¿Sabemos que no sabemos? La ignorancia psicoanalítica

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La ignorancia en sí no es un mal, ni es una fuente del mal, pero cuando ignoramos la ignorancia, y lo que significa en nuestra vida, entonces tiene lugar una infinita concatenación de males.

Daisetsu Teitaro Suzuki

Dijimos que la ignorancia, consciente y voluntaria, forma parte esencial de nuestros vínculos sociales como una necesidad para la convivencia, pero existen otros tipos de situaciones en que quizás no estemos seguros si sabemos o no.

Cuando ignoramos o desconocemos algo que en algún momento sabíamos, puede deberse a dos situaciones: que estemos mintiendo –que sería un engaño intencional– o que lo estemos negando como un acto de resistencia involuntaria, resistencia a reconocer lo que nos daña. Es ahí donde entra a hacer su trabajo el psicoanálisis en la ignorancia por represión del pensamiento. Mientras ignoramos plenamente aquello que hemos olvidado parece no haber problema, pero cuando esos recuerdos intentan resucitar empieza el trabajo de la negación: es ahí cuando el sujeto acude al psicoanalista. Una negación puede dar luz a una verdad, mostrando los pensamientos reprimidos. Cuando la negación toma el lugar de la ignorancia hay una lucha interna en el sujeto. Freud relacionaba, de alguna manera, la negación con la libertad, ya que representaba la salida de algo reprimido.

“Pasión por la ignorancia” es un término que fue indicado por el psicoanalista Jacques Lacan para expresar que un paciente pueda hablar sin un saber preestablecido, sin prejuicios. Para Lacan la ignorancia tiene un importante papel dentro del psicoanálisis donde se destacan tres manifestaciones de la misma: neurosis, psicosis y perversión. Mientras que la psicosis niega la realidad, la neurosis simplemente la ignora, por eso está latente el momento en que puedan florecer los hechos que se intentan ignorar.

Es posible que algunos postulados de Lacan hayan derivado de su incursión en el budismo, en tanto para la corriente zen el mayor problema es la ignorancia de la ignorancia. Como dijimos en la anterior columna: la ignorancia en sí no es mala, pero ignorarla puede conllevar diversos problemas.

Reconocer la ignorancia fortalece lo conocido y permitirá comprender y acercarse a la docta ignorancia planteada en el siglo XV por Nicolás de Cusa, entendiendo que no podemos conocer todo ni algo en su totalidad, ni nunca conocemos algo en toda su verdad.

Al final lo conocido solo es la otra cara de lo desconocido, y no existe una única verdad “pues el misterio se oculta detrás”.

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Enrique Claros Boliviano, gestor cultural

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