El gato de Schrodinger

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Mascotas   virtuales

En la escuela de mi sobrinita Yanina María, maestras neuróticas decomisaban mascotas virtuales.   Es la mascota virtual una cajita con la imagen de un animalito que crece y que a cada momento hace ruido requiriendo cuidados. Pulsando ciertos botones se alimenta, limpia, medica o acaricia, así a un pollito, un perrito o un niñito imaginarios que nunca pondrán un huevo ni defenderán ni querrán a quien los protege.

La única recompensa del amo -o del esclavo- es saber que incesantemente trabaja en favor de algo que no existe. La única semejanza de la mascota virtual con la verdadera es que, al igual que teléfono celular en concierto, pita como si fuera a morirse y sus llamados molestan a todo el mundo menos al propietario.

Se agrava la situación cuando la mascota virtual toma el control del amo real. Ocurre entonces lo del niñito que no atiende a clase limpiando una gracia virtual; lo de la mamá que no duerme porque el aparatico de su retoño necesita afecto a las tres de la mañana, lo de la jueza que no concluye la sentencia porque su morrocoy virtual anda perdido entre las gacetas oficiales.

Gracias a las mascotas virtuales, conocemos los arrasados por el espíritu del sacrificio, sin objeto que nuestra entrada en el mundo de la informática no será más que una nueva oportunidad de inmolarnos ante el fetiche de la pura pérdida.

Ahora los amantes del bolero sabemos por qué entregamos alma, vida y corazón a una pérfida que jamás nos devolvió ni una mirada: se trataba de una hipócrita con corazón de disco duro y alma de virus informático.               

Cada cierto tiempo el Vaticano decomisa numerosos santos virtuales que hicieron malgastar su vida a todas las beatas que les suplicaron en vano. Se sospecha que los medios nos comunican guerras, ídolos, creencias, éticas neovirtuales.   

Abandonadas quedaron en gavetas o en el fondo de closets, atornillados a sus cuerpos mínimos los botones dolorosos que ya nadie aliviaría. Sólo en algunas de ellas el diseñador compasivo previó la muerte tras algún período de desatención, más: eran muertes virtuales en animación suspendida, siempre presentes los circuitos atormentadores de hambre sed frío y el gran anhelo de amor que enrancia las baterías perdurables, las indestructibles neuronas de sílice en un lapso que, desconectado el reloj que simula los latidos, es la eternidad sin alivio, millones de infiernos encendidos en la gran juguetería del olvido cruel de los niños.

 Al igual que la mascota informática, hay una clase política virtual de derecha que lo pide todo a cambio de nada: se la alimenta, se la legitima electoralmente, se limpia sus suciedades y todavía pide que le entreguen el país para subastarlo.

 Si su mascota, su adorada, o su clase política virtuales, se han convertido en un pozo sin fondo, ha llegado el momento de tirarlos al fondo del pozo. Querer a quien lo quiere a uno es también quererse uno mismo.

Romance

Problemas que ocurren al intentar profundizar relaciones con la adorada que se atisba en redes sociales o Metaverso. A) Su cara y su cuerpo no son ideales, sino rompecabezas armado con Power Point de rostros y cuerpos en las páginas web de modelaje. B) Su conversación inteligente se debe a la aplicación “Corrección de Dicción”, que no sólo enmienda errores, sino que además sugiere y desarrolla temas, diálogos, insinuaciones C) Su edad y su peso son el doble de los declarados D) Ella no es ella sino él, con ligera perturbación de identidad de género. Por mi parte A) No soy audaz deportista capitán del equipo B) No soy prestigioso cirujano plástico ni habitante de ensoñadora mansión en Fort Lauderdale C) No tengo 21 años, sino 21 nanosegundos de edad D) No soy un ser humano, sino una cookie implantada en las redes sociales para pescar datos de seres solitarios a quienes se podría vender mascotas virtuales.

El gato de Schrodinger

Adopto un gatito al cual llamo Schrodinger, en homenaje a la paradoja del fundador de la mecánica cuántica según la cual no se puede saber si un gato encerrado está vivo o muerto o si un cuanto está o no en una posición determinada. Schrodinger, cumple los deberes de todo gato bebé de acechar ratones imaginarios, pero su delirio es atacar el ratón informático del mouse enredándose en su cola digital. No hay forma de disciplinar a Schrodinger para que deje su presa virtual ni para saber si Schrodinger lo ataca para impedir que domine el mundo, si Schrodinger o yo o tú estamos vivos o muertos y el ratón informático que domina la computadora, y por tanto el mundo, es lo único viviente.

Mundos

Según la alucinación que puedas costearte, existen muchos mundos virtuales.  El primero equivale a lo que las religiones llaman, Gloria y los traficantes, inyección de Trance. El segundo, remeda los bunkers con piscinas del tamaño de lagos y casinos con barraganas de academia de modelaje del 1% que posee el mundo. El tercero ya sabemos cuál es, caro todo, escaso todo, todo plagiado, feo o lastimero. El cuarto es el horror con sus maquilas, sus ventas de países, de órganos y del alma. Cada quien sueña con el estrato superior a medida que aquél que habita va hundiéndose en el inferior como témpano que se disuelve.                                    

Procudelmo

De qué abismo del Metaverso irrumpe Procudelmo Amasidecro, monstruo que es tesis, antítesis y negación de la negación de todo. Resumen de incompatibilidades y divergencias en el odio o en el deseo, nunca se sabe si va o viene, sino todo lo contrario. Enciclopedia y antología de contradicciones, simultáneamente progresista-retrógrado, defensor de pobres contra ricos o viceversa o sea nacionalista entreguista, hay un Procudelmo para todos los gustos y, otro, para cada una de las ambiciones. Tan perfectamente en cada rasgo Procudelmo coincide con su antítesis, que cuando trata de tragarse el mundo valiéndose del amasijo de sus discrepancias implota, cada atributo disolviéndose en su contrario, hasta la nada.

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