Ecuador: violencia, crisis energética y polarización política son los retos del nuevo gobierno

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Simón Bolívar, el Libertador, proclamó que “una sola debe ser la patria de todos los americanos”, pero, ¿realmente hemos entendido esa visión? Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia han vivido en un constante tira y afloja, donde la unidad parece un sueño lejano. En lugar de avanzar juntos, nos ahogamos en divisiones, ideologías enfrentadas y rencillas absurdas. La herencia bolivariana se ha convertido en un campo de batalla entre intereses mezquinos y egoísmos nacionales. ¿Dónde está la perfecta unidad que él anhelaba? Es hora de confrontar nuestra realidad y dejar atrás la falsa ilusión de una patria grande que sólo existe en discursos vacíos.

Así ha ocurrido con Ecuador, luego de las elecciones de este domingo 9 de febrero, donde se confronta un periodo extremadamente turbulento. La violencia que ha asolado a ese país se entrelaza con una crisis energética desbordante y una polarización política que amenaza con fracturar aún más la frágil unidad nacional. Mientras los ecuatorianos se preparan para el balotaje entre Daniel Noboa, quien obtuvo el 44,31% y Luisa González, el 43,83%, con estas cifras, ninguno de los candidatos se encuentra cerca de alcanzar la mayoría necesaria para proclamarse ganador. Según la Constitución de Ecuador, un candidato necesita más del 50% de los votos para ganar en primera vuelta, o el 40% con un margen de al menos 10 puntos porcentuales sobre el siguiente contendiente.

Este análisis busca explorar los efectos devastadores de la violencia, la crisis energética insostenible y la polarización política, que constituyen un caldo de cultivo para decisiones críticas en el futuro inmediato del país. La violencia ha cobrado un papel protagónico en la vida cotidiana de los ecuatorianos. En el último año, la ola de homicidios ha alcanzado niveles alarmantes, con enero de 2025 marcando un hito trágico al convertirse en el mes más violento en la historia reciente del país con más de 600 asesinatos.

Las calles de ciudades como Guayaquil y Quito se han convertido en zonas de guerra, donde el miedo se ha instaurado como una constante para la ciudadanía. La administración actual, bajo el mando de Daniel Noboa, un presidente con nacionalidad gringa, nació  en Miami el 30 de noviembre de 1987, llegó al poder prometiendo «mano dura» contra el crimen, pero la realidad es que estos compromisos no han logrado materializarse. La receta de la militarización y los estados de excepción ha fracasado ante un enemigo invisible y omnipresente: el narcotráfico y la delincuencia organizada que parecen haber tomado el control total en varios rincones del país.

Este clima de inseguridad no solo ahoga a las familias ecuatorianas, sino que también ha contaminado el panorama electoral, transformando el sufragio en un acto de desesperación y supervivencia. Los votantes, temerosos e indignados, ven en estas elecciones la oportunidad de rescatar su futuro, pero confrontan la dura realidad de votar entre una disyuntiva que puede resultar igual de letal: continuar con un presidente que no ha conseguido controlar la situación, o elegir a Luisa González, candidata que, aunque promete cambio, proviene de un trasfondo político liderizado por Rafael Correa.

Además del dilema de la violencia, Ecuador enfrenta una crisis energética que ha dejado a la población sumida en la oscuridad literal y figurativa. Miles de ciudadanos padecieron cortes de electricidad prolongados de hasta 14 horas diarias a causa de fallas en el sistema eléctrico, exacerbadas por sequías severas. Esta crisis no solo castiga a las familias en su vida diaria, sino que pone en riesgo el desarrollo económico y la competitividad del país.

Estas elecciones han evidenciado un país dividido, donde el apoyo a cada candidato se traduce en lealtades casi tribales, lo que dificulta incluso las conversaciones más básicas sobre las soluciones necesarias para salir de esta crisis. Sin embargo, los números reflejan una realidad alarmante: la falta de conexión entre los postulantes y la ciudadanía. Es inaceptable que, después de tanta campaña y promesas vacías, ni uno solo haya logrado captar la confianza y el apoyo de la población.

La fragmentación social y política ha encontrado su eco en el Congreso, que se caracterizará por su falta de cohesión. Con ADN, el partido de Noboa, obteniendo un 45,4% de votos y Revolución Ciudadana con un 38,74%, el nuevo mandatario enfrentará un congreso que, aunque fuerte, no será mayoritario, lo que podría dificultar la implementación de políticas urgentes para combatir la violencia y atender la crisis energética. La necesidad de consenso y cooperación dentro de un cuerpo legislativo polarizado supondrá un reto monumental, y la falta de alineación entre el Ejecutivo y el Legislativo puede llevar a un estancamiento que agrave aún más la situación del país.

Mientras tanto, Luisa González, con su renovada fuerza en la segunda vuelta electoral, ha reclamado la esperanza de un cambio, presentándose como la alternativa frente a Noboa. Pero su retórica de revivir el futuro debe ser examinada críticamente. La historia reciente del correísmo trae consigo tanto éxitos como fracasos, y el electorado debe ponderar si un regreso a esas políticas es realmente lo que el país necesita en este momento de crisis.

Como se acerca el 13 de abril, la tensión en el aire es palpable. Ecuador espera ansiosamente el desenlace de un balotaje que no solo definirá quién ocupará la presidencia, sino también la dirección que tomará el país en medio de un espiral de violencia, crisis energética y polarización política. Los candidatos tendrán que ir más allá de las promesas y mostrar un verdadero compromiso con el cambio; su capacidad para articular una visión inclusiva y efectiva para el país será vital.

Por lo tanto, sólo será con un liderazgo decidido y una voluntad colectiva que Ecuador podrá empezar a sanar las heridas profundas de su sociedad. En este contexto, el futuro del país pende de un hilo, y el próximo presidente recaerá sobre la pesada carga de restaurar la fe en el gobierno y en la posibilidad de un mañana más brillante.  Es inaceptable que, después de tanto tiempo, sigamos sometidos a intereses extranjeros. Bolívar soñó con una patria grande, unida y libre de cadenas. ¡Basta de treguas! Es hora de levantarse con firmeza y recuperar nuestra dignidad y soberanía. La lucha por la independencia debe ser nuestro camino. ¡No más dominación!

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William Gómez García Venezolano, periodista

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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