En estos tiempos de intensas confrontaciones globales, de erosión de las instituciones surgidas de la Segunda Guerra Mundial (a la que se vio arrastrada la desaparecida Unión Soviética (URSS), es lugar común los reagrupamientos de gobiernos y de algunos Estados en búsqueda de una seguridad pérdida y la afirmación de un poder relativo en la escena internacional.
En ese marco, la convocatoria unilateral del gobierno de los Estados Unidos dirigidos a celebrar una Cumbre de Jefes de Estados y de Gobiernos de los países del continente Americano, se evidencia como un intento – seguramente fallido- de la actual administración de Joe Biden, para atajar y revertir la evidente pérdida de dominio y control geopolítico sobre los Estados de América Latina y El Caribe, tratando de imponer una agenda continental cuyos mecanismos de realización siguen teniendo la carga monroista y neocolonial que ha caracterizado la política de los gobiernos siameses de demócratas y republicanos en contra de la paz, la seguridad, el desarrollo, el respeto de los derechos humanos de los pueblos al sur del Río Bravo y el mar de los caribeños.
No debe sorprender entonces que, contrario a los avances en la pluralidad ideológica de las Cumbres celebradas en Panamá y en Trinidad y Tobago – durante la Presidencia de Barack Hussein Obama – , en esta reunión que se celebrará entre los días 5 y 10 de junio, en la ciudad San Diego, nuevamente se impusiera la exclusión de la Cuba martiana, la Nicaragua sandinista y la Venezuela bolivariana por razones estrictamente ideológicas, lo que confirma que, para los gobernantes yankees, la «Guerra Fría» se mantiene con los mismos propósitos hegemónicos, en iguales espacios, pero con diferentes correlaciones de fuerzas regionales y mundiales.
Las reuniones Cumbres del continente Americano, sin embargo, cada vez más se muestran como foros periódicos sin sentido porque su motivación central fue derrotada en Mar del Plata, República Argentina, cuando la mayoría de los gobiernos rechazó la creación de la Alianza de Libre Comercio de las Américas, ALCA, y se inclinaron por crear la Alternativa (después renombrada como Alianza) Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América, ALBA, la Unión de Naciones de Suramérica, Unasur, y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños Celac que hoy, carentes de los liderazgos iniciales de Fidel Castro, Hugo Chávez, Lula Da silva, Pepe Mujica, Rafael Correa, vive un estado de estancamiento y hasta retrocesos políticos por las importantes diferencias entre sus integrantes y la labor destructiva desarrollada por el gobierno de los Estados Unidos, con el fin de evitar la desaparición definitiva de su Ministerio de Colonias, la OEA, como instrumento al servicio de la geopolítica de la dominación imperialista yankee en Nuestra América.
Felizmente nuevos aires resistentes parecen regresar a la región, los cuales hacen presumir que la integración y unidad política de los gobiernos de Nuestra América podrían reiniciar nuevos caminos libertarios y convertirse, definitivamente, en un polo geoestratégico de la nueva arquitectura mundial pluricéntrica que amenaza con derribar la decadente hegemonía del decrépito mundo colonial anglosajón.
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Yoel Pérez Marcano Exembajador de Venezuela en San Vicente y las Granadinas y Belice
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