Una nueva ética comunitaria por la vida

15

El año 2023 fue el más caluroso desde que se tienen registros climáticos. Es un hecho, no es una hipótesis teórica a la que puedan contraponer sus opiniones negacionistas, que no tienen base científica alguna, como Javier Milei, Donald Trump o Giorgia Meloni, para los que el calentamiento global es un “invento”, sea de los izquierdistas, de los periodistas o de los chinos.

Pero veamos más hechos. En estos últimos cinco años todas las variables ambientales se han salido de la “normalidad”: las tormentas y ciclones son más frecuentes y destructivos, las sequías son más prolongadas, los incendios forestales más extensos, los mares subieron sus temperaturas, los polos se derriten causando fenómenos como la colosal “explosión ártica” que golpeó Norteamérica hace poco, originando las temperaturas más bajas que se hayan registrado.

La ciencia ha demostrado que todo esto no obedece a factores puramente naturales, geofísicos o ecológicos; se ha probado que es resultado del calentamiento global antropogénico.

“Antropogénico” quiere decir que es originado por la actividad humana sobre la naturaleza. Pero no hablamos de una actividad individual aislada, sino de los seres humanos socialmente organizados, que se realiza desde hace 200 años a nivel mundial bajo un sistema capitalista de extracción de lo que se denominan –en términos economicistas–recursos naturales: hídricos, forestales, mineros, hidrocarburíferos, la propia biodiversidad.

La modernidad, con su cultura del progreso, necesitaba  convertir a la naturaleza en una sumatoria de “recursos naturales”, dejando de considerarla como una comunidad de múltiples formas de vida.

Para remontarnos en la historia recordemos que, tras el “descubrimiento de América”, Europa se consolidó como el continente en que el capitalismo comercial logró pasar a otra fase del capitalismo caracterizada por la introducción de las máquinas y la industria. Ya en la Inglaterra del siglo XVII, Francis Bacon, un filósofo obsesionado con la experimentación, estableció el paradigma o núcleo central de una nueva teoría que en las siguientes centurias se aceptó sin discusión: el destino manifiesto del ser humano organizado en sociedad es dominar a la naturaleza a través del conocimiento y las invenciones.

Esta razón técnica que parecía –sin serlo– una nueva ética del progreso, cuando se aplicó a la producción llevó a la tecnología industrial cuya base energética sigue siendo hasta hoy la explotación de energías fósiles como combustibles primarios (carbón, petróleo, gas). Luego vino la revolución tecnológica y después la cibernética, todas impregnadas de ideología desarrollista que pretendía dar certeza a la Humanidad: pronto llegaríamos al mayor nivel de disfrute social gracias a la incesante acumulación capitalista. En lugar de eso llegamos al callejón sin salida que es el actual colapso ambiental.

Hoy, un nuevo ecologismo requiere desandar ese camino, volviendo a situarnos como seres humanos dentro de esa comunidad de todas las formas de vida, no por encima de ella. Esta es la razón fundante de una nueva ética por la vida, que niega la supremacía de la especie humana sobre todas las demás, niega todo especismo. 

En las últimas décadas un cúmulo de investigaciones, cuyos resultados han sido asumidos en las cumbres mundiales del medio ambiente, estableció que los combustibles fósiles son los mayores causantes del calentamiento global. Combustible viene de combustión, ya que el carbón, el petróleo y el gas (que estos son los combustibles fósiles) luego de ser extraídos de los yacimientos para ser convertidos en energía deben ser quemados y en esa combustión emanan dióxido de carbono.

De esa forma, en las reuniones mundiales climáticas, como la COP-28, que se efectuó a fines de 2023 en la ciudad de Dubái (Emiratos Árabes Unidos), el tema central fue la eliminación de los combustibles fósiles sustituyéndolos por energéticos más limpios que no desprendan dióxido de carbono. A esto se denomina “transición energética”, que nos permitirá comenzar a revertir el calentamiento global evitando que sigan subiendo las temperaturas.

Pero no será fácil. Las potencias petroleras (Irán, Rusia, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, los Estados Unidos) se oponen a tal transición, porque les haría perder muchísimo dinero. Realizan un millonario “looby ambiental” tratando de convencer a los gobiernos que se deben desarrollar nuevas energías limpias pero sin prescindir de las fósiles.

Pero no basta aumentar la potencia energética limpia y renovable, como se decidió en la COP-28 que puso como meta triplicar a nivel mundial esa potencia. Si a la par no se reducen hasta eliminar los combustibles fósiles, la situación será cada vez peor.

Este 2024 ya comenzó con malas noticias de desastres ambientales. Basta ver la “explosión ártica”, que causó hace poco las temperaturas más frías registradas en Norteamérica, o la sequía nunca antes vista en Cataluña, o las altas temperaturas que siguen rompiendo records en Chile o Argentina. 

Hay que volver a decirlo: la solución no está solo en manos de los gobiernos; la solución pasa también por las acciones reivindicativas de derechos (tenemos derecho a un ambiente sano) de quienes sufrimos esos desastres, que nos estamos convirtiendo en víctimas del ecocidio que sufre el planeta. 

______________________________________________________

Alfredo Rada Boliviano, exministro de Gobierno

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí