Percibir y comprender el mundo a nuestro alrededor necesariamente implica decidir
qué es importante para nuestras necesidades y objetivos y qué no.
Renata Salecl
En el diario vivir se suele interpretar a la ignorancia como negativa, de la cual debemos avergonzarnos y ocultarla; suele ser usada como burla y hasta insulto. Pero todos en alguna medida somos ignorantes en algo, total o parcialmente.
En la historia de la filosofía se ha sentenciado la imposibilidad de conocerlo todo o siquiera acercarnos a ese objetivo, como la máxima socrática “solo sé que nada sé”, o la del francés Michel de Montaigne: “que sais-je?” (¿qué se yo?), fruto de entender que cuanto más uno conoce se da cuenta cuánto desconoce, en otras palabras, cuánto ignora. Lo que demuestra que la ignorancia en sí no es mala ni un defecto, podemos “ignorar que no sabemos”, aunque el problema esté en “saber que ignoramos” y no admitirlo ni asumirlo. Al final, gracias a la ignorancia es que se desarrolló el pensamiento, la búsqueda de conocimiento y sabiduría, la filosofía.
La ignorancia puede tomar muchas caras, tener varias causas y consecuencias, ser consciente o inconsciente, voluntaria u obligada. El filósofo argentino Ernesto Garzón clasifica la ignorancia en tres tipos: reprochable, inevitable y bienhechora. Mientras que la filósofa Renata Salecl en dos tipos: la provocada por desconocimiento o falta de deseo de saber, y la relacionada con los vínculos, cuando elegimos ignorar o cuando, consciente o inconscientemente, negamos conocer algo. La distancia entre la consciencia y la inconsciencia sobre la ignorancia implica un estado moral, el de la responsabilidad y el de la inocencia, respectivamente.
La ignorancia forma parte cotidiana de nuestras vidas y resulta muy necesaria para poder afrontar diversas situaciones. El amor sin ignorancia –consciente y voluntaria– de los defectos humanos, quizás no existiría. Normalmente uno evita los conflictos, las discusiones, a los buscapleitos. Si nos invitan a cenar, ignoraremos la decoración o la comida desagradable por respeto a nuestros anfitriones.
La ignorancia forma parte esencial de nuestros vínculos sociales e íntimos y no tener la capacidad de ignorar conlleva una vida llena de conflictos. Continuará.
________________________________________________________
Enrique Claros Boliviano, gestor cultural
Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a