecha o centroderecha. Fue un error grave de Morales impulsar el voto blanco y nulo, ya que impidió que se consiguieran incluso unos pocos diputados progresistas, dejando la Cámara en condiciones peores que en los años 90. Paz o Tuto Quiroga, en la práctica, cogobernarán con holgura, independientemente del resultado de la segunda vuelta.

Tuto Quiroga representa la corriente más conservadora y neoliberal, mientras que Rodrigo Paz podría considerarse un poco más nacionalista. Sin embargo, las presiones externas quizás determinarán que ambos implementen ajustes económicos, aunque no tan extremos como los de los años 80. La eliminación de subvenciones, devaluación y aumento de precios afectará principalmente a los sectores populares.

El gran problema será de dónde conseguir dos o tres mil millones de dólares anuales. Para eso nosotros proponemos recuperar excedentes de los sectores que han obtenido ganancias extraordinarias en minería, agroindustria y banca en los últimos 15 o 20 años, sin recurrir a impuestos a las exportaciones, algo que sorprendentemente no existe en Bolivia a diferencia de otros países sudamericanos.

Una coordinadora de defensa de la economía popular y los recursos naturales puede organizar estas acciones desde abajo, independientemente del gobierno que asuma. Las medidas de ajuste unirán a los sectores populares en torno a una lucha común, haciendo imperativo tener un programa y un plan estratégico. Esto implica retomar trabajo de base, sindical y en barrios, reconstruyendo estructuras desde cero.

¿Cree que los errores cometidos por la izquierda se deben a la falta de estrategia común o de unidad?

Sí, porque ahora la situación es prácticamente nominal. Probablemente no habrá más de tres o cuatro diputados progresistas en el próximo Parlamento, quizás cinco como máximo. Esto deja a los sectores de izquierda sin capacidad de efecto estatal inmediato, más allá de las siglas. Lo que queda es la lucha desde la base.

Bolivia tiene una sociedad que no es afín a los términos medios, es una sociedad de extremos. Desde los años 20, 30 y 40 esto se ha repetido. En los años 60, por ejemplo, existía un equilibrio entre el Ejército y la clase obrera. Si la clase obrera desempata, se generan asambleas populares como con Torres; si lo hace el Ejército, se producen golpes de Estado, como en 1964 o 1980. Esta característica define la organización social en Bolivia, con tendencias al maximalismo de masas.

«La división de los sectores progresistas permitió que irrumpieran dos candidatos de derecha con porcentajes de alrededor del 20% y un voto oculto que finalmente se volcó hacia Rodrigo Paz»

Esto refleja la debilidad del Estado incluso durante el gobierno de Evo Morales, cuando la pérdida del apoyo masivo podía derribar a cualquier autoridad. Se trata de un Estado “aparente”, débil, donde el control real depende de la movilización social y de las fuerzas en las calles.

En las elecciones recientes vimos una derecha empoderada y una izquierda disminuida, con números que no se habían registrado en más de 20 años. El voto nulo también fue determinante, reflejando la movilización de masas campesinas e indígenas y, en particular, la posición conservadora de Evo Morales. Hasta García Linera criticó la estrategia de voto nulo, considerando que había impedido que se obtuvieran diputados progresistas. De no haberse promovido el voto nulo, Andrónico o Del Castillo podrían haber conseguido entre 10 y 20 diputados. En cambio, estamos en una situación peor que en los años 90.

«Es fundamental crear coordinadoras de defensa de la economía popular y de los recursos naturales, con propuestas claras y viables»

¿Puedes enumerar los errores políticos cometidos?

Sí. El primero fue no movilizar a la gente y no coordinar la acción estatal con la movilización social. Como señalaba Zavaleta Mercado, los gobiernos antiimperialistas deben garantizar que la movilización de masas acompañe las medidas estatales, de lo contrario se debilitan.

Otro error fue no afianzar la economía real de la población antes de avanzar en el proyecto político y cultural. Para sostener un proyecto de transformación primero se debe garantizar seguridad económica y luego consolidar el proyecto político.

En 2014, con déficit fiscal y declinación de pozos, Arce hereda limitaciones inevitables. La teoría del “capitalismo andino” planteaba un control del 30% del PIB por parte del Estado, insuficiente para sostener la economía y evitar conflictos. La falta de regulación sobre agroindustria, minería y banca llevó al país a un callejón sin salida, agravado por decisiones políticas como el Referéndum del 21F, que deslegitimó aún más la economía y el proceso de movilización.

En comparación, Chávez en 2007 perdió un referéndum, pero luego ganó en 2009 consolidando legitimidad. En Bolivia no se aprendió de esos procesos, el 21F fue un error que impidió consolidar transformaciones estructurales y mantener la movilización social. Esto dejó al Gobierno expuesto a la derecha y debilitó el control político en momentos críticos.

