Suenan vientos de cambio en Naciones Unidas desde las voces de presidentes latinoamericanos

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Breve contexto y memoria

Alguna vez el libertador Simón Bolívar manifestó que “los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad”.

Al parecer no se equivocó, tuvo razón y hoy esa tortuosa y decadente Doctrina Monroe está arribando al bicentenario, porque, además, no ha dejado de estar convertida en la nefasta punta de lanza  bifacial, estratégicamente diseñada para  transgredir y violentar la soberanía de los pueblos mediante bloqueo –que en el caso específico de Cuba el presidente Joe Biden ha manifestado que lo mantendrá hasta 2024–, Medidas Coercitivas Unilaterales (MCU), órdenes ejecutivas, refuncionalizadas agendas y libretos de subversión política e ideológica,  a fin de contener y estrangular principios constitutivos de la Carta de las Naciones Unidas, uno de ellos la libre autodeterminación de los pueblos, que no responden a las lógicas y dinámicas del establecimiento de Washington, que fue condenado en su discurso por el presidente de Brasil, Lula da Silva.

Chile aún huele a calles y a balas, a miles de víctimas mortales, torturas, desapariciones forzadas, juzgamientos extrajudiciales y las voces del pueblo que demandan justicia con verdad, memoria, reparación de los derechos violados, sin descuidarse, porque pueden naufragar en la ignominia y la impunidad.

En los estallidos sociales recientes, que tuvieron como protagonistas a miles de adolescentes y jóvenes, se plasmó la resistencia social y popular, las reivindicaciones que demandaron el derecho humano de vivir en paz, a una vida digna, sin que los chacales represores  de la geopolítica del imperialismo norteamericano sigan convirtiendo a los pueblos en sus fetiches para extraer los recursos naturales, por cierto, muy abundantes en la región latinoamericana, como es el denominado “triángulo del litio”, grandes acuíferos de agua dulce.

Hace muchas décadas que el sistema y estructura de las Naciones Unidas viene padeciendo profundas falencias que evidencian la alteridad de poder fundamentalmente de los Estados Unidos, que ha pretendido y pretende imponer su hegemonía en los consejos de Seguridad y Derechos Humanos, excluyendo a la Federación de Rusia y China de ser miembros permanentes, violentando principios del Derecho Internacional; concomitante la perpetuidad de un orden mundial obsoleto, unipolar, que comienza a ser desplazado por los Brics, otras formas de cooperación e integración, sin la presencia de los Estados Unidos y Canadá,  que se han  desprendido del  uso  del dólar estadounidense en sus actividades comerciales mediante el uso de sus propias monedas, que tienen como principios fundacionales y medulares un orden multicéntrico, multipolar, respetuoso del Derecho Internacional, que fomenta la integración, solidaridad y redistribución de la riqueza. A su vez, condenan las decisiones unilaterales del gobierno federal norteamericano materializado en bloqueo y MCU, cuyos impactos han generado enormes  repercusiones de injusticia y las taras de un modelo neoliberal con capitalismo salvaje rentista y especulativo.

La comunidad internacional no puede continuar con los ojos cerrados ignorando e invisibilizando estas tremendas y recurrentes violaciones al Derecho Internacional, que lo han  convertido en la alfombra  y muro tapahuecos que calla ante la injusticia social, que pretenden naturalizarla, y a las voces que se levantan seguirlas rotulando como enemigo inusual a combatirlo y enlistarlo como fomentador y difusor del terrorismo, algo completamente injusto, demencial e inhumano, como ocurre con el caso  concreto de Cuba.

Mientras tanto, la narrativa y discursiva de los massmedias corporativos diseminan fake news y no dejan de satanizar con su perverso encuadre de tinte neofascista y libertario.

La pandemia del Covid-19 y postpandemia aceleró la presencia de inequidad e injusticia social, desnudó y destapó las enormes brechas de pobreza multidimensional, a los laboratorios de inteligencia y tanques de pensamiento estadounidenses, que ejercen presión sobre regímenes con democracia deleznable, que tienen presidentes subordinados y que cumplen a rajatabla el mandato de Washington y su obsecuente estructura de Wall Street. Es decir, el asedio e injerencia funcionan con perfección.

