La sombra de Erick Prince en las elecciones ecuatorianas

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La presencia de Erik Prince en territorio ecuatoriano, durante la campaña para la segunda vuelta presidencial, desató un clima de tensión y represión que marcaría el proceso electoral del 13 de abril. No es un secreto que la movilización del grupo mercenario Blackwater, bajo su dirección, tenía como propósito sembrar el terror entre la población y facilitar un fraude electoral premeditado, respaldado por un Consejo Nacional Electoral cómplice que anunciaría resultados insólitos: más del 57% de los votos a favor de Daniel Noboa.

En la antesala de esta contienda, emergieron múltiples denuncias desde las entrañas de un país sumido en el miedo, donde la población se convirtió en víctima de un clima represivo. La detención arbitraria y la persecución sistemática a dirigentes opositores se convirtieron en prácticas comunes y aterradoras. El gobierno ecuatoriano, decidido a afianzar su control, recurrió a los servicios de un experto en violencia militar y psicológica, Erik Prince, siguiendo las instrucciones del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Con la llegada de Prince, la intimidación se consolidó como modus operandi del régimen, extendiéndose como una sombra oscura sobre el electorado.

Las elecciones se desarrollaron bajo un estado de excepción declarado 24 horas antes de los comicios, afectando particularmente a las provincias que históricamente han apoyado a la oposición. El despliegue militar en las mesas de votación y centros electorales fue evidente, creando un ambiente de coerción brutal que llevó a algunos veedores y observadores internacionales a sentir una presión palpable por parte de las autoridades. Este entorno asfixiante no solo minó la confianza en el proceso, sino que también lanzó las ilusiones democráticas de millones de ecuatorianos al abismo.

Los informes de observadores internacionales revelaron unas condiciones de desigualdad escandalosas. El uso indebido de las instituciones y recursos del Estado, junto con cambios de reglas de última hora en aspectos organizativos cruciales, profundizaron la desconfianza generalizada en el proceso electoral. Luisa González, candidata de la Revolución Ciudadana y principal contrincante de Noboa, no dudó en señalar estos atropellos.

Ahora, para enmascarar las miles de irregularidades en el exterior, el gobierno ilegítimo de Daniel Noboa denuncia un supuesto hurto de material electoral que no fue utilizado en su sede diplomática de Caracas debido a fallas logísticas, lo que impidió que los electores ecuatorianos residentes en el país ejercieran su derecho al voto. Su fracaso electoral y su derrota moral no pueden taparse con estas patrañas diplomáticas. Ecuador descansa bajo un gobierno ilegítimo, gánster y mentiroso. En este sombrío escenario se relaciona el grupo terrorista Súmate, organización dirigida por María Corina Machado, especialista en el montaje de falsos positivos mediante la creación de “actas chimbas” construidas con inteligencia artificial.

El papel de María Machado, figura emblemática de la extrema derecha venezolana, no pasó desapercibido. Su equipo electoral, Súmate, se puso al servicio de Noboa, utilizando inteligencia artificial para emitir resultados fraudulentos, tal como hicieron en las elecciones del 28 de julio en Venezuela, cuando publicaron falsas actas para crear un resultado que desconociera el triunfo de Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. A pesar de que la mayoría de las encuestas anticipaban un triunfo de González, los resultados oficiales presentados fueron desproporcionados e insustentables, generando un mar de sospechas sobre la legitimidad del proceso.

Las palabras de Machado con la retórica de libertad y democracia, escondió la oscura realidad de un pueblo agredido; la celebración de un fraude que nombró a un nuevo presidente, mientras el clamor popular era silenciado y aplastado por la represión.

Las denuncias de fraude electoral no solo se limitan a las palabras vacías de ciertos actores políticos, sino que son un grito de alarmas que resuena profundamente en la conciencia social. En esta contienda, no solo se jugó un puesto en el gobierno, sino que se asestó un golpe directo a la esencia misma de la democracia ecuatoriana. Cada acción concertada para amedrentar al electorado, cada mancha de sangre y cada lágrima derramada, sella la complicidad de un régimen que ha elegido la tiranía en vez de la escucha y el diálogo.

Mientras las sombras de Erik Prince y su mercenarismo se ciernen sobre Ecuador, el pueblo clama por justicia. Cada día que pasa sin una respuesta clara a las irregularidades y agresiones sufridas es un día más en el que el estado actual se afianza, poniendo en jaque la posibilidad de un futuro libre y democrático. La verdad siempre encontrará un camino para salir a la luz. El eco de la resistencia se alza en las calles, clamando por un Ecuador que aún sueña con recuperar su voz y su dignidad.

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William Gómez García Venezolano, periodista

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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