Jair Bolsonaro, excapitán del Ejército de Brasil, abrió su campaña electoral en la ciudad donde le cometieron el atentado, mismo que ha tenido un gobierno desastroso salpicado de una recurrente violación de derechos fundamentales y humanos, así como la acelerada deforestación de la Amazonía, considerada pulmones de la humanidad.
Hay que contextualizar que ha tenido un demencial manejo de la pandemia del Covid-19, que todavía continúa con sus variantes y que generó una de las tasas más nefastas y altas de letalidad del mundo.
El neoliberalismo se sustenta en la extracción de riqueza e imposición de reglas del mercado, con el pisoteo de derechos fundamentales y humanos de los pueblos.
Varias organizaciones de defensa de los Derechos Humanos y de la naturaleza han denunciado y condenado las violaciones a los territorios y derechos de los pueblos originarios, que han sido atacados y afectados por la presión de mercenarios y milicianos armados que pretenden desplazarlos de sus territorios ancestrales. A fin de dar paso a monocultivos agrotóxicos de soya y caña, destinados a la obtención de biocombustibles y ganadería intensiva, que provoca profundos impactos ambientales, como el denominado calentamiento global y fenómeno de invernadero, que genera el aumento del dióxido de carbono, así como sociales, económicos y culturales.
Bolsonaro en su alocución y discurso se centró en atacar y satanizar a la izquierda, acusándola de robarse el país.
Los indicadores y cifras no mienten, datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Latinbarómetro y otros organismos internacionales, dan cuenta que en los cuatro gobiernos consecutivos del Partido de los Trabajadores (PT) hubo importantes logros en materia social como: salud, educación, empleo, desarrollo humano. Más de 22 millones de brasileños/as fueron sacados/os de la exclusión, discriminación y brechas de pobreza, inequidad e injusticia histórica.
Con el régimen de Bolsonaro se ha retrocedido y reculado a esos logros, notándose un incremento en el porcentaje de asimetrías. Hoy superan los 33 millones de empobrecidos/as, así como el crecimiento de las tasas de inseguridad y violencia. La policía de Brasil es una de las más violenta de la región latinoamericana, que lo ha evidenciado al ingresar a las favelas de Río de Janeiro, mediante el exterminio a mansalva de presuntos delincuentes, en donde han terminado como víctimas mortales mujeres y niños, inocentes.
Brasil es un inmenso país, muy relevante en el mundo, miembro de los Brics, de las economías emergentes, que tiene una importancia no solo en la Región, sino globalmente.
Los Estados Unidos se mantienen vigilantes del proceso electoral y han enviado sus alertas desde el gobierno federal, que ha enfocado su mirada en las declaraciones del presidente Bolsonaro, que pone un velo de desconfianza al sistema electoral de voto electrónico, que es uno de los más seguros del mundo.
A no dudarlo, es parte del libreto y guión seguido al adoptado por Donald Trump. Sus pretensiones de conformar un Tribunal Militar de conteo electoral, paralelo al (TSE) Tribunal Superior Electoral, es violatorio del derecho constitucional y Ley Electoral.
La comunidad internacional tiene que permanecer vigilante de esta actitud, que lejos de viabilizar un proceso apegado a la democracia lo cuestiona y pone en tela de juicio, y que además le resta credibilidad si llega a perder en los comicios que se realizarán el 2 de octubre del año en curso.
Vuelve Lula, después del forjamiento fáctico, de violaciones de derechos del que fuera sujeto por toda esa maquiavélica estructura de un neoliberalismo autoritario, cínico, perverso, insensible, injusto, insensible, inhumano, depredador, que no tiene el mínimo escrúpulo en denostar las libertades democráticas.
Ahora le toca al pueblo expresar en las urnas el descontento e indignación y retroceso de Brasil en materia de democracia.
El voto es un importante instrumento que tiene el pueblo de devolver a Brasil democracia, derechos y desarrollo, que ni la gran estructura corporativa mediática podrá detener.
