Al Jolani: de yihadista a «héroe» geopolítico de Occidente

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Abu Mohammad Al Jolani proviene de una escuela ideológica clara y reconocible: la de Osama bin Laden, la de los agentes formados por la CIA y el sionismo en las décadas de intervención encubierta en Medio Oriente. Es la misma escuela que promovió prácticas como cortar cabezas, derribar las Torres Gemelas y orquestar los atentados de Atocha y París. Una trayectoria que debería ser motivo de repudio universal, pero que, paradójicamente, ahora lo convierte en una figura aceptable e incluso útil para Europa, los Estados Unidos y Ucrania.

El cinismo no termina aquí. Este mismo doble estándar es evidente en la negativa sistemática a calificar como genocidio las acciones de Israel en Palestina, o en el aval tácito al uso de grupos nazis ucranianos para ejecutar una limpieza étnica en el Donbás, eliminando a los rusos considerados «indeseables» para el proyecto nacionalista ucraniano.

Un proyecto construido para el desorden

Al Jolani, líder de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), ha mutado de ser un agente del terror global, moldeado por el salafismo más extremo, a un supuesto «interlocutor válido» para resolver los conflictos en Siria. Este cambio no es casual, sino parte de una estrategia cínica que busca mantener el desorden en la región mientras se asegura que ciertos intereses occidentales y regionales permanezcan intactos.

La rehabilitación de figuras como Al Jolani revela la hipocresía de una geopolítica que utiliza al extremismo según sus conveniencias: lo demoniza cuando es una amenaza directa, pero lo recicla cuando se alinea con sus intereses. Esto es lo que sucede con Siria, donde Al Jolani, responsable de crímenes atroces, ahora es presentado como un actor moderado, mientras el sufrimiento del pueblo sirio continúa siendo utilizado como moneda de cambio en los tableros internacionales.

El cinismo geopolítico

Este mismo pragmatismo hipócrita explica porqué el sufrimiento de los palestinos es sistemáticamente minimizado, mientras las acciones de Israel son justificadas bajo el pretexto de la «seguridad nacional». O cómo, en Ucrania, se tolera y fomenta el uso de milicias ultranacionalistas con claros vínculos nazis, porque cumplen con la agenda de aislar a Rusia y consolidar un proyecto ucraniano que no duda en eliminar a las comunidades rusoparlantes en el Donbás.

Un cinismo generalizado

La aceptación de Al Jolani por parte de Occidente es una extensión del mismo cinismo que permea otros conflictos globales, cortar cabeza para sembrar terror, botar Torres Gemelas para justificar invasiones como la de Afganistán e Irak. Es la misma lógica que permite justificar genocidios como el que hace el sionismo con Palestina, apoyar regímenes extremistas o financiar grupos que antes eran enemigos, siempre y cuando sirvan a los intereses estratégicos de las potencias dominantes que están en sus pataleos y manotazos de ahogados.

Este doble estándar no solo perpetúa el sufrimiento de millones de personas, sino que sienta un precedente peligroso: la impunidad y la manipulación como norma en las relaciones internacionales.

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Alfonso Ossandón Antiquera Chileno, periodista

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