Donald Trump, su agenda de deportación y su sombra racista

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La retórica incendiaria del presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, resuena como un eco aterrador de un pasado que muchos desearían olvidar. Su reciente declaración sobre la necesidad de deportar a todos los que habitan en ese país de manera ilegal, es una revocación directa a una narrativa populista y racista que ha estado lacerando la sociedad americana durante años. Trump, no solo atiza el fuego del odio sino que logra revitalizar un discurso que demoniza a los inmigrantes, transformándolos en chivos expiatorios de la crisis social que vive ese país.

Con la promesa de lo que él llama «deportación masiva», Trump orquesta un sinfónico opus de miedo, donde incluso los más vulnerables, aquellos inmigrantes indocumentados que llegaron a Estados Unidos de niños, quedan atrapados en una red espantosa de desconfianza y angustia. Mientras su pandilla de seguidores grita y aplaude, él aprovecha la desinformación para sostener que los inmigrantes son la fuente de todos los males, perpetuando un vínculo erróneo entre criminalidad e inmigración que no tiene fundamento alguno en la realidad. En un país donde estudios muestran que los inmigrantes son arrestados a menos de la mitad de la tasa de los norteamericanos por delitos violentos, su narrativa es una mentira grotesca que se asienta sobre una base racista que continúa alimentando estereotipos nocivos y dañinos.

Lo dicho recientemente por John Bolton, su exasesor de seguridad, sobre la posibilidad de una crisis mundial durante un segundo mandato de Trump, no es solo alarmante; es un grito desesperado en medio de un mar de incertidumbre global. El racismo y la inmigración no son meros temas de debate, sino que son componentes críticos de una crisis de dimensiones históricas. La imprevisibilidad de Trump, pone en riesgo no solo la estabilidad nacional sino la paz internacional, ya que su enfoque superficial y personalista carece de la sustancia necesaria para abordar problemas tan complejos. Estamos ante una amenaza que podría volverse catastrófica.

Su reciente ataque frontal contra la ciudadanía por derecho de nacimiento revela una intención perturbadora de radicalizar aún más la política migratoria. Al insinuar que buscará derogar esta cláusula mediante una acción ejecutiva, se posiciona como un enemigo de los derechos humanos, buscando despojar de su dignidad a miles de niños nacidos en Estados Unidos, hijos de padres indocumentados. Esta postura extremista no solo infringe principios democráticos sagrados, sino que también muestra un desprecio palpable por la historia y diversidad que dan forma a ese país.

Si Trump realmente cree que puede jugar con los hilos de la política global como si fueran marionetas, estamos abocados a un escenario mucho más tenebroso que cualquier crisis sufrida anteriormente. Su irresponsabilidad y falta de entendimiento histórico podrían ir a extremos peligrosos que amenazan con repetir los errores más atroces del pasado. La comunidad internacional debe estar alerta, porque lo que está en juego es demasiado grande como para dejarlo en manos de alguien incapaz de comprender la magnitud de su responsabilidad.

Es hora de alzar la voz y exigir un cambio antes de que sea demasiado tarde, especialmente los latinoamericanos, por ser la población más alta que se encuentra residiendo en los Estados Unidos, entre ella la  venezolana que creyó en el sueño americano, producto de la manipulación de la ultraderecha que encabeza María Machado, Julio Borges, David Smolansky, Carlos Vecchio, Leopoldo López, entre otros.

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William Gómez García Periodista venezolano

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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