En la septuagésima octava Asamblea General de las Naciones Unidas son destacables las voces de mandatarios de Latinoamérica, que llevan un mensaje de profundos cambios, los que deben ser implementados por todo el sistema estructural a fin de guardar coherencia y armonía con los principios de su carta fundacional, que buscan la construcción de un mundo en paz y armonía con la vida, el desarrollo armónico, sostenible y sustentable, de la ciencia y la tecnología, cuya columna vertebral la constituyen los seres humanos de la gran aldea global, la defensa de la naturaleza,  la lucha en contra del calentamiento global, la violencia e inseguridad, el narcotráfico, el crimen organizado.

A propósito, la matriz de guerra total contra el narcotráfico implementada por el Plan Patriot o Plan Colombia, no ha resuelto absolutamente nada, como ha expresado en diferentes foros y cumbres el presidente Gustavo Petro. Por el contrario, trajo como consecuencias profundas secuelas, entre ellas masivos desplazamientos de pueblos originarios, campesinos, migración forzada, estallidos sociales en otros pueblos, desinversión en áreas sociales como seguridad, empleo, salud, educación; miles de jóvenes fueron convertidos en falsos positivos, surgió el paramilitarismo, sicariato, que fueron aupados por el bloque hegemónico de poder que se atrincheró en el Palacio de Nariño, que provocó miles de víctimas inocentes que nada tuvieron que ver con el conflicto, en donde sus familiares aún portan las secuelas e improntas de la impunidad.

Es por este motivo que hace falta justicia social con memoria, verdad y reparación, como lo viene haciendo el gobierno del Pacto Histórico con Petro, que por cierto fue muy claro y frontal en su discurso en Nueva York. Cuestionó ante la Asamblea General de la ONU la diferencia en el tratamiento que se le da a las guerras en Ucrania y Palestina; propuso que Naciones Unidas convoque sendas conferencias de paz como modelo para acabar «con estas guerras y otras».

«Les propongo acabar la guerra para tener el tiempo de salvarnos, les propongo que Naciones Unidas auspicie cuanto antes dos conferencias de paz, la una sobre Ucrania, la otra sobre Palestina», dijo Gustavo Petro en su intervención.

De acuerdo con el mandatario colombiano, de esa forma «enseñarían a hacer la paz en todas las regiones del planeta, porque ambas y solo ambas acabarían la hipocresía como práctica política, porque podríamos ser sinceros».

«Nos hemos dedicado a la guerra, nos han convocado a la guerra, a Latinoamérica la han llamado para entregar máquinas de guerra, hombres para ir a los campos de combate; se olvidaron de que a nuestros países los invadieron varias veces los mismos que ahora hablan de luchar contra invasiones», expresó críticamente el jefe de Estado colombiano. Y añadió que «se olvidaron de que las mismas razones que se expresan para defender a Zelenski, son las mismas razones con las que se debería defender a Palestina».

«Les propongo acabar la guerra para defender la vida de la crisis climática, la madre de todas las crisis», continuó Petro, quien planteó que los objetivos de desarrollo sostenible establecidos para 2030 «no van a ser alcanzados». «Sembraron injusticia, señores; la peor de todas, condenar a la Humanidad a la guerra, por eso hoy el balance de la justicia social en el mundo es tan malo», expresó el mandatario colombiano. Y añadió: «les propongo, como el presidente del país de la belleza, para recuperar el tiempo perdido, dos simples cosas: acabar la guerra y reformar el sistema financiero mundial».

El presidente Petro, en el año que transcurrió desde su último discurso en las Naciones Unidas, aseveró que «no hemos visto sino profundizar lo que los ricos reunidos en Davos llamaron la policrisis: la guerra sigue, el hambre continúa, la recesión aumenta y la crisis climática ha mostrado sus dientes como nunca, llevándose decenas de miles de vidas y calentando la Tierra y los mares como nunca. Todas estas crisis son en realidad una, la crisis de la vida».

