El lento e inexorable ocaso de un imperio

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La visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de los estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán, el día 2 de agosto, no fue un acto casual ni menos una inadvertida “gaffe diplomática” de los Estados Unidos.

Lo grave es que fue una provocación premeditada que puso aún más en riesgo la seguridad mundial, ya jaqueada por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania que dura seis meses.

Antecedentes y comparaciones

El antecedente de un visita de un funcionario de rango similar fue la de Newton Gringricht el 2 de abril de 1997, en el marco de una gira asiática que incluía a Corea del Sur, Japón, China y Hong Kong. Fue por menos de tres horas y luego de haber aceptado el pedido de China que su vuelo a Taipei no fuera desde territorio chino, sino desde otro país previsto en la gira (finalmente viajó desde Tokio a Taipei).

Hace 25 años la situación económica de los Estados Unidos y China era totalmente diferente a la actual. Estados Unidos tenía un PBI ocho veces mayor que el de China.

Hoy China es la segunda potencia económica mundial, en crecimiento sostenido, mientras los Estados Unidos están en un proceso de declive, sin perspectivas de superación del mismo.

La respuesta política china tampoco fue la misma que hace 25 años. En una conversación telefónica con Joe Biden, filtrada a la prensa internacional, el presidente Xi Jinping fue enfático al advertirle que “quien juega con fuego acaba por quemarse”.

Si comparamos los dos conflictos que hoy acaparan la atención internacional, veremos que hay notorias diferencias en su origen y participantes.

El conflicto de Rusia y Ucrania surge con la invasión rusa a territorios ucranianos como respuesta a la expansión de fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) con el apoyo estadounidense amenazando territorios limítrofes con Rusia y en los cuales existe un claro sentimiento de pertenencia a Rusia por parte de su población, como es el caso de Crimea y de las nuevas repúblicas de Lugansk y Donetsk en la llamada región del Donbass.

En un artículo anterior analizábamos los antecedentes de siglos atrás de las complejas relaciones entre Rusia y Ucrania. Asimismo, condenábamos enfáticamente tanto la invasión de Rusia como el expansionismo “atlantista” de los Estados Unidos y sus cómplices de la OTAN y la intención de incorporar a Ucrania a la OTAN,  así como la hipocresía de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) limitándose a condenar solamente la invasión de Rusia[1].

En el caso de la provocación de los Estados Unidos a China, el objetivo buscado era –si se producía una reacción militar china de importancia– tener la excusa para imponerle sanciones económicas, un motivo que le permitiera brindar armamento a Taiwán y fogonear así un conflicto interno desconociendo los acuerdos vigentes desde 1979 entre ambos países en cuanto al reconocimiento de una sola China bajo la autoridad de Beijing.

Otra diferencia sustancial entre ambos escenarios es que una cosa es que la OTAN acompañe acciones beligerantes en territorio europeo con gobiernos aliados de de los Estados Unidos, que apoyarían a Ucrania, y otra muy distinta es hacerlo en la región de China –sin apoyos–, ya que la enorme mayoría de sus países mantienen importantes acuerdos comerciales, financieros y de cooperación con el gigante asiático.

Los motivos de fondo

La razón de peso subyacente que da cuenta de los dos escenarios mencionados es el objetivo primordial de la política exterior estadounidense, tanto de Biden como de sus antecesores: mantenerse a toda costa como potencia hegemónica en el mundo.

Para ello es menester tratar de desgastar a Rusia y China en tanto potencias emergentes que amenazan su hegemonía.

En la última cumbre de la OTAN, realizada en Madrid los días 29 y 30 de junio de este año, se definió como prioritario el enfrentamiento con China en tanto se la considera un “desafío sistémico”.

La política exterior injerencista y agresiva de los Estados Unidos forma parte de su apuesta al complejo militar industrial como factor de revitalización de su economía y salida de la crisis económica.

Algunas consideraciones

Estas acciones, que ponen en vilo a toda la opinión pública mundial, no significan otra cosa que los manotazos del ahogado de un imperio en declinación que pretende mantenerse (como otros imperios en el pasado) por la vía de dar –en vano– una solución militar a graves problemas de carácter económico y político; indicadores de una nueva crisis cíclica estructural de carácter sistémico (que en absoluto hay que confundir con una crisis terminal del capitalismo).

El efecto boomerang que están teniendo las sanciones económicas de los Estados Unidos y países europeos a Rusia son elocuentes al respecto.

No solo no han dañado su economía en el grado que pretendían, sino que, por el contrario, han acelerado un proceso de alianzas políticas y económicas entre Rusia, China, Irán y Turquía. Este proceso en curso podría avanzar hacia medidas de fondo que afectarían en forma catastrófica a la economía de los Estados Unidos y sus aliados. Una es desbancar al dólar como moneda internacional de pago.

Recordemos que la Reserva Federal de los Estados Unidos emite el papel moneda sin su respaldo equivalente en oro desde 1971. El 15 de agosto de ese año, Richard Nixon formalizó por decreto una situación que se venía dando de hecho desde los años 60, y que originara en su momento un cuestionamiento del presidente de Francia, Charles de Gaulle.

Para ello, Rusia transformaría el actual MIR (un sistema de pago nacional por tarjetas creado por el Banco Central de Rusia en mayo de 2017 en respuesta a los bloqueos de pagos electrónicos impuestos como parte de las sanciones económicas estadounidenses; aceptado hoy no solo por las empresas rusas, sino también por algunas extranjeras que operan en Rusia) en un sistema integrado de pago alternativo entre países socios.

Este sistema alternativo sería una real amenaza al actual sistema internacional de transmisión de instrucciones de transferencias bancarias, el llamado SWIFT.

En síntesis, estamos presenciando el desarrollo de un proceso de gran trascendencia histórica: el corrimiento de la hegemonía capitalista de Occidente a Oriente.

Finalmente, una pregunta que deberán responder los partidos de izquierda de nuestra Región que  retornan al gobierno en lo que parece ser un nuevo ciclo progresista: ¿Volverán a cometer el mismo error de proclamar la integración regional sin llevar adelante en primer término su correlato y sostén económico –creando fuertes organismos que aseguren créditos a la producción (como el Banco del Sur que nunca funcionó)– así como la necesaria coordinación de las cadenas productivas de cada país para obtener “productos región” que compitan con los de los otros bloques existentes en el mundo?

Sin duda es otro de los temas que no deberían estar ausentes en la reflexión autocrítica que aún nos debemos –en cada país y en conjunto– los partidos de izquierda latinoamericanos y caribeños.

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Carlos Flanagan Uruguayo, exsecretario de RR.II. del Partido Comunista de Uruguay, exmiembro de la Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales del Frente Amplio (Carifa) y exembajador de Uruguay ante el Estado Plurinacional de Bolivia

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor/a


[1] https://www.surysur.net/ucrania-el-dramatico-capitulo-de-la-lucha-por-la-hegemonia-mundial/

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