BBC Mundo, publicó una entrevista a Carrie Filipetti, exsubsecretaria de Estado de los Estados Unidos para asuntos de Cuba y Venezuela, durante el gobierno de Donald Trump, en la cual reveló la existencia de planes para derrocar al presidente venezolano Nicolás Maduro.
La alta funcionaria indicó que parte de las estrategias pasaba por deslegitimar las elecciones presidenciales de 2018, sembrar la matriz de ser “ni libres, ni justas” por lo cual permitiría el escenario posterior desarrollado en enero de 2019, fecha en la cual se autoproclama el diputado Juan Guaidó, siendo Estados Unidos, el primer país en aceptarle como máxima autoridad de la nación en carácter de “interino”.
Filipetti, dijo que ese 23 de enero, fecha en la que inició también en el cargo, se activó un “grupo de trabajo permanente” para hacer seguimiento a los hechos que estaban empezando a ocurrir en el país caribeño, luego de comenzar, supuestamente, a comprender la situación venezolana, al ser asistente de Nikki Haley, mientras fue embajadora ante la ONU (Organización de Naciones Unidas). La descripción del relato de Filipetti es sin duda la prueba fehaciente de la conspiración que desde que gana la izquierda en Venezuela, la política de Estado de ese país ha intentado ejercer sobre esta nación y quizá el gobierno de Trump, ha sido uno de los más certeros en un zarpazo ya que logró que a Guaidó se le reconozca como presidente interino y aprovechar este escenario para robar los activos de las empresas de ese país, además del efectivo de las reservas internacionales, sumiendo a Venezuela en una de las mayores crisis económicas de la última década. Aparte del recrudecimiento de las medidas coercitivas unilaterales que aumentaron cuando el presidente Maduro, intentaba proponer medidas para recupera la economía, solucionar el tema de abastecimiento de medicinas, tecnología y alimentos.
Parte del análisis que realiza la exsecretaria sobre las negociaciones iniciadas por el ahora mandatario de su país Joe Biden y los indicios de diálogo abierto con el gobierno de Maduro, que son también un triunfo de la política exterior venezolana, la diplomacia que no se doblegó ante sanciones e intentos de suplantación de autoridad. Estados Unidos tuvo que reconocer que no puede imponer su criterio injerencista y dictar normas de comportamiento, violentando la soberanía. Al respecto, dijo que parte de esa decisión, considera tiene que ver con la guerra entre Rusia y Ucrania, pero que en tal caso Biden, debe explicar qué quiere lograr, porque en cada reunión la que sale menos favorecida es la oposición a Nicolás Maduro y esta es una situación que debe estudiarse, al no estar “articulada” con actores del bando contrario, lo que para ella elimina cualquier posibilidad de concretar hechos, “reduciendo la probabilidad que tengamos una solución negociada con ellos”, estas son sus reveladoras palabras textuales.
Dice que “Biden y Trump, estuvieron de acuerdo que la solución debe ser negociada”, que el gobierno del actual presidente de Estados Unidos entendió que Venezuela debe negociar las sanciones y que esa debe ser un arma a favor. Que teme que los negociadores no se reúnan con la gente de Guaidó.
Veía esperanza en el segundo encuentro entre los negociadores, en la que parte de la comitiva estuvo compuesta por Roger Carstens, “enviado especial para temas de rehenes”, quien visitó al exmarine Matthew Heath, quien portaba material de guerra mientras se ponía en marcha la operación terrorista Gedeón y que, tras estar dos años cumpliendo condena, intentó suicidarse, “sería un logro que el vuelva a casa” expresó, no condenando el accionar de los mercenarios sino el que está preso en Venezuela.
Dice también que la política agresiva de sanciones y presión ha funcionado más que la del diálogo y acercamiento en los casos de Cuba y Venezuela.
“Mi apreciación es que la presión máxima es una estrategia eficaz, pero debe entenderse como parte de una estrategia más amplia, de modo que las sanciones no están ahí como un punto final”. Y en ese sentido, afirma que los nuevos gobiernos en su país deben valorar lo que realmente es eficaz, es decir, la implementación de esas medidas criminales, que ahogan a la ciudadanía en general y sin valorar que, en estos más de cinco años, no han tenido resultado sobre la decisión inquebrantable de pueblo y gobierno, es decir, la consecuencia ha sido económica; la escasez y el robo a la nación venezolana, políticamente no han logrado ningún objetivo relevante. Han sido, indiscutiblemente, derrotados.
Las contradicciones del discurso de la exautoridad, que dice que las sanciones estaban para obligar a Maduro a negociar, pero por otra vía se reconocía un gobierno que nadie había elegido, al cual se le dio cabida y poder de decisión solo para justificar el saqueo
“Tiene sentido poner ciertas sanciones sobre la mesa, pero me opondría mucho a hacerlo con sanciones como las que pesan sobre el sector petrolero o las del oro, que cubren una enorme cantidad de ingresos potenciales para el régimen”.
Insistió en el hecho de que las medidas no deben servir solo para la liberación de los presos, sino para lograr un cambio democrático en Venezuela, es decir, no ha aprendido nada. Al pretender que Estados Unidos, en su papel de negociante, tendrá la capacidad de exigir el cambio de autoridades como las del Tribunal Supremos de Justicia (TSJ) o del Consejo Nacional Electoral (CNE) y es otra de las razones, por las cuales se les propinó en Venezuela una derrota en los ámbitos políticos y diplomáticos.
Reconoce tímidamente estas derrotas al indicar que, a pesar de las sanciones, artimañas, agendas desestabilizantes y amenazas de Trump, Maduro siguió en el poder “Algo que creo que podríamos haber hecho de manera diferente, y que salió mal, fue que desde el principio había esta sensación de que esto no tomaría mucho tiempo y como estábamos operando con un calendario según el cual Maduro se iría en cuestión de semanas o meses, eso significaba que podíamos desplegar las sanciones más agresivas al inicio”.
Una de las preguntas clave que hace el entrevistador es sobre por qué se subestima a Maduro y a las sanciones impuestas, a lo que reconoce igualmente que no controlaron la lealtad de los “círculos” cercanos, los militares; esa excesiva confianza con la que se estrellaron al fijar sus estrategias de ataque, pensando que podían comprar o penetrar la moral de las y los funcionarios venezolanos, es uno de los errores que le debe pesar más al régimen estadounidense.
Expone así otra estrategia peligrosa y es el cerco a personalidades, prohibirles desplazarse por el mundo, algo que tampoco es novedoso, porque las sanciones individuales son un plan que se ha ejecutado incluso desde el mandato de Hugo Chávez.
Tampoco es novedosa ninguna de las apreciaciones que hace Filipetti, lo que sí es su ánimo en reconocer que “no estoy convencida de que vayamos a ver un cambio sustantivo en Venezuela porque el régimen de Maduro no tendrá ninguna razón para hacerlo, si estamos retirando toda nuestra influencia y si estamos reduciendo nuestras exigencias. Dado el número de veces que han abandonado las negociaciones anteriores, simplemente no los veo siguiendo esa estrategia”.
