En Brasil se fragua un Estado paralelo filofascista, mientras Lula apuesta a la justicia social e integración regional

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El triunfo y asunción al poder, por tercera vez, del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT) y la coalición de organizaciones sociales y políticas, al Palacio de Planalto en Brasilia, viene desnudando una recurrente agenda de los laboratorios de inteligencia del imperialismo norteamericano e internacional, a través de una extrema derecha de tinte filofascista, que comienza a diseminarse en Latinoamérica y el Caribe, cuyo fin en mente tiene como objetivo medular desestabilizar a los gobiernos identificados por una corriente política e ideológica asentada en la democracia con participación activa de las denominadas clases subalternas, juventud, hombres y mujeres, provenientes de los pueblos originarios, afrodescendientes y de las diversidades socioculturales y sexo genéricas, que se convierten en la antítesis del proyecto de neoliberalismo autoritario, caracterizado por un nacionalismo sustentado en el odio, misoginia, intolerancia, xenofobia, homofobia, discriminación, racismo, que considera a la justicia social y el derecho a una vida digna como eslóganes castro-chavistas.

La conquista de derechos fundamentales y humanos es parte sustancial de la agenda de las organizaciones sociales y populares.

Es por ese motivo que vienen cometiendo atentados a la democracia, que tanto le ha costado al pueblo brasileño recuperarla de una estructura violenta y neofascista bolsonarista.

El bolsonarismo dejó importantes actores dentro de las instituciones policiales y militares para intentar boicotear al gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, como aconteció el pasado domingo 8 de enero al Congreso, Palacio Presidencial y Corte Suprema, que ocasionaron vandalismo y destrozos.

Los tanques de pensamiento imperialistas ven como una gran amenaza a sus intereses oligárquico- corporativos, de capitalismo rentista y especulativo, que el presidente Lula haya emitido algunos decretos ejecutivos que empiezan a romper el ancla y dependencia del extractivismo de minería metálica y no metálica, la erradicación de la deforestación, que ha dado paso a mega monocultivos en la Amazonía, los que ponían en riesgo la vida de estos importantes pulmones de la Humanidad; así, como de los pueblos originarios eternos guardianes de esos ecosistemas muy frágiles y la creación de habrá dos importantes carteras ministeriales que ejecutarán políticas públicas en beneficio de los excluidos/as y discriminados/as por el denominado Estado-nación neoliberal.

Cabe destacar un hecho muy importante, como lo es la devolución de los movimientos y organizaciones sociales de la Embajada de Venezuela al Gobierno bolivariano.

Un Estado paralelo de la más recalcitrante ultraderecha propició la toma violenta del Senado brasileño, la Corte Suprema de Justicia, el Palacio de Planalto, misma copia y calco al realizado por los seguidores trumpistas en el asalto al Capitolio en los Estados Unidos de Norteamérica, hace dos años. Para colmo, el expresidente Jair Bolsonaro, que hoy permanece en Miami, jamás reconoció el legítimo triunfo del gobernante presidente Lula y sigue a rajatabla la agenda fascista anti-establecimiento de Donald Trump.

Ergo, las puntas de lanza de la ultraderecha comienzan a recorrer la región latinoamericana para torpedear a la segunda oleada progresista, de diferente matiz político e ideológico, que le apuesta a la recuperación de las formas de integración como son la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), por haber sido una creación del expresidente comandante Hugo Chávez Frías, a las que Bolsonaro demandó la salida de Brasil en 2020 y 2019.

Lula ha comprometido su participación en la VII Cumbre de la Celac, a realizarse en Buenos Aires el 24 de enero del año en curso.

Sacar del mapa del hambre a más de 33 millones de brasileños y brasileñas, así como a la siembra de la justicia social en un gigante continental y mundial como es Brasil, se configura como la gran disputa neoliberal de la geopolítica de la dominación, porque comienzan a emerger profundas raíces e improntas de la geopolítica de la emancipación, sustentada en la gran experiencia y capacidad probada de liderazgo del presidente Lula.

Por lo tanto, soplan vientos de integración, cooperación, solidaridad, de unidad en la diversidad y fundamentalmente de respeto a la libre autodeterminación de los pueblos, del Derecho Internacional, desde una mirada del Sur para el Sur global.

Alguna vez Chávez denunció: “En América Latina nos quieren imponer el modelo de democracia diseñado por los Estados Unidos, y al que no acepte entrar por ese carril, lo acusan de populista radical, terrorista y dictador”.

El pensamiento y legado bolivariano anticolonialista y antiimperialista sigue vigente en Latinoamérica y el Caribe.

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Luis Ernesto Guerra Ecuatoriano, analista político y activista de Derechos Humanos

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a

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