En un artículo mencionabas un cambio de correlación de fuerzas en 2018, ¿cómo afectó eso al escenario político?

En 2018 ya se había modificado completamente la correlación de fuerzas. La falta de movilización de masas tras el 21F y la pérdida de legitimidad dejaron a la derecha en posición de ganar terreno. La solución adoptada fue un enjuague institucional que no logró recuperar el apoyo popular. A inicios de 2018 ya no había movilización masiva ni capacidad de las fuerzas progresistas para equilibrar la situación; la derecha avanzaba y tomaba decisiones estratégicas en beneficio propio.

Esto muestra que el problema no era solo económico, sino profundamente político: la incapacidad de mantener legitimidad, movilizar a la población y controlar sectores estratégicos debilitó al Proceso de Cambio y dejó el terreno abierto para la reaparición de la derecha.

¿Crees que los errores en la administración de Arce y Morales podrían haberse corregido con políticas diferentes?

Sí, pero habría requerido una visión estratégica más amplia y anticipada. Entre 2012 y 2014 se debió avanzar en la recuperación de excedentes de minería, agroindustria y banca, y reforzar la movilización de masas. La teoría del “capitalismo andino” era insuficiente para controlar la economía real del país.

Otro error fue la falta de aprendizaje de experiencias comparables, como la de Venezuela con Chávez. Allí, después de perder un referéndum, se reorganizó y consolidó legitimidad antes de nuevas decisiones estratégicas. En Bolivia no hubo medidas equivalentes para afianzar la legitimidad ni asegurar la economía antes de avanzar en cambios políticos y sociales.

VIDEO │ Entrevistas completa para El Taller

¿Se puede aprender de estos errores para futuras estrategias?

Sí, pero requiere comprender la relación entre movilización social, control de recursos estratégicos y legitimidad política. Sin estos tres elementos cualquier intento de transformación se debilita y puede ser revertido.

El análisis histórico muestra que los errores económicos, políticos y sociales se entrelazan: la declinación de pozos, el déficit fiscal, la concentración de excedentes en manos privadas, la falta de movilización y la incapacidad de generar legitimidad dejaron el escenario propicio para que la derecha ganara, mientras los sectores progresistas quedaron reducidos a una mínima representación parlamentaria.

¿Cómo se vislumbra la situación del Proceso de Cambio y del Estado Plurinacional?

No hay nada irreversible, pero todo dependerá de la correlación de fuerzas en el Congreso y en la sociedad. La derecha intentará avanzar en reformas, abrir la Constitución y empezar procesos de privatización, buscando consolidar poder entre los tres grupos que se están reciclando. Sin embargo, hay límites impuestos por la sociedad, no todo será posible. La derecha está empoderada, envalentonada, y la izquierda está muy disminuida –los números que hemos visto son los peores de los últimos 20 años en Bolivia–.

Otro factor crítico fue el voto nulo. Ese movimiento, impulsado por sectores campesinos e indígenas y por la misma posición de Evo Morales generó que un 15% a 20% del electorado no lograra que se eligieran diputados progresistas. Con ese 20% distribuido, Andrónico y del Castillo habría tenido entre 10 y 20 diputados; así que estamos peor que en los años 90. La estrategia de Morales de respaldar el voto nulo resultó absolutamente conservadora, porque mantuvo el control nominal sobre quién podía ser candidato, limitando la representación progresista.

¿Qué implicaciones tiene esto para los próximos cinco a 10 años?

La situación exige reconstruir desde abajo, volver a tener organizaciones y organismos con legitimidad en sus propuestas y capacidad de acción efectiva. La historia de Bolivia muestra que es una sociedad de extremos, donde los grandes cambios dependen de la movilización masiva. Desde los años 20 hasta los 80 cualquier desequilibrio entre Ejército y clase obrera se resolvía en favor de uno de ellos; el resultado era golpes de Estado o asambleas populares.

Hoy la debilidad del Estado Plurinacional es evidente: un Estado muy débil que depende de la movilización social para sostenerse. La correlación de fuerzas futura estará marcada por esta debilidad estructural y por la capacidad de la sociedad civil de organizarse en torno a maximalismos de masas, una característica histórica que no se ve en otros países de la Región.

Hablábamos de reconstruir desde abajo y de estrategias populares. ¿Cómo debería articularse esa reorganización frente a la derecha empoderada?

Es fundamental crear coordinadoras de defensa de la economía popular y de los recursos naturales, con propuestas claras y viables. La derecha va a implementar ajustes que afectarán a los sectores populares y eso nos obliga a organizar respuestas desde la base, más allá de siglas y liderazgos. Hay que trabajar con los barrios, sindicatos, organizaciones campesinas e indígenas, estableciendo estructuras que tengan legitimidad y capacidad de acción.

