En esa búsqueda en la que ando, creo que desde que nací, de las mujeres y su papel en los distintos ámbitos de la vida, me encontré hace unos años con la vida de la muralista mexicana-guatemalteca Rina Lazo Wasem, (1923-2017) y no había tenido tiempo de contarles sobre ella.
Rina es autora de una obra prolífica de una enorme creatividad vinculada al mundo maya, a las luchas sociales y a la ideología de izquierda que profesaban tanto ella como los muralistas mexicanos, esta pintora nacida en Guatemala ingresa en los anales de la historia de la pintura de la mano de Diego Rivera, de quien fue su ayudante hasta la muerte del maestro.
Rina Lazo, es considerada la última representante del movimiento de muralismo mexicano, país en el cual se desarrolla como artista. Formó parte activa de uno de los movimientos pictóricos más importantes del mundo, cuyo territorio de nacimiento es México, la meca de los artistas y la intelectualidad latinoamericana, sobre todo en los años 40 y 50, eran los tiempos de los más grandes muralistas y artistas de la plástica como Frida Kahlo, Orozco, Rivera, Siqueiros, Tamayo y otros. Territorio a donde llegaban los artistas, manantial de una cultura potente que ofrecía un espacio a propios y extraños para dar impulso al talento.
México era el destino obligado para quien aspiraba a desarrollar una carrera sobre todo en el mundo de las artes, había pasado ya la euforia por los europeos en París. El arte confluye en esos tiempos en la tierra de Zapata y son sus museos, el cine, su universidad de aquella época, las que canalizan la inspiración y el talento de todo un continente.
Rina tenía 23 años y era tan prolija y talentosa que se convierte en la mano derecha de Rivera y es considerada su mejor ayudante. Se dice que en el mural “Sueños de una tarde dominical” realizado en la Alameda Central del Hotel del Prado están fundidas, como un solo trazo, las huellas de maestro y alumna.
La dedicación y el talento de Rina la hacen destacar a pesar del contra movimiento anti muralistas que se desató en esa época. Rina, destaca en un ámbito mayoritariamente masculino donde Rivera, contaba con la mayor cantidad de ayudantes mujeres, todas virtuosas.
Rina, llega al mundo y se erige como artista en época de entreguerras, tiempos de pandemia, de guerras y posguerras, pero también en momentos donde empieza a crecer una concepción cotidiana de la nueva mujer que era capaz de todo. Ella, así como muchas de las mujeres de todas las épocas, rompe las convenciones y logra dar un salto a la inmortalidad.
Rina, hace praxis de la estética, es arte llevado a los fríos muros para que hablen de la calidez de la pintura. Desde la primera hora inicia la búsqueda de sus raíces mayas como un elemento de unidad mesoamericana. Uno de sus trabajos más destacados fue la reproducción de los murales de Bonampak (muros pintados en la selva Lacandona de Chiapas). Descubre entonces las técnicas y composición de los murales mayas cuando aún era casi imposible el acceso a aquellos lugares.
Su obra de gran contenido social se basó en la investigación, la observación de su realidad, en la vivencia e historia personal. Hace falta que de nuevo florezcan corrientes pictóricas y nuevas oleadas de arte como la de aquellos años. Brava Rina.
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Cris González, Directora de la revista Correo del Alba