Con total seguridad, de acuerdo con las encuestas y sondeos de opinión ciudadana, el favorito para llegar al polio presidencial es el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, que representa el retorno, recuperación y revitalización de la democracia, ya que la gente confía plenamente en su gestión. A pesar de la persecución política, intentos de proscripción, encarcelamiento arbitrario, que terminaron desnudando el montaje de fallidos elementos de convicción y evidenciando a los grupos de poder, que siguen resistiéndose a que el gigante Brasil sea la voz en el concierto latinoamericano y mundial.
Brasil es la columna vertebral de las nuevas formas de integración regionales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el Mercado Común del Sur (Mercosur), el Parlatino y, fundamentalmente, los Brics. Es primordial la unidad en la diversidad, defensa de la democracia y el fortalecimiento de estos mecanismos de integración, cooperación, de solidaridad, de moneda común, como la propuesta por el candidato Lula da Silva, el SUR, que puede además permitir a nuestros pueblos salir de la dependencia del dólar, convertido en el patrón del sistema Swift, norteamericano, que provoca sanciones y aplicaciones de medidas coercitivas unilaterales a los países que no se alinean a las lógicas y dialécticas del establecimiento impartido desde Washington y configuran una transgresión y violación de un principio constitutivo y fundacional de la Carta de las Naciones Unidas, como es la libre autodeterminación de los pueblos.
“Unidos somos más”, reza un refrán muy popular en Latinoamérica.
Desde el Sur para el Sur y el mundo global, sustentado en la diplomacia de los pueblos, en el respeto a la soberanía, la defensa de ser «Región de paz», como se ratificó en la sexta Cumbre de la Celac, celebrada en México en 2021.
El camino es difícil, pero no imposible para recuperar al gigante Brasil con las manos limpias, conciencia bañada de pueblo y un corazón de infinito amor por su paías, como el de Lula da Silva.
En días pasados arrancó Lula la campaña electoral, y lo hizo simbólicamente en el auditorio de un sindicato en donde se convirtió en dirigente obrero.
Bolsonaro no va dejar de acudir a una campaña plagada y contaminada de fake news, de recurrentes mentiras, e inclusive de contaminar con violencia las concentraciones y mítines que convocarán a militantes y simpatizantes del PT, que hoy articula y teje a una gran coalición de organizaciones políticas y sociales que van desde la izquierda, organizaciones de ecologistas, feministas, Lgbti, pueblos originarios, juventud, de hombres y mujeres, que tiene como fin la recuperación de la democracia en Brasil, la resiembra de derechos fundamentales y posicionamiento en el concierto internacional como una potencia humana y humanista para liderar una nueva humanidad multicéntrica, pluripolar y multipolar conectada y articulada con Asia, África, Europa, sin la alteridad de poder del gobierno federal estadounidense.
Una geopolítica de la emancipación, de la libre determinación, de una democracia construida desde las necesidades concretas y demandas de nuestros pueblos.
Otro Brasil es viable y posible desde Lula da Silva, con siembra de justicia social y más derechos en los hechos.
Desde la base de la sociedad humana que la constituye: la niñez, adolescencia, juventud, de hombres y mujeres; de las miradas diversas, diferentes, de otredades culturales, de la inmensa diáspora venida de África, sexo genéricas, con desarrollo construido desde más de 151 millones de brasileños y brasileñas. Sin perder jamás el norte geográfico y magnético que conduce al Sur con mirada global.
A pesar de todas las puntas de lanza de subversión política e ideológica de Bolsonaro, el uso de una red de proselitismo religioso y una perversa maquinaria de mentiras, uso del bono de la pobreza e incremento de 400 a 600 reales hasta diciembre, no va a obnubilar el triunfo de Lula da Silva, que puede ser el 2 de octubre o el balotaje el mismo 30 de octubre.
El camino es irreversible, por más maniobras que realice Bolsonaro, Lula da Silva volverá a ser presidente de Brasil.
Hay un nuevo resurgimiento de la dignidad y soberanía de Brasil, una esperanza de democracia, de libertad para extirpar la injusticia y de retorno de una segunda oleada progresista en Latinoamérica.
Se viene un Brasil con Lula da Silva como presidente.
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Luis Ernesto Guerra Ecuatoriano, analista político y activista de Derechos Humanos
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