Si el asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, el 4 de junio de 1830, en la selva de Berruecos, costó 40 pesos ¿qué precio tuvo la muerte del General José Antonio Anzoátegui? Aun cuando muchos historiógrafos han escrito que pudieran ser tres las causas el fallecimiento del héroe epónimo de Barcelona, la tradición oral no ha escatimado en señalar a Francisco de Paula Santander de haber ordenado la muerte de Anzoátegui, quien era la mano derecha del Libertador Simón Bolívar por aquellos tiempos.
Sin embargo, el tema de la muerte del Gran Mariscal de Ayacucho, de la cual se cumplen 192 años, ya el 25 de mayo de 1830, Sucre preveía que pudiera ser víctima de una conspiración engendrada en los círculos bogotanos. Escribe al Libertador, apenas 11 días antes de su magnicidio. Premonitoriamente se despide del «Padre de la Patria» entristecido por el trato recibido por las propias fuerzas patriotas: «De pronto partir para Quito donde está el reposo tan deseado y al alejarme de todas las luchas políticas, quiero antes “avisarle mi adiós” y mi eterno cariño.»
Al continuar con la carta, Antonio José de Sucre, hace un diagnóstico de la situación que atraviesa la República de Colombia. La manera como Francisco de Paula Santander en Bogotá y José Antonio Páez en Venezuela, conspiran para quebrar el proyecto del Libertador. Dice Sucre, que al alejarse de la lucha por la independencia y soberanía de Colombia no lo guía ningún síntoma de cobardía y de traición: *Me obligan a dejar el puesto a todos nuestros enemigos, que con sus apetitos y sus falacias llevan a la República al caos y a la ruina*. Pocos días atrás había sido designado presidente del Congreso Admirable para entrevistarse con Páez y lograr acuerdos que salven a la República colombiana. En su paso para Venezuela, es intimidado, regresando a Bogotá. Ya la hora de la acechanza estaba cristalizando.
Así ocurrió. José María Obando, Vicente Azuero, Juan José Flores y Antonio Mariano Álvarez, estaban complotados para organizar la muerte de Sucre, de acuerdo a los lineamientos de Santander, autor intelectual del magnicidio, en grado de frustración, del 25 de septiembre de 1828 contra Bolívar. Esa es la historia. Azuero y Obando protegidos del “hombre de las leyes” construyeron todo un plan, donde los ejecutores materiales ya tenían los 40 pesos para actuar como Judas. Obando fue presidente de Colombia y enemigo acérrimo de Bolívar. Azuero apologista de Santander, quien juró acabar con el ideario del Libertador. Luchó para borrar de la historia las glorias del Padre de la Patria.
El coronel venezolano Apolinar Morillo, mandó el grupete para ejecutar el crimen. Había recibido una carta del general Obando con las siguientes instrucciones: «La patria se halla en el mayor peligro de ser sucumbida por los tiranos, y el único medio de salvarla es quitar del medio al general Sucre, quien viene de Bogotá a levantar el Ecuador, para apoyar el proyecto de Bolívar para coronarse Libertador». Además, en la banda estaba José Erazo junto con dos peruanos, Andrés Rodríguez, Juan Cusco y otro de la hacienda de Alpujarra, Juan Gregorio Rodríguez. Cada uno recibió diez pesos. Pero fue en 1839 cuando se develó la trama criminal que conllevó al fusilamiento de Apolinar Morillo.
«Cuadro actualitario». Los resortes del poder que llegó a manejar Francisco de Paula Santander hasta que murió en 1840, convirtieron a Colombia en un país forajido. En 1825, el propio Santander preconizaba que: «Colombia tendría el orgullo de ser el primer Estado de la antigua América española unido con la nación más favorecida del genio de la libertad”. Y es cierto, su población está sometida a las decisiones de los Estados Unidos. Se dice que Colombia es una República solo en el ámbito de la Constitución, pero que en la práctica es una colonia gringa. Con razón Iván Duque considera que el ingreso de Polombia (con P mayúscula) a la Organización del Atlántico Norte (OTAN) es el mayor legado que le dejará a los colombianos, aparte de la parapolítica, el narcotráfico y el paramilitarismo como elementos que deciden el destino de una nación que vivió de su gloria libertaria, pero hoy hipotecada al gobierno de Joe Biden. Por ello, el asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho es un sicariato, porque es lo mejor que pueden a hacer en Colombia, sino revisen la muerte del presidente de Haití, Jovenel Moise, víctima de mercenarios neogranadinos. Será que este domingo 29 de mayo, se levantará la espada de Bolívar en América Latina, con las elecciones de Colombia. La oligarquía neogranadina está preocupada, por los nuevos vientos de justicia y paz que Santander traicionó reencarnando en Álvaro Uribe e Iván Duque.
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William Gómez García Periodista venezolano
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