Al Che en su 96 natalicio

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El Che fue un hombre hermoso, desde joven se acercó a quienes sufrían para buscar ayudarlos, se indignó con el trato inhumano y el dolor de los otros y buscó, educándose en el camino, entender lo que sucedía para cambiar la realidad. Será por eso que su marxismo fue una creación heroica, como reclamara con José Carlos Mariátegui con quien comparte la fecha en la que nacieron.

Las ideas del Che estuvieron presentes en quienes continuaron su lucha en la reorganización del Ejército de Liberación Nacional (ELN), en Teoponte, en la resistencia a las dictaduras militares y en los proyectos de nuevos levantamientos que no pudieron materializarse.

Pero las tareas no solo estaban con las armas, sino en la agitación, en la reflexión, en el aporte a las luchas obrera y campesina, pero también en la cooperación silenciosa, en el remache y el zurcido de una camisa o un pantalón de campaña, en llevar y traer mensajes, en cocinar para los compañeros y las compañeras, en limpiar las casas de seguridad, en guardar silencio, en fin, en un montón de cosas comunes e importantes que hacen a la sobrevivencia, a la vida cotidiana y al ser humanamente humano, es decir, en creer en los demás, en saber que no simplemente se nace avariciosos o mezquinos, sino que la vida en el capitalismo con pobreza, carencias, falta de acceso a educación, etcétera, moldean a las personas y nos dejan a expensas de la sobrevivencia y la miseria, incluida la miseria de espíritu.

El Che sabía que ese creer en la Humanidad es la primera llave para abrir las puertas de una nueva sociedad. Así, su vida en la Sierra Maestra fue crucial para que el Che viera cómo una experiencia revolucionaria podía influir en un pueblo para que aprenda a ser libre y aspirara a una vida mejor.

Luego del triunfo, ya en el gobierno, el Che vivió las tareas de una transición, criticó los límites autoimpuestos y exigió honestidad para avanzar, por eso, pese a todo, Cuba es un pueblo rebelde que ha sido heroico frente al bloqueo brutal e inhumano del imperialismo yanqui que quiere mantener el pasado y nos niega el futuro.

El proyecto revolucionario tenía que expandirse y tanto el Che como Fidel fueron firmes promotores de la liberación de los pueblos del mundo, por eso el Che sentía bajo sus talones el costillar de Rocinante y volvía al camino con su adarga al brazo, como confesara a su madre y a su padre, y tuvo que salir a buscar nuevos proyectos, algunos sembrados por él con anterioridad. Primero fue al Congo y finalmente llegó a Bolivia, en un proyecto continental que el azar le negó poder ver realizado, pero que el tiempo ha demostrado lo certera de su visión de pueblos que tienen mucho en común y tienen un mismo enemigo brutal al que es necesario vencer.

El Che, fiel a sus convicciones, corrió la suerte de millones de campesinos y obreros, y aunque de forma criminal le cegaron la vida, no pudieron cerrarle los ojos ni borrar su legado, que rebelde, a veces desde las sombras, sobrevino para hacerse carne en las luchas de nuestros pueblos que lo evocan mientras tiemblan los poderosos y los serviles al imperialismo. Ni la propaganda mentirosa, ni la banalización de su imagen lograron quitarle el contenido rebelde y revolucionario que sigue aportando a construir una sociedad y un hombre y una mujer nuevos. Su pensamiento radical nos invita a no quedarnos en la comodidad del panfleto o de la indiferencia y asumir acción para responder a la pregunta de ¿Cómo podemos aportar a construir la revolución socialista en nuestro país y en nuestra América?

¡Gracias Comandante por tus 96 años de lucha!

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Boris Ríos Brito Boliviano, sociólogo

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