Quiérase o no

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Por donde quiera que se le mire, el Referéndum Consultivo del pasado domingo 3 de diciembre, terminó siendo una consulta para medir la capacidad de convocatoria y de movilización de las fuerzas políticas que hoy se confrontan en el país.

Resulta difícil tal cuantificación, habida cuenta de la naturaleza suprapolítica que de un bando y del otro trató de imprimírsele siempre al evento.

Pero, por supuesto, que hay muchísimos aspectos que pueden considerarse para permitirse un bien fundamentado juicio de valor al respecto.

Por una parte, la participación del Consejo Nacional Electoral (CNE) y todo lo que ello comprende en términos de estructura tecnológica en el Referéndum, pero no así en la elección primaria de la oposición. Un aspecto más que determinante de las diferencias entre uno y otro proceso a la hora no solo de cuantificar idóneamente los votos sino de establecer la confiabilidad de los números que cada proceso arrojó.

En el primero, el Referéndum, hubo todo un avanzado sistema de comprobación de identidad, toda clase de auditorías, testigos debidamente acreditados, operativo de resguardo por parte del Plan República asegurando el sistema, etc. En el segundo, en las primarias, las evidencias de manipulación, falseamiento y abultamientos de cifras estuvo a la orden del día a lo largo y ancho de todo el país. Un registro del cual no hubo nunca un mínimo de certificación de inviolabilidad. Una votación con papeletas multigrafiadas o fotocopiadas sin numeración ni códigos de seguridad, que cualquiera podría reproducir en su casa o en cualquier oficina de Súmate. Una transmisión de la data completamente rudimentaria e inverificable vía teléfonos celulares, etc. etc.

Nunca hubo un proceso tan cargado de irregularidades y denuncias de fraude como esas primarias. Aun así, no pasaron del 5% del total del Registro Electoral Permanente. Escándalo que fue ampliamente denunciado hasta por los mismos participantes y dirigentes de la oposición.

Luego, derivado de lo anterior, el que no se nuclearan los centros de votación para el referéndum ni se complicara la identificación del votante, lo que determinó una vertiginosa fluidez en la votación. Algo imposible de lograr en las primarias, en la que decenas de centros se nuclearon en uno solo en cada municipio, con retardos intencionales en las colas para dar la impresión de que se contaba con más electores de los que en realidad había.

Aunado a todo esto, está el lacónico hecho de haberse desatado una vez más la furia del odio antichavista que promovía la abstención porque, según ellos, la del referéndum era una convocatoria hecha supuestamente por el gobierno nacional, es decir, por Maduro. Abstencionismo que terminó siendo abrumadoramente derrotado, lo que dejó en solitario a quienes apostaron con este recurso a una derrota del gobierno, pero que más bien quedaron en evidencia en su verdadera precariedad.

Pero, quizás lo más revelador es el abandono que hizo la casi totalidad de la dirigencia opositora a la propuesta de la pretendida candidata de ese sector, quien se sumó sin el menor pudor a la posición antivenezolanista de Guyana. A pocos meses de una elección presidencial ese significativo revés resulta poco menos que catastrófico.

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Alberto Aranguibel B. Venezolano, comunicador social

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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