El neoliberalismo viene destrozando la democracia y los derechos de los pueblos mediante el odio, el miedo, el orden, y legitima su poder a través de la represión, con sus operadores mediáticos nacionales e internacionales, que imprimen sus lógicas neofascistas, a fin de ocultar la debacle y crisis multidimensional que rotura al pueblo haitiano, con el único objetivo estratégico de consolidar la sociedad y cultura del mercado neoliberal.
Empero, las grandes corporaciones mediáticas, a pesar de sus demenciales narrativas descontextualizadas de los hechos y acontecimiento, no podrán apagar la lucha del pueblo haitiano, que quiere recuperar la democracia.
La hipócrita diplomacia internacional de las Organización de las Naciones Unidas, que ha mantenido un silencio cómplice por décadas, ha enfocado sus ojos y miradas en Haití, a la que estratégicamente le han construido un escenario de inseguridad, ingobernabilidad; un país diezmado por una violencia paramilitarizada que la ha convertido en un Estado fallido, sin un norte democrático.
Más de 10 millones de haitianos son afectados por estos impactos socioeconómicos, políticos, culturales, sumado a la construcción de un muro en la frontera dominicana y pedido del presidente Luis Abinader, a la ONU, de que la intervenga para evitar la diáspora de la migración que es criminalizada por los Estados Unidos, así como por el neoliberal presidente dominicano, que cumple al pie de la letra el libreto estadounidense. Esto expresó Abinader: «De ahí la necesidad de que esta Comunidad de naciones asuma con urgencia y de una vez y por toda la crisis haitiana como una de altísima prioridad y de permanente seguimiento. Los haitianos por sí solos no podrán pacificar su país y mucho menos garantizar las condiciones para establecer un mínimo de orden. Consecuentemente lo más importante, en el plazo inmediato, es la seguridad en Haití».
Hay una arena política tóxica, con un ambiente salpicado de invasión y de vestigios dictatoriales de los Duvalier padre e hijo.
Los hijos e hijas de Jean Jacques Dessalines, Pétion, no están dispuestos a aceptar una invasión más, so pretexto de combatir los resquemores y devastamiento de la democracia, generada por influencia externa.
Hoy corresponde a los haitianos encontrar la salida a la debacle generada por una élite política oligárquica atrincherada ilegalmente en el poder, que sirve a los más nefastos intereses de un neoliberalismo empobrecedor y depredador.
Ergo, debemos manifestar que es muy acertado el llamado realizado la semana pasada por más de 50 organizaciones populares de Haití, mediante carta dirigida a António Guterres, secretario general de la ONU. En el documento advierten que las recientes protestas sociales “son parte de una lucha por un Haití liberado de la asfixiante injerencia extranjera, de la gangsterización, de esta miseria extrema fabricada y de un régimen político antinacional, ilegítimo y criminal establecido por el Core Group, del cual forma parte la ONU”.
El manifiesto rechaza las medidas económicas implementadas en los últimos días por el ilegítimo régimen de Ariel Henry, impuesto por la Embajada norteamericana situada en Puerto Príncipe, principalmente; el alevoso y abusivo aumento en el precio de los combustibles que exaltó y despertó la indignación popular, la que, además, permitió el fortalecimiento de un movimiento de protesta “cuyo objetivo es la recuperación de nuestra soberanía, la recuperación del destino de Haití en mano de los haitianos”.
Haití ha sido invadido varias veces por la ONU y los resultados han sido catastróficos para su pueblo. Actualmente en esa nación existe la Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití (Binuh), calificada por las organizaciones que suscriben el documento como “la instigadora de una federación de bandas armadas con prácticas terroristas en todo el país”.
El pueblo haitiano repudia una nueva intervención militar, así como los sectores progresistas piden “el establecimiento de una comisión de investigación independiente responsable de evaluar los resultados concretos de las diversas Misiones de la ONU, que ya trabajan sobre el terreno; y, en particular, la Binuh”.
