La corrupción, una práctica colonial y del sistema capitalista

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Uno de los grandes fracasos, hasta ahora, de nuestro Proceso de Cambio es no haber desmantelado la herencia colonial de la corrupción, transformando las estructuras mentales capitalistas, coloniales y patriarcales. Es más, hemos generado una especie de naturalización cambiándole de nombre a “viveza criolla”, pero también hemos fomentado y alimentado la prebenda, el entreguismo, los avales. Más de 18 años en espacios de poder, pero sin poder ejercerlo, porque los poderes fácticos han ido recuperando terreno y posicionándose bajo el umbral de lo popular.

Muchos autores, ya desde la década del 90, han intentado teorizar sobre el porqué persiste la corrupción como práctica común (casi popular) en nuestros países. Incluso el economista de derecha peruano Hernando de Soto relacionó la práctica corrupta con la necesidad de la seguridad jurídica sobre la propiedad privada, identificando así la corrupción con el capitalismo y, por ende, como un elemento más del colonialismo europeo de los mil quinientos, por tanto totalmente contrario y desplazador de las lógicas de vida de la comunidad. Al igual que el patriarcado, que se enraíza en la concepción de la propiedad privada, la tierra es propiedad de alguien, los animales son propiedad de alguien, la naturaleza es propiedad de alguien, las mujeres y los hombres le pertenecen a alguien.

Al tener la convicción de que la corrupción se relaciona con la seguridad jurídica sobre la propiedad privada, un Estado con un sistema de administración de justicia totalmente debilitado y prebendal, y además del sabotaje permanente ejecutado desde la derecha nacional e internacional ante cualquier cambio que pretenda mejorarlo, es presa fácil.

Pero la corrupción no es solamente en esferas estatales, es decir que no solamente es corrupto quien estando en cargo público lo utilice para beneficio económico personal; corrupto también es quien ofrece dádivas para favorecerse. Así lo define la Ley N° 004, de Lucha Contra la Corrupción, Enriquecimiento Ilícito e Investigación de Fortunas “Marcelo Quiroga Santa Cruz”, del 31 de marzo de 2010, al decir que la corrupción “es el requerimiento o la aceptación, el ofrecimiento u otorgamiento directo o indirecto, de un servidor público, de una persona natural o jurídica, nacional o extranjera, de cualquier objeto de valor pecuniario u otros beneficios como dádivas, favores, promesas o ventajas para sí mismo o para otra persona o entidad, a cambio de la acción u omisión de cualquier acto que afecte a los intereses del Estado”.

Entonces se debe entender que la corrupción es un comportamiento de personas con estructuras mentales coloniales y capitalistas que luchan por la hegemonía de poder, sin ningún reparo de transgredir valores éticos de convivencia humana.

Pese a eso, hemos dado muestras de adaptación a prácticas coloniales y capitalista; solamente hemos adecuado el cambio de actores. Hoy, más que nunca, se ha instrumentalizado la Justicia; se judicializa todo, incluso las decisiones de los congresos sindicales, haciendo perder fuerza orgánica a quienes pretenden hacer prevalecer la decisión de las mayorías congresales. Se judicializa un proceso de selección, haciendo perder competencia constitucional a la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP). Se corre el riesgo de que perdedores se amparen en Salas Constitucionales (muchas de ellas de dudosa claridad jurídica) solamente para frenar procesos electorales, pero cuando conviene se acusa de “prorroguistas” a quienes interpretaron de una manera el presunto “incumplimiento de deberes” de la ALP al no convocar a tiempo a las Elecciones Judiciales, o se mira hacia otro lado cuando las resoluciones les conviene.

Estas decisiones constitucionales, por encima de las competencias específicas de cada una de las instituciones de otros órganos o de otras organizaciones, han llevado a la pérdida de norte orgánico e institucional. La excesiva judicialización de la política, de la administración pública, de la misma gobernabilidad, ha separado a las mayorías que son las que de verdad gobiernan en un sistema verdaderamente democrático.

Si nuestro Proceso de Cambio pretende profundizarse debemos abrir espacios de discusión interna que nos aporte en la deconstrucción del sistema de creencias colonial, patriarcal y capitalista, que nos oriente hacia el horizonte del Vivir Bien como una forma de vida y no solo como un marco filosófico, antes de perdernos en peleas netamente electoralistas (sistema democrático de la colonia burguesa, también).

Hablar de comunidad, hablar de socialismo (del sociable, pero también del otro), hablar de la industrialización (para que no siga la seductora senda capitalista), hablar con las (y de las) organizaciones sociales, escucharnos en comunidad, porque eso es el Vivir Bien.

Ahora estamos en una coyuntura electoral, pero la misma debe servir para construir un programa de gobierno legítimo, que responda a las necesidades de la gente y no de castas. Que recupere valores ancestrales y culturales de todas las naciones, pero también escuchar a las y los trabajadores, que son el motor del proceso productivo e industrializador. Las y los indígenas originario campesinos, trabajadores del campo y la ciudad son los sujetos históricos y por sus luchas ahora se tiene un Estado Plurinacional. Reconocer esa realidad nos permitirá continuar y profundizar nuestro Proceso de Cambio.

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Verónica Navia Boliviana, exministra de Trabajo, Empleo y Previsión Social

Sabina Orellana Boliviana, exministra de Culturas, Descolonización y Despatriarcalización

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