Las cuerdas de mi laúd siguen buscando la luz más al sur de la quimera.
Javier Ruibal
Era una noche cálida, de pocas estrellas. Habíamos salido antes del amanecer, regresábamos cansados del viaje y del largo recorrido por la ciudad perdida de Petra. Un día pleno de sortilegios. Nuestro amigo-guía consultó si queríamos comer algo y, con suerte, tomar un par de cervezas prohibidas. Llegamos al centro y entramos por uno de los arcos que dan paso al mercado. Subimos las escaleras internas del edificio, luego a un costado, escalando como si de llegar al cielo se tratase. Y por poco, así era.
Al alcanzar la cima, Chávez apareció en un pequeño y casi clandestino restaurant de la ciudad de Ammán. Nuestro amigo-guía explicó que veníamos de América Latina. “Chávez-Venezuela”, dijo una voz emocionada mientras nos mostraba un retrato rojo, bordado a mano, enmarcado en la pared verde del lugar “con la mejor comida palestina de Jordania”. Chávez expectante, inquieto, entre modestas mesas y aroma de olivas. La emoción nos cobijó. Ojos luminosos, lágrimas y risas, ternura desbordada. Chávez presente. Gesta y lucha. Abrazo y cercanía. A partir de allí la conversación también fue suya. Su visión geopolítica, su voz de mil verdades, su ejemplo de resistencia. Tan nuestro. Tan de todos.
Habían pasado varios años desde aquel 5 de marzo, pero Chávez seguía levantando las banderas de la solidaridad, atravesando idiomas y lejanías. Urdiendo lo desconocido. Encontrándonos en una forma de ver y hacer el mundo. Por eso ahora, cuando la desmemoria acecha, volver a Chávez sigue siendo sur-versivo. Volver desde el corazón y las entrañas. Contar la historia. Porque el arañero sigue siendo sueños, anécdotas, reflexión y compromiso. Semilla de cempasúchil. Pueblo-consciencia. La esperanza en que se nos va la vida. La que atesoramos cuando parece que no queda camino. Porque a su lado seguimos cantando, creyendo y creando la alborada. Porque como la poesía de Celaya, es un arma cargada de futuro. Tiempo presente, verbo encendido, galope colectivo. Hasta la victoria, siempre.
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Yewán Enapué Venezolana