A dos días de las elecciones… recuerdos de cuando ser masista estaba de moda

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«El mejor año para ser hippie fue en 1965», dice Hunter S. Thompson.*

Sin embargo, para Thompson, el mejor año fue 1966, «el verdadero año del hippie», que dio paso a una avalancha nacional en 1967. Pero ese año no fue bueno para ser hippie verdaderamente, dice. Fue un buen año para vendedores y exhibicionistas que se hacían llamar hippies y concedían entrevistas sensacionalistas, muchos asociados con el culto al sexo y a las drogas, o llamativos por sus discursos espirituales y su estética colorida. Así, los hippies serios, sin nada que vender, descubrieron que tenían poco que ganar y mucho que perder. «Los hippies originales desaparecieron del mapa cuando los hippies se convirtieron en una moda nacional».

Cuando algo se pone de moda, lo auténtico se pierde, y lo que vende mediáticamente adquiere cierta legitimidad. Así, un movimiento político que originalmente cuestionaba la intervención militar estadounidense y la Guerra de Vietnam, sufría de una falta de definición, volviéndose un performance vacío.

“Nadie puede decir con exactitud qué representan los hippies”, dice Thompson.

Yo creo que el mejor año para ser masista fue 2009. El verdadero año del masista. El gobierno de Evo Morales atravesó años conflictivos desde el 2006 con la Media Luna, la agenda autonómica y los conflictos sobre la Asamblea Constituyente. El 2009 fue la victoria simbólica del «renacer» de Bolivia a partir de un Estado Plurinacional. Emergieron nuevos símbolos, discursos y una nueva Constitución Política del Estado.

Fue un buen año para el masismo.

Desde ese momento la estética andina parecía ser más visible y los masistas vestían -como los hippies con sus ropas floreadas- chuspas de aguayo y lluch’us andinos. Las k’oas se pusieron de moda. El “Vivir Bien” se volvió filosofía. Los jailones te hablaban de la Pachamama. Artistas que hoy están contra el evismo, antes tocaban para los ministerios y los cierres de campaña del MAS. Cineastas soñaban con planos épicos de Evo Morales, y hasta Evo Pueblo, la película, tenía el casting de Evos más largo que una cola para la gasolina.

Pero si hablamos del momento en que lo étnico y lo identitario se volvió moda política, ese punto empezó antes, desde el 2002 y con más fuerza el 2005. Fue ahí cuando una izquierda sin identidad propia absorbió y asumió lo indígena como su principal fuerza para conquistar votos. Se veía de a poco cómo la gente cambiaba sus boinas del Che Guevara por chuspas. Prendas como el poncho y el aguayo entraban como accesorios de esa izquierda tradicional y de clase media. Era una apropiación estética que trataba de engancharse a un movimiento indígena que venía a ser el sujeto central del cambio político.

La pregunta siguiente es: ¿existían “hippies falsos” en el masismo? Veías a funcionarios del MAS en medios de comunicación y entregas de obras hablando de Evo, de la colonia, de los 500 años… incluyendo sus intelectuales. La realidad es que el MAS nunca hubiese sido gobierno sin los cincuenta años previos a su gobierno, donde indígenas de todos los lados ayudaron a alimentar un descontento social: la Guerra del Agua, la Guerra del Gas, las marchas de indígenas de tierras bajas, las protestas sindicales, las muertes por represión estatal. Ellos eran los verdaderos actores del tan famoso proceso de cambio.

Pero no fue solo antes del MAS, también después. ¿Se acuerdan de quiénes pagaron de verdad las reformas estatales? En Santa Cruz, los collas insultados y golpeados, a quienes se llegó a llamar “raza maldita” en el periodo de la Media Luna. En Sucre, en 2008, campesinos obligados a arrodillarse y besar la bandera departamental como acto de humillación pública. Ellos fueron quienes realmente cargaron sobre sus espaldas el costo del proceso político, mucho antes de que se convirtiera en consigna o moda.

En esta segunda etapa, de 2009 en adelante, el masismo dejó de necesitar conquistar desde la identidad: ya tenía la hegemonía. Procedió la estatización de lo simbólico: la wiphala, la nueva Constitución, el Estado Plurinacional. Y ahí apareció otro fenómeno: el oportunismo. Por eso se veía a gente que había sido ferozmente antimasista durante la etapa de la Media Luna terminar trabajando para el MAS, y también a los primeros desencantados de izquierda alejándose del proceso.

Y no solo se consolidó una agenda, los masistas ganaron prestigio. Todos querían ser masistas, incluso los periodistas que hoy se esfuerzan por no “mancharse” con la izquierda, en ese entonces confesaban su admiración por Cuba, trabajaban en Btv o escribían columnas extensas defendiendo a Evo Morales por ser el gran indígena del Abya Yala.

