La actual crisis política que vive el Perú es una consecuencia histórica de un Congreso que ha conculcado el derecho de los originarios de ese país. Luego que la batalla de Ayacucho, el nueve de diciembre de 1824, le diera la independencia a ese país, la traición ha sido un cisma político en la nación de Manco Cápac. El primero de septiembre de 1826, el Congreso del Perú inició una campaña terrible contra El Libertador Simón Bolívar, declarándolo enemigo. Allí, los periódicos de la época lo acusaban de dictador, tirano y ambicioso. “De usurpar a los hijos del Perú la gloria de su independencia, con la pretensión de instaurar un gobierno militar en el continente y ocultar, mediante hipocresías, su intención de coronarse “rey de América”.
A 200 años de esos dramáticos episodios, donde la oligarquía peruana ha manejado a su antojo la vida republicana de ese país, no es sorpresivo lo que ocurrió con la presidencia de Pedro Castillo, hoy preso y “desterrado” en una cárcel por proponer una Asamblea Constituyente y desafiar los poderes fácticos de esa nación. Lo de Golpe de Estado es un argumento para acusarlo y defenestrarlo del poder. Por cierto, la Constitución peruana establece en su «Artículo 134 que el Presidente está facultado para disolver el Congreso.» Por lo tanto, Castillo, en su decisión, no actuó inconstitucionalmente. Pero, en fin, así lo presentó la mayoría opositora enclaustrada en el Poder Legislativo.
Luego de realizada la primera vuelta de las elecciones generales el 11 de abril del año pasado, en la segunda vuelta del seis de junio de 2021 surge Pedro Castillo, como un personaje inédito, proveniente de los sectores más humildes y precarios del Perú preterido, quien logró imponerse a uno de los personajes más funesto, corrupto y genocida del incaísmo oligárquico: Keiko Fujimori. Aún no había sido proclamado el triunfo del maestro y rondero, cuando la candidata derechista comenzó a impugnar el proceso comicial, calificando el triunfo de Castillo de ilegitimo y fraudulento sin presentar prueba alguna.
Desde ese momento se estaba cocinando la vacancia del nuevo presidente peruano. Casi dos meses duró la campaña de Keiko Fujimori, contra el triunfo del recién electo presidente. El 22 de agosto de 2021 la “japonesa” decidió reconocer el triunfo de Pedro Castillo. Pero la estrategia estaba montada: «Declarar la vacancia del novel mandatario, utilizando como elemento fundamental la mayoría obtenida por Fuerza Popular de Fujimori, con el apoyo de Perú Libre, plataforma electoral que le dio el triunfo a Pedro Castillo, pero que luego se dividió para crear una fracción que les permitiera negociar con la derecha.»
Lo evidente es que el Fujimorismo manejó con suma inteligencia la destitución de Pedro Castillo. En esa estrategia, los políticos más cercanos al expresidente destituido y preso señalan que la nueva presidenta Dina Boluarte formó parte de ese complot, cuando el 23 de enero de este año, 2022, declaró que nunca estuvo identificada con el pensamiento ideológico de Perú Libre, distanciándose de la gestión de Castillo.
A pesar de que Boluarte, se declara como adalid de la libertad y guardiana de las garantías políticas del Perú, lo que está claro es que, de no manejarse como marioneta de quienes controlan el Poder Legislativo, su permanencia será menor a lo vivido por Pedro Castillo. Es el mismo Congreso que en 1826, en la guerra mediática emprendida contra Bolívar, se utilizaron calificativos que rayan en el desprecio, y que demuestra las divisiones sociales que se vive en el altiplano andino. Por ejemplo, esta: ¡¿Qué dirán las naciones europeas, cuando lleguen a saber que Bolívar es Zambo?! – ¿Qué dirán los rubios de Inglaterra, los de Escocia, los de Francia, y sobre todo los de… Andalucía?! – ¡Un Zambo, mandando Indios en el Perú!…
El concepto republicano de El Libertador Simón Bolívar, para la construcción del Patria Grande, especialmente en el Perú, radica en la nacionalización de las minas, eliminación del tributo indígena, abolición del trabajo esclavo, transferencia de los recursos dados a la Iglesia para destinarlos a la educación. Pero no, todo eso forma de la herencia inca de la oligarquía «patarrajá».
El Perú vive una etapa de inestabilidad, donde, inclusive, se dice que está metida la mano de Luis Almagro, el mismo de la OEA, a quien el depuesto mandatario le pidió interceder para buscarle una solución a la crisis generada por el Congreso. Pero, lamentablemente, por exceso de “sol” se le calcinó el cerebro y se puso al lado de la antihistoria, como lo hizo en Bolivia al generar el Golpe de Estado contra Evo Morales Ayma, el primer indígena presidente de esa nación.
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William Gómez García Periodista venezolano
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