Por un minuto, olvídate de la contaminación del aire y del mar, de los químicos que contaminan la tierra y envenenan los alimentos, y medita: ¿cómo está tu equilibrio ecobiológico? ¿Has estado dialogando con tus órganos internos? ¿Acariciaste tu corazón? ¿Respetas la delicadeza de tu estómago? ¿Controlas mentalmente tu flujo sanguíneo?
¿Están sus pensamientos contaminados? Las palabras, ácido? Los gestos, ¿agresivos? ¿Cuántas cloacas fétidas corren en tu alma? ¿Cuánta basura – penas, ira, envidia – se amontona en vuestro espíritu?
Examina tu mente. ¿Está impoluto de ambiciones desmedidas, pereza intelectual e intenciones indescriptibles? ¿Tus pasos ensucian de barro los caminos, dejando una estela de tristeza y desánimo? ¿Está su estado de ánimo intoxicado por la ira y la arrogancia? ¿Dónde están las flores de tu bienestar, los pájaros posados en tus ojos, las aguas cristalinas de tus palabras? ¿Por qué tan a menudo hierve tu temperamento, y hollín hollín de las chimeneas de tu intolerancia?
No malgastes tu vida quemándote la lengua con las manchas de tus comentarios sin fundamento sobre la vida de otras personas. Conserva tu entorno, invierte en tu calidad de vida, purifica el espacio por el que caminas. Limpia tus ojos de las ilusiones del poder, la fama y la riqueza, antes de que te quedes ciego y tus pasos se desvíen hacia el camino sin marcar de la ética. Está lleno de agujeros y puedes enterrar tu camino en uno de ellos.
Eres, como yo, un ser frágil, aunque juzgues fuerte a los semejantes que merecen tu reverencia. Todos estamos hechos de arcilla y aliento. Finos vasos de cristal que se rompen al menor roce: una palabra descuidada, un gesto que duele, una desconfianza que perdura.
Gracias al Espíritu que modela y anima vuestro ser, el cristal roto se reconstituye, entero, si sois capaces de amar. Primero, tú mismo, evitando que tu subjetividad se ahogue en mareas negativas. Luego, a vuestros semejantes, ejerciendo la tolerancia y el perdón, sin sacrificar nunca el respeto y la justicia. Y, por último, la naturaleza, con la que debe mantener una relación de alteridad.
Libera tu vida de tanta basura acumulada. Tira por la ventana las cajas que guardan penas y tantas hojas de tu contabilidad con las supuestas deudas ajenas. Vive tu día como si fuera la fecha de tu renacimiento a lo mejor de ti mismo – y los demás te recibirán como un regalo de amor.
Practica el difícil arte del silencio. Desconéctate de las preocupaciones inútiles, de los recuerdos amargos, de las preocupaciones que trascienden tu poder. Retírate a tu interior, sumérgete en tu océano de misterio y descubre, en el fondo, al Ser Vivo que funda tu verdadera identidad. Mantén esta enseñanza: a veces hay que cerrar los ojos para ver mejor.
Toma tu vida como es: un regalo involuntario. No pediste nacer y ahora no quieres morir. Haz de esta gratuidad una aventura amorosa. No sufras por dar valor a lo que no merece importancia. Trata a todos como iguales, aunque se vistan ilusoriamente de nobleza o se muestren realmente como seres carcomidos por la miseria.
Haz de la justicia tu forma de ser y nunca te avergüences de tu pobreza, de tu falta de conocimiento o de poder. Nadie es más culto que el otro. Lo que existe son culturas distintas y socialmente complementarias. ¿Qué sería del erudito sin el arte culinario del cocinero analfabeto? Tu riqueza y tu poder residen en tu moral y dignidad, que no tienen precio y te brindan aprecio.
Pero ármate de indignación y esperanza. Lucha por allanar todos los caminos, hasta que la especie humana se descubra como una sola familia, en la que todos, a pesar de las diferencias, tengan los mismos derechos y oportunidades. Y ten por seguro que todos convergimos hacia Aquel que, supremo Atractor, nos imbuyó de esa energía que nos permite conocer la distancia abismal que existe entre la opresión y la liberación.
Haz de cada segundo de tu existencia una oración. Y tendrás la fuerza para expulsar a los cambistas del templo, obrar milagros y difundir la ternura como plenitud de todos los derechos humanos.
Aunque estés rodeado de adversidades, si conservas tu ecobiología interior, serás feliz, porque traerás en tu corazón tesoros inexpugnables.
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Frei Betto Fraile dominico, teólogo y escritor brasileño