¿Por qué el Estado boliviano subvenciona combustibles y alimentos?

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En medio de una crisis geopolítica recientemente se desarrolló el Foro Económico Mundial, con el pedido de 250 multimillonarios de que se les cobre más impuestos, cuestión que, lejos de ser una solución al problema y orientarse únicamente a evitar una mayor crisis en el sistema mundial, reconoce la imposibilidad de resolver la crisis económica en curso sin la intervención de los Estados.

Según datos de Oxfam, “desde 2020, la fortuna conjunta de los cinco hombres más ricos del mundo se ha disparado un 114%”, alertando que “el mundo verá su primer billonario en tan solo 10 años, mientras que serían necesarios más de dos siglos para erradicar la pobreza”.

La pandemia del Covid-19 recordó el rol del Estado para superar la crisis sanitaria y otras, luego de varias décadas de hegemonía neoliberal; mientras que las guerras traen a colación la necesidad de intervención ante los escandalosos fallos del mercado.

Los Estados optaron por dos caminos opuestos: por un lado, aquellos que dejaron los problemas en manos del libre mercado; y por otro, los Estados que aplicaron medidas de intervención para subsanar los fallos del mercado, aunque con objetivos distintos.

El primer camino es del manual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y se ejemplifica con el Decreto de Urgencia Nacional de Milei (DNU) en Argentina, quien sin ninguna evaluación de las consecuencias aplicaría el recetario neoliberal que no trae nada nuevo desde los años 70, cuando comenzó a ser impulsado con financiamiento de las grandes transnacionales.

Respecto a las medidas de protección, fueron distintas en cada país que se las aplicó, incluso los Estados Unidos promovieron políticas de intervencionismo económico para proteger su industria ante la guerra comercial con China.

Esa guerra comercial ha motivado a Washington a dar subsidios a tecnologías verdes y energías renovables, también a la industria de semiconductores, por el interés estratégico de estas en el control de la industria global y en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA).

Con esas acciones se comprueba la tesis de Ha-Joon Chang, economista heterodoxo surcoreano y docente en Cambridge que no es partidario de aplicar el recetario neoliberal, en su libro Patear la escalera, donde señala que los países ricos impiden a los países en desarrollo emplear las mismas estrategias que ellos utilizaron para crecer económicamente.

No hay lugar a dudas de que la necesidad de intervenir a través del Estado en la economía es algo bien comprendido por las potencias; sin embargo, esa forma obedece a la necesidad de proteger el capital transnacional que tiene sede en sus territorios.

Algo distinto ocurre en países como Bolivia, donde el rol del Estado en la economía ha significado un esfuerzo valioso, pero con la finalidad de proteger a la población en un contexto mundial de crisis, sosteniendo políticas de subvenciones que evitan que el incremento de precios de combustibles desate una espiral inflacionaria.

El impacto del precio del combustible en una economía es muy alto, razón por la que, luego de que estallara el conflicto entre Rusia y Ucrania, el mundo atraviesa una crisis inflacionaria que cada día devalúa el poder adquisitivo de los trabajadores a lo largo y ancho del planeta.

El esfuerzo de subsidiar los combustibles también va de la mano con el subsidio a determinados productos como el trigo, para que no suba el precio del pan, y ha sido acompañado de la inversión para generar industria y reducir la dependencia de importaciones, problema estructural de los países periféricos.

Este camino escogido por Bolivia le ha permitido poder preservar una estabilidad con crecimiento, reflejado en la cifra de inflación de 2.1%, la segunda más baja de Sudamérica y una de las menores del planeta.

A diferencia del intervencionismo de las potencias, nuestro caso es el de un intervencionismo económico orientado a proteger la economía del pueblo a la par que impulsa un proceso de industrialización para reducir la dependencia externa. No es un camino sencillo, pero es el correcto.

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Edmundo Juan Nogales Arancibia Boliviano, abogado

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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