La subversión en 2030

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La visión decimonónica veía una realidad escindida entre sujeto y objeto, retomando el pensamiento clásico de la verdad en su unidad. Karl Marx, fue uno de los pocos hombres de su tiempo, en retomar la idea de actividad y transformación, como expresión de la verdad de una realidad. Incluso, fue más allá advirtiendo los procesos de abstracción y de forma sobre los que se constituye.

Las objetivaciones del capital, en el capital fijo que denominó, General Intellect, fueron tan poco advertidas por sus seguidores, como la forma de valor y sus consecuencias en las estructuras de conciencia. (E incluso ferozmente aplastadas, al ser evidenciadas en la obra de I Rubin y otros).

El saber fue reducido en Occidente a mero conocimiento, ausente de intuición y comprensión, así como simple apoyo externo del poder y la economía. Con la excepción notable de la Escuela de Frankfurt. Hoy la potencia materializada del saber pone no sólo en cuestión las nociones de productividad y propiedad, sino a las ideas de sujeto y objeto, tal como las desarrollaron el historicismo y el estructuralismo.

La comunicación y la transmisión de información, relevadas en el siglo XX, parecieran ser los creadores de la productividad. Al igual que ayer el comercio parecía ser el creador del valor, al realizarlo.

Si pensar en el capital y en la productividad es unilateral, al hacerlo en términos de unidades productivas de mercado, pensarlos hoy sólo en términos de ganancia, olvida el efecto polutivo que la producción de valores de uso ejerce sobre el entorno.

Aún más, habría que considerar el desquiciamiento psicológico generado por la producción, distribución y consumo, de las mercancías y fetiches que son producidos en la presente fase del sistema.

¿Lo material se ha hecho gelatinoso? y lo inmaterial?  … potencia productiva directa. ¿En qué se objetiva esta última? Según Virno en un espacio virtual, pero  concreto y público, de una acción “en concierto” de una intelectualidad de masas.

Esta desmaterialización de procesos, en la creación de plusvalor —de la que se abstrae y olvida el disvalor de la producción y del consumo, así como del control y la psiquis— permite que el general intellect se vea como potencia capitalizable y sin residuo, por las actuales fuerzas productivas.

Ciertamente esta introducción de un potencial social, que incluye sentimientos, inteligencia y aspectos del saber acumulados, desestabiliza progresivamente a las actuales formas de propiedad y de acumulación de capital, tal como lo hemos señalado en el Tomo II de “La Crisis Perfecta”. Sin embargo, el tema no es sólo el nuevo carácter de los procesos y sus productos sino de la relación de propiedad / producción / consumo / uso que permiten y estimulan.

La autora del artículo ve con desprecio a aquellos que privilegiaran el bien común y la relación con la naturaleza, respecto de quienes intentarán mantener la esquizofrenia social del mercado como mecanismo del beneficio excluyente de minorías.

Ya hemos conocido ese debate, en el rechazo de algunos, de la apertura de Linux y, sin embargo, el espacio público de cooperación y  del pensamiento, no se ha cerrado.

Por el contrario, en esta época de crisis, se abre la posibilidad de una cooperación reticular, con un habitus de red, en que los bienes sean virtuales o materiales puedan llegar a ser gratuitos, libres de circular sin trabas, que no sean las de su disposición. El reino de la necesidad y la apropiación individual, es hoy sostenido por el sistema en base al embrutecimiento de masas, la guerra y el lujo, como mecanismos  inmediatos que impidan la liberación de una inteligencia colectiva y en red, progresivamente naciente, que trastocará las relaciones del grupo humano con la subjetividad y de ambos con su entorno, así como las formas de felicidad y pertenencia.

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Rafael Kries Chileno, economista

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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