La espera por la segunda vuelta presidencial de Brasil se me ha hecho eterna, aunque solo han pasado pocos días de haberse realizado la primera elección y de quedar Luiz Inácio (Lula) da Silva y Jair Bolsonaro para el balotaje. Se mezclan las votaciones con la celebración de transición del Samhain irlandés, devenido en Halloween, para espantar los malos espíritus, cerrar el ciclo veraniego y comenzar libres y protegidos una nueva etapa.Los tres días venideros más largos para este cuento de malos espíritus, espero arranquen de una vez, tenga buen final y llegue la luz, porque hay esperanzas. En la primera vuelta, Lula logró el 48.4% y Bolsonaro el 43.2%. El resultado dio a ambos candidatos la posibilidad de verse nuevamente las caras en esta carrera presidencial que culminará este domingo 30 de octubre con la decisión del pueblo brasileño.
Para muchas personas que conocen el Brasil profundo, ese que lucha por lograr espacios de integración, equidad de género, igualdad de condiciones laborales, superar las brechas de pobreza, mejorar las condiciones de vida con dignidad, es un gran reto recuperar los espacios políticos y sociales luego de tantos años viviendo a expensas de descontroles en los que se ha sumido la derecha golpista poco proba, que se embarcó por los caminos del lawfare contra Lula y Dillma, para entrar en la mala racha que ha tocado a millones de brasileñas y brasileños que instaló Michell Temer y continuó Jair Bolsonaro.
Puede este domingo ocurrir la gran ruptura, una buena y consciente decisión popular que acabe con cualquier vestigio de vergüenza que ayude a que el pueblo se levante, tome las riendas de su provenir, fuera de cualquier panfleto o irrealidad, es una necesidad urgente, como lo es superar la pandemia y acabar con el dolor que dejó tantas muertes por falta de atención y protección de un Estado que no entendió el momento crítico y llevó a engrosar las estadísticas sin impavidez alguna.
Las encuestas alivian un poco la ansiedad, pero la brecha sigue siendo muy corta, a solo tres días del evento algunos estadistas hablan de un posible empate técnico con una intención de voto muy cerrada: 49% Lula y un 45% Bolsonaro. En este balotaje están además en juego las alianzas partidarias logradas que, sin duda, darán un giro interesante al proceso.
Hay mucha incertidumbre para las y los que miran los toros desde la barrera.
Los cuestionamientos de lo que pasa en Brasil en estos momentos y si el compromiso logrará vencer al odio, hacen surgir preguntas con respuestas inconclusas que -en adelante- deben pensarse en el seno de lo que se está queriendo ser y transformando la izquierda latinoamericana, en estos momentos. La necesidad de no cometer los mismos errores y confiar que el pueblo no permitirá otros flaqueos y caídas. Definitivamente hay que revisar los errores, transformar las perspectivas, si de verdad se intenta superar modelos arcaicos y neoliberales contra los que se han plantado más de una vez los procesos políticos sociales, como los que en algún momento lideró Lula en Brasil, y es posible que los vuelva a restablecer en el gigante sureño.
El cambio no debe ser solo de palabra, la crítica no debe ser un estigma, si no queremos que el voto castigo surja en futuras elecciones. Si bien el pueblo es sabio y paciente, el sentido común no perdona que las promesas de la izquierda se queden ahí, no podemos actuar como la derecha. Brasil este 30 de octubre tiene la oportunidad de demostrar la capacidad de gestión. Un reto mayor que debe ser incluso, acompañado de una coalición de pensamientos y acciones desde todas y todos los que sienten que otro mundo es mejor si se mira desde la óptica del socialismo.
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Nahir González Analista Política