No se trata de esperar que el Gobierno haga algo, porque ninguno de los dos que suba a la Presidencia lo hará. Se trata de construir poder desde abajo, de movilizar a la sociedad civil, para que cualquier ajuste impuesto por la derecha no nos deje indefensos. Eso implica un trabajo constante de base, de coordinación y de educación política popular, aprendiendo de la historia de los años 90 y de las experiencias de movilización en Venezuela y otros países.

¿Y respecto a la presión internacional?

Habrá intentos de organismos internacionales de facilitar la resolución de la crisis económica: los Estados Unidos, la Unión Europea (UE), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Pero si no se recupera excedente del capital y de los grandes sectores económicos el ajuste siempre recaerá sobre los pobres. Esa es la cuestión clave. La política interna estará condicionada por la necesidad de conseguir entre dos  y tres mil millones de dólares al año, y sin movilización desde abajo el costo siempre será social.

¿Puedes enumerar los errores económicos y políticos de los gobiernos anteriores y explicar su impacto?

Claro. Primero, no se movilizó a la gente para acompañar las medidas estatales. Esa desconexión entre acción estatal y movilización popular fue crítica. Zavaleta Mercado señalaba que los gobiernos antiimperialistas que no movilizan a las masas están destinados a fracasar, porque la movilización crea tanto capacidad de apoyo como de autonomía.

Segundo, hubo un descuido en la nacionalización y en la gestión de los sectores estratégicos: minería, agroindustria y banca. La acumulación de ganancias extraordinarias en estos sectores no fue acompañada por una recuperación de excedentes para el Estado. Por ejemplo, entre 2019 y 2023 la banca ganó mil 109 millones de dólares y la minería exportó seis mil millones de dólares, de los cuales solo 40 millones entraron al Estado. Esto demuestra que no se controló la sobreacumulación capitalista.

Tercero, los pozos declinaron y se generó déficit fiscal entre 2014 y 2016, perdiéndose reservas que habían alcanzado los 14 mil millones de dólares. Los errores en política económica y estructural llevaron a un callejón sin salida donde las decisiones tardías impidieron aprovechar oportunidades para consolidar el modelo y fortalecer la soberanía económica.

Cuarto, la gestión política del referéndum del 21F fue un error estratégico grave. Se deslegitimó el proceso al forzar la reelección presidencial, debilitando la confianza en las instituciones y generando un vacío que la derecha supo aprovechar.

¿Este debilitamiento es resultado de errores estratégicos y de liderazgo?

Sí, es un escándalo histórico. Primero, la incapacidad de Evo Morales y Arce para mantener un mínimo de sobrevivencia política y capacidad de acción frente a un desafío histórico tan grande ha quedado patente. Parte de la culpa recae en Arce, pero la responsabilidad principal es de Morales, cuya visión conservadora y control absoluto del proceso político limitó la posibilidad de consolidar fuerzas progresistas.

Segundo, se dejó que ciertos sectores económicos crecieran sin control ni regulación adecuada. Minería, agroindustria y banca siguieron acumulando ganancias enormes, mientras el Estado no lograba retener excedentes suficientes para financiar políticas sociales sostenibles. Esto generó una sobreacumulación capitalista que no se reinvirtió en la economía popular y terminó debilitando la capacidad de maniobra del Gobierno frente a crisis externas o internas.

Tercero, la falta de un proyecto cultural y político sólido que acompañara las medidas económicas. No basta con nacionalizar o regular, es necesario educar, concienciar y consolidar una narrativa que articule al pueblo con el Estado. Sin eso las reformas pierden fuerza y cualquier retroceso, real o percibido, se traduce en desapego y desconfianza.

Cuarto, la centralización excesiva del poder en Evo Morales. Si todo depende de una sola persona se produce vacíos de liderazgo y dificultades para que otros cuadros del movimiento progresista puedan sostener la gobernabilidad y la cohesión política. Esto, sumado a decisiones como el llamado al voto nulo, debilitó la representación de la izquierda y complicó la defensa de avances estructurales frente a la derecha.

Quinto, errores estratégicos en el manejo de las elecciones y en la lectura de la correlación de fuerzas. No se supo prever ni canalizar adecuadamente la movilización social ni aprovechar los recursos económicos de manera óptima. Esto permitió que la derecha emergiera con fuerza y controlará una proporción significativa de la Asamblea Legislativa, lo que limita la capacidad de implementación de políticas progresistas.

En conjunto, estos elementos –la debilidad en la movilización social, el control insuficiente de los sectores económicos estratégicos, la falta de proyecto cultural y político coherente, la centralización del poder y los errores estratégicos electorales– explican en gran medida la situación actual. Zavaleta Mercado insistía en que sin abordar estas dimensiones simultáneamente cualquier intento de transformación estructural estaba condenado a enfrentar dificultades profundas.

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Cris González Fundadora de Correo del Alba

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