Teletrabajo y labores de cuidado: un dilema feminista

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La pandemia del Covid-19 trajo consigo muchas consecuencias para la población mundial. Entre ellas, un inesperado cambio en las formas de trabajo tradicionales: el teletrabajo. Numerosos países se vieron forzados a adaptar esa dinámica productiva para poder seguir funcionando pese al encierro decretado por razones sanitarias. Así, tanto en servicios públicos como en empresas, se optó por prescindir de la presencia física de los empleados y mantener el espacio de trabajo a distancia y de forma telemática.

Pero las consecuencias de dicha transformación fueron inesperadas. En 2022 la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) advirtieron que, sin la planificación, organización y asistencia en salud y seguridad adecuadas, el teletrabajo puede acarrear repercusiones en la salud física y psicológica, así como en el bienestar social de los trabajadores. Diversos estudios han planteado el problema de la falta de desconexión, es decir, cómo se regulan los límites entre el trabajo y la vida personal cuando el lugar de labores es también el hogar. Y es ahí donde entra la dificultad para las mujeres, sobre quienes principalmente recae el trabajo doméstico y de cuidados: la doble jornada laboral del trabajo remunerado y no remunerado se transforma, con el teletrabajo, en una superposición de jornadas.

Las mujeres han sido históricamente excluidas del espacio público y obligadas a quedarse en el espacio doméstico. Sin duda el espacio laboral ha sido cada vez más permeado por mujeres trabajadoras, pero la brecha aún persiste y aumentó con la pandemia. De hecho, las mujeres de América Latina y el Caribe fueron las más afectadas por la crisis detonada a raíz del Covid-19 en los mercados laborales. Asimismo, este ingreso al mundo laboral no disminuyó la carga de trabajo doméstico en las mujeres, muy por el contrario, con la inserción laboral las mujeres deben llegar desde sus trabajos remunerados a asumir tareas dentro de sus hogares. Con estos datos a la mano cabe preguntarse: ¿en qué medida el teletrabajo para las mujeres avanza hacia su inclusión en el espacio público? ¿En qué medida avanza hacia liberarlas de la doble jornada laboral? Producir para una empresa desde el espacio doméstico, trabajando para el gerente con una mano y dando mamadera al bebé con la otra, quizás sea la nueva versión del mandato capitalista-patriarcal en su máxima expresión, porque implica que la mujer cuidadora siga relegada a su rol histórico y, adicionalmente, deba cumplir con un empleador a quien no ve presencialmente, sin la posibilidad de organizarse con sus colegas y, en definitiva, sin posibilidad de colectivizar la contradicción capital-trabajo al estar recluida en su propia casa.

El teletrabajo no puede significar un retroceso en los derechos laborales que tantas huelgas y muertos han costado por siglos. La posibilidad de que esta nueva forma de trabajo sea un arma de doble filo para los intereses de las mujeres trabajadoras llama a evaluar con más detención sus consecuencias.

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Renata Juica Villamán Chilena, abogada

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