María Machado y la ley Bolívar

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 En el convulso y desgarrador panorama de la política venezolana, el estado de exacerbación que ha alcanzado la ultraderecha se revela en toda su magnitud. María Corina Machado, jefa de esta facción radical, se regocija por la aprobación de la ley Bolívar en la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Esta legislación, que prohíbe a instituciones norteamericanas contratar con aquellos que tienen lazos con el gobierno legítimo de Nicolás Maduro, se erige como un instrumento de presión emocional, ideológica y económica, dejando al pueblo venezolano al borde del abismo.

Machado no es sólo una figura o un rostro entre las sombras del extremismo; es un símbolo de la traición a la patria. Sus palabras resuenan como un eco perturbador: “Las consecuencias serán gravísimas y nadie podrá normalizarlas”. La frialdad con la que anticipa el sufrimiento del pueblo venezolano, que se verá obligado a buscar entre la basura su sustento diario, es aterradora. Para ella, el fervor de una supuesta «libertad» trasciende cualquier lealtad hacia su nación. ¿Qué libertad anhela Machado? ¿La libertad de destruir el futuro de su propio pueblo bajo el yugo del imperio gringo?

La alianza de Machado con figuras estadounidenses, como el senador Rick Scott, muestra la profunda desconexión con la realidad nacional. Scott, quien ve en su vínculo un compromiso con la «libertad» venezolana, no es más que un peón en un tablero de ajedrez donde los verdaderos perdedores son los ciudadanos de a pie.  Las sanciones -que Mike Waltz propone ampliar- son un llamado desesperado a intensificar el sufrimiento, como si el caos pudiera traer consigo algún tipo de salvación.

Este teatro macabro, orquestado por la ultraderecha, donde pretenden erigirse como salvadores mientras se coluden con quienes buscan arruinar el país, subraya la irracionalidad de su causa. Con cada palabra, Machado, irradia una fe ciega en los designios imperialistas, mostrando cómo la ambición personal puede eclipsar el bienestar colectivo. Su retórica no sólo es peligrosa, sino que encarna una amenaza inminente a la estabilidad nacional, ya que su alineación con actores externos, refleja un desafío abierto al orden establecido.

El llamamiento a la injerencia extranjera ha transformado a estos personajes en enemigos públicos. Juan Guaidó, Leopoldo López, Antonio Ledezma e Iván Simonovis, ya no son figuras políticas; su historia está marcada por el delito y la traición. Aquellos que exigen invasiones y bloqueos contra el pueblo venezolano deben rendir cuentas ante la justicia nacional. Así lo ha planteado Tarek William Saab, el Fiscal General de la República, quien ha tomado la decisión de investigar formalmente a María Corina Machado por su apoyo a la ley Bolívar.

En este contexto de violenta confrontación, se hace evidente que la lucha no es solo política. Es una batalla por el alma de Venezuela, donde la entrega al imperio gringo se enfrenta a la resistencia de un pueblo que anhela construir un futuro soberano y libre. La traición y la locura se unen en este oscuro capítulo de la historia venezolana, recordándonos cuán lejos puede llegar el desasosiego humano cuando se confunden los intereses individuales con los sueños colectivos.

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William Gómez García Venezolano, periodista

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