Hace unos meses, al profundizar en el conflicto bélico ruso-ucraniano, mi buen amigo Ruperto Concha, periodista y analista internacional chileno, escribió el artículo: “Conozcamos la verdad neta de la llamada amenaza de Rusia”. Allí citó al exprimer ministro británico Wiston Churchill, quien en medio de la Segunda Guerra Mundial y haciendo frente a la Alemania nazi pronunció: “Cuando hay guerra la verdad es algo tan valioso que hay que protegerla, que hay que rodearla con una tropa de mentiras”.
Así se declaraba públicamente y políticamente el acta de defunción de “la verdad”. Se velaba lo cierto. Acto habitual hoy, en que no existen guerras, sino “incursiones preventivas” u “operaciones militares especiales»; tampoco masacres de civiles, sino “daños colaterales”; ni siquiera hay cesantes, porque abundan los “desvinculados”; ni qué hablar de las recesiones, a veces llamadas “crecimientos negativos”… Pero no enumeraremos tanto eufemismo cotidiano que cubre, como una gran carpa de circo, al arco que va desde la izquierda a la derecha (por cierto, alguna vez el antipoeta Nicanor Parra dijo que “la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”, afirmación tristemente irrefutable en algunos países).
Y, bueno, respecto a la isla de Martí y Fidel, del son y el ron, del azúcar y del daiquirí de Hemingway… el cínico consejito de Churchill tampoco queda muy atrás. Según la Casa Blanca no hay “bloqueo” económico, sino “embargo”… Y esto aunque más del 90% de los países del mundo afirmen exactamente lo contrario anualmente en las Naciones Unidas. A esa burrera moderna es que el uruguayo Galeano dedicó magistrales pensamientos en El mundo patas arriba.
Y es que nadie en su sano juicio podría negar la existencia de una catarata de agresiones sufridas por la Revolución cubana de parte de Washington, incluso antes de proclamarse socialista… Sí, es cierto, aquel proceso revoltoso fue parido en medio de la Guerra Fría, pero esta pronto se transformó en «caliente» cuando el Playa Girón en 1961, la Crisis de Octubre en 1962, los sabotajes terroristas y bombas en centros comerciales e instituciones de todo tipo durante la década del 60, la voladura del avión de Cubana de Aviación en Barbados en 1976 –donde murieron más de 70 personas–, y un largo etcétera…
Quizás por lo anterior el expresidente estadounidense Barack Obama haya reflexionado en su visita a La Habana en 2016: “Desde 1959 hemos estado boxeando con nuestras sombras en esta batalla de la geopolítica y las personalidades. Conozco la Historia, pero me niego a ser atrapado por ella”.
Y fíjese bien que eso lo dijo sabiendo lo que todas las personas honestas de este continente saben: que las víctimas las ha puesto única y exclusivamente Cuba.
¿Será tan sencillo como llegar y optar por “liberarse” de la historia? Dudoso convite…
En días pasados, desde Santa Cruz de la Sierra el influencer cubano Magdiel Jorge Castro denunció ser injustamente expulsado de Bolivia por expresar en redes sociales su posición política claramente anticomunista. A paso seguido en una entrevista declaró: “Una opinión la puede tener cualquier ciudadano. Yo creo que es válido que todos tengamos y podamos expresar opiniones políticas sobre lo que acontece, ya no en la Región, sino en cualquier parte del mundo. Y eso no infringe la ley”.
Y, sí, sin dudas Magdiel tiene “en parte” la razón. Y destaco el “en parte”, porque no podemos prescindir de la Historia –esa que incomodaba a Obama– de las última seis décadas para el pueblo cubano, ni menos fingir amnesia y olvidar que los Estados Unidos lo han agredido persistentemente dentro y fuera del territorio isleño, y que para ello disponen de un jugoso presupuesto anual (aprobado por el Congreso) destinado a cubrir las necesidades básicas de todos sus agentes por el mundo, los que, obviamente, no facturan mes a mes ni emiten boletas poniendo al lado de sus firmas al cobrar: “espía”, “terrorista”, “contrabandista”.
La escritora boliviana Helena Paz hace unos meses publicó un adelanto biográfico de Magdiel Jorge Castro en un artículo intitulado: “¿Quién es el joven ‘protegido’ de la Casa Blanca que ataca a Cuba desde Bolivia?”.
Al leerlo nos damos cuenta que aquel joven no es “cualquier ciudadano”. Claro, esta vez le tocó perder a sus jefes. Y Magdiel tendrá que volver a migrar, no sin antes patalear en los medios de comunicación, porque ciertamente lo que ha ocurrido en esta semana es más que una manchita en su CV de la seguro no mal pagada carrera de mercenario.
Oiga, a propósito de eso de Galeano y lo “patas arriba” que anda nuestro planetita, le comparto, para que se entretenga, unas lindas y antiguas décimas de Violeta Parra, pues parece que no es de ahora que los “diablos” intentan hacerse pasar por “ángeles”. Se trata de «El diablo en el paraíso».
El hombre se come el pasto,
el burro los caramelos,
la nieta manda al abuelo
y la sota al rey de bastos.
L’agua la llevo en canasto,
me duermo debajo el catre,
todo lo endulzo con natre,
bailo en la tumba del muerto.
«Mentira todo lo cierto»,
gritaba desnú’o un sastre.
Los pajes son corona’os,
los reyes friegan el piso,
el diablo en el paraíso
y presos van los solda’os.
Se premiaron los peca’os,
fusilamiento de jueces,
en seco nadan los peces;
será un acabo de mundo
cuando en los mares profundos
las arboledas florecen.
Los justos andan con grillos
y libres van los perversos,
noventa cobres, un peso,
seiscientos gramos, un kilo.
Los futres andan pililos,
los gordos son raquíticos,
brincaba un paralítico
sobre un filudo machete.
Ocho por tres, veintisiete,
divide un matemático.
De asiento tienen el piano,
tocan música en la silla,
Caín es la maravilla
para el Abel de su hermano.
Camínase con las manos,
los santos son pendencieros,
bendicen a los rateros,
se acuesta el perro en la cuna,
debajo ’e la blanca luna
la guagua muerde al rondero.
Al fin termina el ejemplo:
fue por el mundo al revés,
y con la venia de usted
al teatro lo llaman templo.
«Muy plácido te contemplo»,
dice el bandido a su presa,
es más hereje el que reza,
los viejos van a la escuela,
los niños a la rayuela.
Ya naide tiene cabeza.
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Javier Larraín Jefe editorial
Así como el antipoeta Nicanor Parra dijo alguna vez que “la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”, de la misma manera Jaime Guzmán digo a través de TVN y antes del golpe de estado: «el pueblo unido, avanza sin partidos».