Pido permiso por asaltar emociones
Yo le escribo a una sola de las veintiocho
amantes ultrajadas del Perú
(que ya se volvieron cuarenta y una)
¿Acaso soy el único en querer cerciorarse,
de que haya cuerpos
que las balas no enfrían?
¿De que haya muertes como esas, de las que a veces se sale indemne, cuando el martirio les ha calado tan hondo?
Tanto, que en su retina voló el casquillo
que hará caer al asesino
¿Qué culpa tengo en querer conocer hoy al que ya nomás fue?
En querer saber cuántos fueron los chamos descalzos en su escuela,
Cuántos los viejos del pueblo que se siguen sentando en su acera,
Cuántas las hermanas que venden ahí mismo lo que a nadie le importa siquiera
Cuántos los nombres de chamas que enumeraba por las noches,
o si fue una sola la que le desvelaba.
Te contaré en voz baja allá donde te enterraron
Que muchos se han callado y que ella no te ha esperado.
Pero son insignias que lleva todo derrotado.
Es porque el ardor de esa índole
Ya lo olvidaron los humanos.
Escucha: dijeron que te atrajo la muerte más que la espina.
Esa no será la menor mentira.
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Alex Anfruns Español, periodista y docente investigador