Ya no era masismo: era pachamamismo. Lo indígena se despolitizó, se exotizó, se redujo a rituales y decoración cultural, vaciándolo de su fuerza política original que aún respiraba en la primera etapa del 2002 hasta el 2009. Y esa es la parte que más se parece al final del hippismo que describe Thompson: cuando la estética reemplaza a la causa y la moda sustituye al movimiento.

Hoy, ser libertario está de moda. Es el nuevo merchandising de la rebelión.

Decir «socialista» a todo se ha vuelto la marca de la bestia en la frente y explicar teoría económica con vacas ha reducido toda la complejidad social… a vacas.

Nunca en mi vida había escuchado la palabra «libertad» usarse tanto para todo: libertad individual, libertad de propiedad, libertad de decidir, libre mercado, libre empresa, libre comercio, libertad fiscal, libertad de elegir escuela, libertad de elegir hospital, libertad para no pagar impuestos, libertad para comprar, libertad, libertad, libertad… y la joya de la corona, el grito de los nuevos creyentes: «¡Viva la libertad carajo!»

Ser libertario está de moda.

Ser liberal está de moda.

Hablar de Milei está de moda, como usar chuspas en el 2009.

Samuel Doria Medina, Tuto Quiroga y Manfred Reyes Villa han llegado en el mejor momento, porque reducir el Estado está de moda, privatizar empresas estatales está de moda, endeudarse a millones está de moda, el FMI está de moda, carajear está de moda, Freddie Mercury está de moda. Hoy ellos prometen ser los gurús del nuevo «hippismo económico» que nos salvará del fantasma rojo del socialismo.

Y como hoy la libertad está de moda. Los casos recientes son igualmente emblemáticos y cómicos. El Tata Quispe, que alguna vez se vendía como el indígena puro de la Conamaq y la reconstitución sagrada de los ayllus, hoy se declara libertario. Jaime Dunn, que desde 2012 en su Twitter publicaba textos con respaldo a las políticas económicas del MAS, posteaba sobre la igualdad e incluso con críticas mordaces a EE.UU., ahora posa como libertario. Eso me recuerda a Beto Astorga. Pasó de su plataforma «Otra Izquierda es Posible» a «Otra Bolivia es Posible», dejando atrás su intento de contrapeso desde la izquierda para presentarse como un «referente» de derecha.

Pero no es solo el libertario o el liberal. Ser antimasista hoy se ha vuelto una moda más. Nunca en su vida personas con dos neuronas flotando en la cabeza habían recibido tanta atención en sus redes sociales por hablar mal del masismo. Likes, espacios en medios de comunicación, invitaciones a paneles, viajes pagados, publicidad… hablar en contra del MAS se ha vuelto rentable y les ha otorgado visibilidad a las personas más nefastas.

Esta creciente popularidad de la escena antimasista-liberal-libertaria ha llegado al punto del elogio mutuo. Y con eso basta. A los libertarios de moda no les interesa hacer distinciones ideológicas, ni siquiera saben cuál es la diferencia entre izquierda y derecha. “Intelectualmente flojos”, así les llamaban a los hippies que no tenían interés en conocer su postura ideológicamente, cuyo concepto del amor era «tan generalizado e impersonal que carecía de sentido», según Thompson. Lo mismo ocurre con los libertarios de moda: su concepto de la libertad es tan generalizado e impersonal que se está vaciando de sentido.

¿Cuándo será el año del libertario? Quién sabe. De lo que sí estoy segura es que este 17 de agosto, en las elecciones presidenciales, mucha gente en Bolivia votará por una moda insostenible en el tiempo. No será por convicción, sino por efecto de un gobierno de izquierda que prefirió el exotismo indígena antes que construir un sostén real para las agendas sociales que se construyeron por décadas, entre muertes y represiones. Lo que me lleva a preguntarme cuánto durará esta impostura llamada libertad. Qué vendrá después.

Por eso prefiero dejar de hablar de política por ahora. Es un sinsentido ser otra más entre los cientos de opinólogos, o llamados analistas, que pululan como moscas y que encuentras hasta en la sopa. Lo peor de todo este periodo electoral ha sido ellos: opinólogos de ocasión, especuladores en su mayoría. Así que nos vemos el siguiente año… si es que no he muerto o si es que, Dios me libre, no me he vuelto libertaria.

*Los Hippies, por Hunter S. Thompson. https://distrito47.wordpress.com/…/the-hippies-by…/

Foto: Aizar Raldes

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Quya Reyna Boliviana-aymara, pensadora y escritora

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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