Sorprende la denuncia de que, al parecer, el representante de Oficina Internacional para las Migraciones de la ONU (OIM) esté orquestando la invasión.
Uno de los planteamientos insertos en la misiva es la salida del primer ministro Ariel Henry y la conformación de un gobierno de transición que sea elegido por el pueblo haitiano, con una hoja de ruta, un programa integral que de fiel cumplimiento a sus legítimas reivindicaciones.
“La solidaridad es la ternura de los pueblos”, pero es fundamental que los/as haitianos/as resuelvan sus problemas internamente y sin injerencia internacional.
La intervención en otros pueblos del mundo global nos evidencia cómo esa nefasta operación militar internacional, disfrazada de ayuda humanitaria, como es el caso específico de Afganistán, ha generado un sinnúmero de asimetrías e inequidades que dan continuidad a la violación de Derechos Humanos fundamentalmente de las mujeres y la niñez.
Haití es un pedacito de la diáspora de la madre África en América Latina y el Caribe, permanentemente sitiada, ocupada por el imperialismo norteamericano e internacional.
Ahora la Organización de Estados Americanos (OEA) y las Naciones Unidas preparan ejecutar la invasión, como si fuera su colonia.
Hay un pueblo que está en las calles, demandando la renuncia de un primer ministro que responde a las hordas oligárquicas neofascistas, al depredador neoliberalismo y su capitalismo salvaje, que agita las puntas de lanza de asedio e injerencia, desde el gobierno federal estadounidense, presidido por el demócrata Joe Biden miembro del clan Clinton, que se protegen con una gran estructura de bandas delincuenciales o paramilitares, que están cometiendo vandalismo, saqueo, destrucción de la propiedad pública, mientras la canalla mediática internacional endosa todos estos avatares y crisis al pueblo que quiere recuperar la democracia.
El imperialismo norteamericano e internacional vienen construyendo una agenda hace muchos años y se frotan las manos para nuevamente invadir Haití, que tiene el germen de emancipación, libertad e independencia del general Alexandre Pétion.
Este primer ministro que ha encarecido los derechos fundamentales y humanos del tejido social popular duplicó el precio de los combustibles, volviendo inalcanzable una canasta básica, mientras se van encareciendo los derechos a la salud, educación y un empleo digno.
La Embajada norteamericana en Haití puso a un ilegítimo primer ministro, que jamás el presidente Jovenel Moïse nombró o posesionó, ya que fue víctima de un magnicidio cometido por mercenarios que responden a los intereses oligárquico-imperialistas.
Geopolítica y geoestratégicamente se pretende confundir a la comunidad internacional que Haití es ingobernable, insegura, erosionada por la violencia.
La subversión política e ideológica estadounidense va posicionando una absurda y demencial narrativa en contra del pueblo haitiano, que ama la vida, justicia social, con conquista de derechos.
Guterres ha expresado que Haití será intervenida, lo que evidencia una alteridad de poder, la más absurda y neofascista práctica colonizante.
En Haití no mandan OEA, ni tampoco la ONU.
Es el pueblo que se ha levantado en protesta, que ha tomado las calles, que son las únicas trincheras de lucha y conquista de derechos en los hechos, ya que son alarmantes las cifras e indicadores de injusticia social, inequidad, inseguridad, violencia, que continúa erosionando la democracia, y que están generando una pobreza multidimensional. Esta tortuosa y decadente diplomacia internacional no admite y acepta que el pueblo se haya levantado en protesta, porque para el neoliberalismo es rentable seguir extrayendo riqueza a nuestros pueblos que piden la construcción de sociedades nuevas, justas, equitativas, solidarias. Esa es la realidad concreta de Haití, que no lo dice la mediática internacional.
¡Haití, ahora por ti, vamos a vencer!
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Luis Ernesto Guerra Ecuatoriano, analista político y activista de Derechos Humanos
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