Un año de guerra

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Este 24 de febrero se cumple un año que inició el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. Cuando llegué a Madrid el 14 de enero de 2022, al poco tiempo estalló la guerra. Muchas personas me dijeron que debería irme de aquí porque España está alineada con Ucrania a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Empezó, también para mí, la incertidumbre porque estaba por iniciar estudios de postgrado acá.  Mientras, en varias ciudades europeas, amigas y amigos se pronunciaban en contra de las gestiones de los  gobiernos que apoyaban a la OTAN, y que durante todo este año han contribuido a fomentar la guerra. Actitud  recurrente por parte de estas naciones en todas las escaladas belicistas mundiales. Que, con excepción de aliarse en contra del  nazismo, ninguna otra beligerancia se ha justificado.

El conflicto entre Rusia y Ucrania no inició hace un año, tiene raíces históricas, pero la más cercana tiene que ver con algunos hechos contemporáneos e importantes como el pacto de Ucrania con la Unión Europea en 2013, que desencadenó una serie de eventos que derivaron en protestas populares “Euromaidan” cuando el entonces presidente, Viktor Yanukóvich, fuera obligado a renunciar por haber suspendido o no ratificar este Acuerdo de Libre Comercio que europeizaba la producción ucraniana.

Este pacto aceleraba la integración de Ucrania a la Unión Europea mediante el Acuerdo de Libre Comercio, en el que el país se acercaba mucho más a las normas europeas de sanidad y propiedad intelectual, es decir, una europeización impuestas desde las relaciones comerciales e incluso en las políticas, ya que parte del pacto contemplaba el apoyo a la gobernabilidad casi bajo la supervisión de Europa a esos preceptos “democráticos”. Sobre todo, en lo que a seguridad nacional se refería. Este acuerdo comercial también involucraba a otros países de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) Armenia, Georgia y Azerbaiyán, independizadas en 1991.

Ucrania es uno de los socios comerciales más importantes de Europa, les provee de alimentos, químicos, acero, hierro, entre otros rubros que complementan la importación de la Unión Europea.

Desde ese momento, y ante la oposición de Rusia a esa firma, Ucrania -ya temerosa- solicitaba no solo el veto a la Federación, ante la posible reacción y acciones, ya que este país es uno de los mayores socios comerciales, sino también garantías económicas para firmar el Acuerdo, pese a que Yanukóvich, pertenecía a la fracción prorrusa que la Unión Europea  se negó a aceptar por considerar que caerían en una subasta económica si se aprobaba un paquete salvador, por lo que  entraba en disputa directa con los intereses europeos y rusos sobre esa producción y sobre los destinos políticos de esa nación (ex URSS) que -de firmar- empezaría a estar estandarizada bajo los cánones europeos.

La división política no tardó en recorrer las calles. Enfrentamientos entre el Euromaidan y prorrusos, alentados por grupos de extrema derecha nacionalista en Kiev, extendidas por casi todo el territorio. Una polarización política que hasta ahora continúa y se ha incrementado con las declaratorias de varias zonas de Ucrania de pertenecer a Rusia nuevamente. Fue una de las protestas más grandes desde la ocurrida en 2004 con la llamada “Revolución Naranja” en la que se resaltaba la figura de Yanukóvich.

Pese a la caída del Acuerdo de 2013, que significaba una victoria política-económica para Rusia, que logró firmar tratados aduaneros y comerciales con estos países, no cesaría la intención de buscar caminos para que se iniciara nuevamente la planificación de una sociedad comercial libre con la Unión Europea.

La firma del Tratado, finalmente se concreta en marzo de 2014, tras la destitución de Viktor Yanukóvich, que denunció un golpe de Estado por parte de la Rada (Parlamento ucraniano). El resultado fue la agudización de la crisis.  Crimea pide anexión a Rusia, Donbás también se alzó en contra de las políticas ucranianas. El  conflicto no cesó y es parte de las razones del inicio de la operación militar que se desarrolla desde hace un año.

A un año de guerra

Ucrania ha logrado captar positivamente la atención política internacional, ha fortalecido sus relaciones con países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ha logrado el compromiso de apoyo militar tanto de la Unión Europea como de Reino Unido y Estados Unidos, que les conviene que siga escalando el conflicto. Primero, porque debilita económica y políticamente, además, que demoniza a Rusia y en la esfera internacional queda como segundo plano la discusión de la multipolaridad planteada por China y Rusia, en detrimento de la hegemonía estadounidense. Segundo, porque pese al conflicto no se han visto afectadas los envíos de grano que era una de las cosas que podía acelerar la crisis alimentaria y tercero, porque era inminente un cambio de estrategia en la plataforma energética europea para eliminar esa dependencia rusa en cuanto a este ítem.

Parte de las medidas de presión que ejerció el mundo para aislar a Rusia, fueron las sanciones económicas, sin embargo, mientras no se migra en cuanto al uso de energías limpias, tema en boga en Europa y Estados Unidos, la dependencia de ese país es vital, en el caso alemán que hasta último momento no daba su brazo a torcer con las sanciones. Los sabotajes a los gasoductos de Nord Stream 1 y 2 son parte del complot para que Rusia se vea ahogada, pero al momento no ha cesado el envío de gas vía Ucrania, es decir los intereses europeos siguen intactos pese a la guerra y la dependencia de Ucrania y Rusia de alguna forma u otra es inminente.

Este tira y encoge de las relaciones ruso-ucranianas se aceleraron nuevamente con la aparición de Volodimir Zelenski y las tensiones entre Estados Unidos con la presidencia de Joe Biden, mismas que estuvieron dormidas mientras Donald Trump ejerció su mandato.

Las bajas de civiles y militares entre ambos oponentes han sido incalculables, la violencia desmedida, aparte de las pérdidas materiales que han sufrido ambos países en disputa.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) recientemente realizó votaciones en el marco de la Asamblea General para el cese de hostilidades de Rusia sobre Ucrania, a favor 141 países, China y otros treinta y un países se abstuvieron y seis países en contra de la medida. A la par desde Bruselas el bloque ha manifestado el apoyo a Ucrania, con mayor consolidación en cuanto a ayuda militar se refiere y por el tiempo que se requiera, Reino Unido no cesa de proferir sanciones a personalidades y empresas rusas embargando los bienes y limitando las acciones en ese territorio, crece el sentimiento antirruso en Europa, que básicamente es también contra el pueblo, ya que en lo interno no ha logrado afectar mucho por la diversificación de la economía de Rusia y sus aliados comerciales en otras latitudes.

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Nahir González Correo del Alba  

Juan José Peralta Ibáñez
Fotógrafo documentalista, fotoperiodismo, naturaleza, video, música

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