Esta crisis «se expresa en un indicador aterrador» que «ha iniciado desde lejos (…) en una marcha silenciosa de gentes, una multitud de todos los colores que avanza por trochas, por mares, por selvas», un fenómeno que se convirtió en «el éxodo de la humanidad», dijo sobre la crisis migratoria.

«En el año 2070, según la ciencia, serán tres mil millones las personas huyendo de sus hogares queridos, porque serán inhabitables. En mi patria, el país de la belleza, el país de la explosión de la vida, en ese 2070 solo quedarán desiertos, los pueblos se irán al norte, ya no atraídos por las lentejuelas de la riqueza, sino por algo más simple y vital: el agua”, alertó el  presidente Petro al tiempo que concluyó que «el éxodo de los pueblos hacia el norte mide con exactitud la dimensión del fracaso de los gobiernos». A esto se suma, continuó, que los países «han pasado a las drogas de la muerte», como el fentanilo, «que ya no mata cuatro mil, sino 100 mil jóvenes al año».

La autoridad culminó su segundo discurso en la Asamblea General de la ONU proponiendo que «la megacrisis de la vida se resuelve con una democracia que alcance el nivel global, una democracia profunda», y para eso se debe «liberar lo público para salvar la vida (…) que resuene la palabra cambio, porque para salvar la vida es fundamental».

«El problema es que este no era un asunto de socialistas, de progresistas, sino que era un asunto que se iba el tiempo de la vida en el planeta». En su mensaje final Petro lamentó que «pareciera que la dirigencia mundial se hubiera enemistado con la vida».

Hay que extirpar y erradicar la migración acelerada por el denominado tapón del Darién colombiano y panameño, que ha permitido que las mafias de coyoteros y tratantes tengan su terreno fértil mediante la proliferación de delitos de lesa humanidad como son la trata, comercio y explotación sexual de mujeres, niñez y adolescencia, tráfico de estupefacientes, de armas, tráfico de órganos. Por lo tanto,  es urgente eliminar la criminalización de la migración mediante planes regionales, globales, para implementar la justicia social, invertir en la generación de fuentes de trabajo, salud, educación, para erradicar la violencia estructural. Concomitante la eliminación de las profundas brechas de pobreza multidimensional, tecnológicas, digitales, el analfabetismo digital; similarmente las asimetrías e inequidades,  y aunar esfuerzos conjuntos para lograr el cumplimiento de objetivos de desarrollo compatibles con las diferentes agendas de Naciones Unidas, más allá de 2030, con miras a la construcción de una Humanidad respetuosa de la libre autodeterminación de los pueblos y naciones, sin la boyante y demencial carrera armamentista que engrosa y concentra la acumulación de capital en pocas manos y corporaciones, denominadas complejos militares, industriales y financieros, que producen armas para mantener activados los conflictos y guerras, que provocan miles de víctimas civiles inocentes que terminan convertidas en guarismos y datas, incompatibles con la construcción de un mundo más justo, equitativo, solidario, con cultura digital.

Los multilaterales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) deben abrir sus ojos e introducir profundas reformas a fin de garantizar el desarrollo de los pueblos y naciones y no mantenerlos atados a deudas externas que son incompatibles con el Estado de Bienestar, el pleno disfrute de derechos fundamentales y humanos, contemplados en los diferentes instrumentos y tratados internacionales del Derecho Internacional.

Desde la región latinoamericana y en el emblemático atril de los discursos de las Naciones Unidas los presidentes Luiz Inácio Lula da Silva, Gustavo Petro, Luis Arce, Xiomara Castro, han trazado la arena geopolítica de la emancipación, en contra de un capitalismo salvaje, oprobioso, demencial, injusto, insensible e inhumano, proponiendo cambios profundos en el sistema de las Naciones Unidas.

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Luis Ernesto Guerra Ecuatoriano, analista político y activista de Derechos Humanos

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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